Segunda botella abierta tras la comentada por Eugenio en la anterior nota de cata.

Se confirman todas las sensaciones descritas en su nota, por lo que no me voy a repetir, quizá he notado la nariz incluso un punto más incisiva e intensa.

Un fino de enorme calidad en el que sorprende ver la elegancia que consiguió plasmar el elaborador en el vino dado el pago de procedencia.

Evolución de libro la de este fino, un ejemplo de lo grandes que pueden ser estos vinos.

Ambarino claro con ligeros precipitados.

Nariz de media intensidad y una enorme complejidad, un vino que se agiganta con el tiempo en la copa. Comienza tímido con notas ahumadas y de maderas viejas, pero se va abriendo y mostrando una paleta de especias, balsámicos, hierbas en infusión, frutos secos, trazas yodadas y salinas, incienso, tabaco y un ligero fondo terroso y mineral. Enorme complejidad.

En boca, y a diferencia de los habitualmente vigorosos vinos del pago de Macharnudo, este fino hace honor a su nombre y muestra una suavidad y una elegancia asombrosas, pero con esa base estructural de los Macharnudos, largo, concentrado, armónico, delicioso en todas sus fases. Final con recuerdos de frutos secos amargos, especias y tonos salinos. Gran persistencia.

Botella de los años 60 de una referencia histórica en González Byass, cuando los finos mostraban el pago del que procedían, algo que desde luego quiere decir mucho. Una maravilla llena de finura y encanto, distinta desde luego al brutal Macharnudo de Blázquez pero con su misma estructura y profundidad. ¡Un gran vino!