Difícil explicar una emoción. Dífícil describir un sentimiento que produce un vino. Difícil transmitir el calor y el abrazo de una tierra, de unas gentes, de una bodega. Respirar el aroma de este vino es soñar, oler la tierra y las viejas botas de la bodega, oler el mar y la sal. Es descubrir la finura en cada instante. Un vino complejo, completo, con decenas de matices. En boca se descubre una profundidad poco común. Envuelve el paladar para quedarse y regresa por el retronasal para que no olvides. Una joya por poco más de 30 euros, que me parecen de risa para ese pedacito de historia que se tiene delante en cada botella.
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