A-con-go-jan-te (si no estuviéramos en horario infantil habría dicho a-co-jo-nan-te). Tremendo vino. Fino, delicado y, a la vez, amplio y voluminoso. Sabe y huele a… ¿todo? ¡¡¡¡ Más !!!!

Color cobreado claro, limpio, brillante y atractivo.

Los aromas son de enorme intensidad y destacan las maderas finas, los tostados, frutos secos, no faltan los salinos y notas punzantes, flores, mucha la complejidad de esta nariz y sobre todo prima la elegancia.

En boca es una verdadera MARAVILLA (si, lo siento pero tiene que ser en mayúsculas), expresivo, variado, con excelente y casi perfecto cuerpo, rico, rico y dando placer digno de elogio a cada sorbo que se disfruta.

Un vinazo (debería ser también con mayúsculas), sin duda alguna, de los mejors olorosos de mi vida.

Como siempre la RCP es extraordinaria.

Ambarino claro con destellos cobrizos.
Nariz de gran intensidad, limpia, definida y compleja. Notas de frutos secos, almendras, avellanas, crema pastelera, especias orientales, maderas nobles, balsámicos y regalices, anisados y algunas trazas minerales. Muy elegante.
En boca es un portento de vino, un bendito vicio por su equilibrio de registros que lo hacen una delicia. Todo está en su sitio, con acidez, amplitud y una enorme sapidez final, quedando recuerdos de frutos secos amargos y ahumados. Larga persistencia. Seco y directo.
Un oloroso montillano no muy viejo y procedente de Pérez Barquero, es el vino que los amigos de Navazos han embotellado como Bota 46, uno de esos vinos que enganchan por su frescura y balance, mucho más gastronómico que meditativo. Vinazo una vez más y van ya más de 50.

Bonito color ámbar claro y brillante.
Aroma a marisma, hierbas secas, salinidad, frutos secos tostados.
Boca muy intensa, muy seca, con mucho nervio amplio y expansivo.
En general sensación de equilibrio, potencia y pureza. Muy agradable. Un gran vino

De color caoba. Limpio y brillante.
Aromas muy armoniosos que denotan vejez y clasicismo. Naranja amarga, anises, frutos secos, cloro, pimienta blanca, azúcar de caña, pólvora, desván y piedras.
Boca muy compleja, aún más que la nariz. Perfecto equilibrio entre longitud, madurez y elegancia, ha perdido toda la fiereza que en algún momento tendría este Montilla de Pérez Barquero. Paso redondo, (una redondez subida de volumen en todos los aspectos pero con todo bien compensado). Frescura, alcohol y sabores punzantes. Además de lo mencionado en la fase anterior, detectamos caramelo, yodo y botica.
Final inmenso.
Una joya de oloroso. No lo considero un vino de meditación, pues es de trago largo por su encomiable balance. Muy polivalente, ha acompañado fielmente a un foie y se ha comportado majestuosamente con un tocinillo de cielo.