Color caoba, limpio y brillante.

Se trata de un palo cortado conocido por nosotros, ya que es el mismo que el de la edición 52, 75 y 102. Es por tanto más joven que aquéllos (escribo el demostrativo con tilde, como me enseñaron en el colegio) pero sin embargo me gusta más. Algo de volátil al principio, y a partir de ahí todo fluye; confieso que es un vino que poco a poco puedes terminártelo de una sentada. Con un poquito de Comté, lomo, y tomates de Angelita la botella va mermando sin que nos demos cuenta. Cítricos, anisados, ebanistería… sin que sea muy complejo olfativamente, sí que podemos tirarnos un rato metiendo la nariz en él obteniendo resultados muy satisfactorios. La boca es delineada y no marca ningún exceso de alcohol o de madera y aquí sí que notamos más presencia a naranja, descriptor con el que estamos encantados de toparnos en este tipo de elaboración. Final largo y medianamente punzante.

¿Qué evoluciona mejor: un bombardero pasado de todo, u otro, completamente distinto, más perfilado y con todo en su sitio? Sinceramente, no lo sé.