Medio año más tarde y confirmamos las anteriores sensaciones: un vino sureño, muy agradable de beber, perfumado y con un tacto muy suave en estos momentos. Desconozco su capacidad de guarda, pero de momento está impecable.
Color dorado, limpio y brillante.
En nariz se consiguen cotas altas en cuanto a definición y por qué no, a encanto. Flores blancas con olor discreto (en contraposición a empalagoso), leves cítricos, agua de azahar, albariza… Ningún toque es de alto voltaje, pero entre todos forman un buen conjunto, elegante, perfumado y femenino.
La boca sigue el mismo estilo de redondez; con un paso delicado y al mismo tiempo fresco, no notamos casi la madera. Alcohol creo que no lleva, y si no es así, está muy bien trabajado. Sensaciones de sedosidad y notas similares a las ya enumeradas.
Final largo que deja matices campestres y salinos.
Cada vez mejor. Se está convirtiendo en un blanco sureño bastante serio.
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