Rojo rubí, ribetes ligeramente atejados, capa media-alta.

En nariz es intenso y elegante, y va de menos a más con el aire. Al principio se muestra especiado, maduro, con notas térreas y ahumadas, ligeros toques animales y recuerdos balsámicos. Pero con el aire van apareciendo unos toques de frutas maduras, tabaco de pipa, caja de puros, café en grano, incluso efluvios de marroquinería fina que terminan por conquistarte. Va a más y a más y fue una pena no dedicarle más horas. Una maravilla.

En boca está ahí, está vivo, está enorme. Hay acidez, hay finura, hay estructura, hay elegancia. De paso redondo, de corte muy fino, pide permiso en el ataque pero se va expandiendo generando unas sensaciones de gran vino que terminan en un final de frutas maduras y especias realmente delicioso, con un tanino fino e integrado pero todavía con presencia, es un vino que aún tiene recorrido.

Que Vega es un grande nadie lo duda, pero donde se ve de verdad es aquí, con su modesto tercer vino al filo de cumplir los 25 años. Es un vinazo, un Ribera clásico, uno de los Riberas que nos gustan, un vino enorme que disfrutamos muchísimo. Siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿Porqué finalizaron la producción de esta joya y la sustituyeron por el Alión? No lo sabemos, quizá temas de marketing, solo sabemos que queremos más de esto. El problema es encontrarlo, claro.