Vista: Rojo picota oscuro, de capa alta y con el ribete estrecho diferenciado en tonos rubí. Limpio y brillante. Lagrima abundante, densa, gruesa y de caída lenta que tinta la copa. 

Nariz: Quizás se eche de menos un punto más de intensidad. A cambio ofrece sutileza y elegancia, buena definición y suficiente persistencia. De carácter más bien dulzón, tanto por la fruta como por la crianza, ambas bien equilibradas y sin excesos empalagosos. Aromas de frutos rojos maduros y algo alicorados, engarzados con maestría en una madera de buena calidad, que aporta notas de ebanistería y crema pastelera, pero sobre todo café. En evolución aparece un ligero monte bajo.

Boca: Las cualidades que mejor lo definen son la tanicidad y la frescura. Taninos potentes bien trabajados le confieren carnosidad, rugosidad, un tacto seco y mucha profundidad. Es un vino serio que no se deja llevar por filigranas. Una bien medida acidez le aporta frescura, volumen y ligereza en el paso, sin que carezca de la debida contundencia. Un recorrido largo y redondo, y un equilibrio fantástico entre fruta y crianza deleitan el paladar. De nuevo los frutos rojos con el aporte alicorado, notas de manzanilla y el café. Postgusto intenso y persistente, de lengua dulce y encías secas, que pide otra copa más.

Hay varios estilos Ribera y sin duda, Malleolus es uno de ellos. Lleva ya al menos una década haciéndolo muy bien y sacando vinos cada vez mejores. Extraídos, con madera, alcohólicos y potentes, pero también con una excelente materia prima y con un sello inconfundible. Entonces, ¿Qué opinamos en concreto de este 2018?, pues que muestra mucha fruta negra (algo de roja también), especias dulces, tostados y mineralidad en nariz. La boca es amplia y estructurada, posee acidez e irá a mejor al cabo de varios años. El final es largo, dejando recuerdos primarios y maderosos. Te tiene que gustar, sin duda. Yo lo disfruto mucho.

Muchas veces decimos que una Bodega / enólogo ha cogido el punto con un determinado vino, y realmente lo que tienen es un viñedo sobresaliente, como es el caso, además de un buen saber hacer enológico. El “ punto “ lo cojo yo al tomar el vino. Creo que Malleolus lleva ya dos décadas sacando vinos sobresalientes al mercado, es verdad que unas añadas son mejores que otras y que la mayoría de las veces quizás haya demasiada presencia de la madera, pero que la añada marque la diferencia siempre es bueno y coherente. Emilio Moro ha sabido llevar para adelante un proyecto que a veces es de “ hombre orquesta “ ya que ha tocado al mismo tiempo varios palos con éxito. Por un lado, Finca Resalso es uno de los vinos de la categoría “ roble “ más conocidos del mercado, sus crianzas están por todos lados, y la gama alta de los Malleolus y Valderramiro son de una calidad y constancia incuestionable. Todos llevan la impronta de Pesquera de Duero como ningún otro y de esa tempranillo potente. Este vino es abigarrado, barroco, con una fruta del bosque densa, envuelta en matices férricos, de misto, de los tostados de la barrica, y con ese hueso de melocotón que se vislumbra al final. En boca es potente, compacto, con astringencia actual de unos taninos sápidos que se te fijan al paladar generando más potencia y cierta sequedad, persistencia y salivación. El tiempo en botella y tomarlo a una temperatura algo más fresca le va a venir de maravilla. Es un vino mineral, pero al estilo de los vinos de la zona de Pesquera, más secos, más de nariz y que en cierta forma dan a conocer esas arrugas de la piel de las personas del campo, que son como surcos del rio de la vida por donde les corre el vino. Uno de los mejores Ribera del Duero, en constancia y coherencia.