Cada visita a Almería, me depara un nuevo descubrimiento lo que hace que ya antes de irme, esté deseando volver.
Mil metros de altura, suelo pizarroso, mucho sol y escaso agua… Estas condiciones tan áridas son el entorno adecuado para la uva jaen.
Autóctona de la alpujarra almeriense, en el Parque Natural de Sierra Nevada, se utiliza desde siempre para elaborar vino. Lleva cultivándose en esta zona desde que estuvieron por allí los árabes y ha estado a punto de desaparecer en los últimos años debido, entre otras cosas, al cultivo de invernadero.
Durante muchos años, los aldeanos de la zona, la mezclaban con uva tinta para hacer vino de consumo doméstico. Este clarete se consumía en las casas y se vendía a los visitantes que se acercaban al pueblo.
También existía un híbrido entre la uva blanca jaen y la uva de rajol, que se conocía popularmente como “uva de embarque” porque se exportaba en grandes cantidades.
Uvas grandes y amarillas las de estos viñedos de secano con vistas al Cabo de Gata.
Este paraje bien merecería ser “Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO, a semejanza de Burdeos en Francia, Renania en el Rhin o la costa de Amalfi en Italia.
Gracias a unos pocos agricultores arraigados a sus tradiciones y al buen hacer de la Bodega Alboloduy, hoy en día podemos saborear un vino blanco de calidad elaborado con esta uva de viñedos viejos.
Se miman las plantaciones, la vendimia es complicada por lo abrupto del terreno y la producción limitada. El blanco de Alboloduy, Colección Cristina Calvache es un vino muy especial:
Color dorado pálido, limpio y brillante, acidez equilibrada con bastante cuerpo en boca y un final persistente.
Buen acompañante para pescados, mariscos y quesos no excesivamente fuertes. Producen unas 15.000 botellas al año por lo que no es fácil consumirlo fuera de la región.
Es fácil de distinguir por su botella alargada de cristal azul, magnífico envase para tan preciado líquido.