Un blanco extraordinario de Raul Pérez. Fantástico. Color amarillo un poco oscuro brillante y atractivo. En nariz aromas elegantes e intensos a frutas blancas de hueso, tonos minerales, hierbas, flores con un toque dulce. En boca es genial, una gozada, elegante, frutal, terciopelo, muy buena acidez, recuerdo a frutas dulces y con un final larguísimo. Otro de los grandes blancos de nuestra geografía.
Dorado, anublado, limpio y sin gran brillo. Muy mal corcho.
El despliegue aromático es intenso desde el principio, mostrando sobre todo toques primarios en forma de especias silvestres, flores y fruta y una evidente mineralidad. Los recuerdos derivados de la barrica no es que estén en un segundo plano, es que prácticamente no se notan. Y aún así, ya en esta fase detectamos signos de su poderosa estructura.
La boca conjuga un perfecto equilibrio entre acidez (alta pero sin llegar a desgarrar las encías), materia prima y alcohol. No entra en el juego la madera, ya que sigue sin aparecer pese a ese armazón y esa grasa que no llegamos a adivinar cómo han aparecido. Sabores claros y definidos.
Final largo y perfumado.
Muy bien; La Claudina me parece un vino que se ha ido “redimiendo” con los años. Desde el 2007 hasta el 2011 podías encontrarte de todo: subidas y bajadas de calidad en botellas de la misma añada que bebías con poco espacio de tiempo, “caídas” inesperadas durante la velada, notas inexplicables... Hoy en día sin embargo sí que me parece un valor más que seguro.
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