Rojo rubí con ribete anaranjado y de capa baja. Limpio y brillante. El corcho se ha partido en dos y sin embargo el contenido estaba en perfecto estado.
Sorprende en nariz; a pesar de que tiene unos palpables apuntes terciarios, también sobresalen notas a fruta negra pero también roja. Aparte, detectamos balsámicos, hojas de sen, especias punzantes, canela, sangre, chocolate amargo, humedad y mineralidad.
Boca femenina aunque no frágil. Esqueleto sustentado por una acidez portentosa de las que hacen salivar. Alcohol y taninos muy tamizados. Paso diluido floral, frutal, animal y terroso.
Final de intensidad media que deja recuerdos a pimienta.
Un vino excelente. Con verticalidad y finura. Me habían comentado que este 70 era de corte masculino y en mi caso no ha sido así. De sobresaliente, no ha decaído en las más de tres horas que lo hemos tenido abierto. Con un grado mayor de complejidad habría llegado a la perfección.

Rojo rubí, ribete ligeramente atejado, capa media.
Nariz de media intensidad que nos sorprende por su fragilidad y delicadeza, de esas que hay que ir a buscar. Fruta roja en confitura, un marcado fondo especiado y ligeramente balsámico, hongos, tierra mojada, hojarasca, un punto de cueros y tabaco de pipa, maderas viejas y caja de puros. Con el aire se perciben ligeros apuntes minerales. Complejo.
En boca es un vino redondo y vivo, destacando su finura y el buen estado en que se encuentra, dando la sensación de estar en su cénit. Con una buena acidez resulta un vino fresco y fácil de beber, dejándonos recuerdos minerales, balsámicos y especiados en el final, con un tanino presente pero integrado con nobleza, contribuyendo a una fina redondez. Persistente.
Se habla mucho en la actualidad de los Riojas de finca con nombres como La Nieta, El Pisón, Contino Viña del Olivo, El Carretil, etc, como vinos que expresan la identidad de un único viñedo. Lo que no se sabe es que uno de los precursores fue este Viña Turzaballa, que desde luego ha llegado a los 44 años en plena forma. ¡Un gran vino!