Color amarillo pálido, reflejos verdosos y dorados, limpio, brillante.

Amarillo pajizo con destellos ambarinos. Nariz punzante, salina, marítima, con notitas de anacardos y levemente almendras. El velo de flor se percibe de forma nítida con esos aromas vegetales, herbáceos, césped recién cortado en verano, de matorral de marisma y de levadura, que también se entremezclan con las notas calcáreas, de cantera de mármol y de albérchigos maduros. Esparto y caña seca, maderas viejas envinadas y un recuerdo a la piedra pómez y a fósil marino. En boca es muy rico en su ataque, seco, pero bajo sensación fresca ya que aunque parezca una contradicción es una de las cualidades de la crianza bilógica. Amargoso con estructura vegetal y de almendras amargas, así como sabores de albérchigos y corteza de fruta verde ( manzana y membrillo ). Muy largo, muestra un carácter mineral llegando al posguto para dejar esa sensación amargosa, vegetal, maderosa noble y que también se percibe por vía retronasal. Al final queda una sensación de membrillo que intenta combinar lo vegetal con lo frutal ácido. Un vino que está unido a una tierra, a sus suelos de albarizas, al clima y tradiciones vitivinícolas, pero sobretodo a sus gentes. Un vino que sabe a Cádiz y a la salitre de sus playas en bajamar en una bonita mañana de julio con viento de poniente. Llegará el día en el que solo beba vino de Jerez y seré un bendecido por Dios.