El joven Baco

Una cata con Garnachas y James Bond

¡Hola de nuevo catadores y bebedores de vinos! Veréis, a principio de año, un buen amigo mío, organizó una cata de vinos en su casa. Cuando recibí la invitación me volví loca de contenta, me guardé la fecha y la hora en la retina y en la memoria y casi, casi nada más. Si hubiera sido menos impulsiva habría leído la temática:  “Vinos de Garnacha de España de la añada 2015”. Así, de repente, todo eso para mí, una novata y se enfrenta a un año entero de garnachas. ¡Casi nada para empezar el año!, pero nada de esto ocurrió, porque no lo ví ni lo leí.  

La idea de mi amigo Borja Tomás, que así se llama y le tenemos que llamar, aunque a mí me permite acortar, era poder sacar las máximas diferencias entre vinos de una misma variedad, localizada en diferentes zonas y ver de qué manera influye en el vino los tipos de vinificaciones, la composición del suelo, el clima, etc. En definitiva, poder apreciar la marca de la casa y comprobar lo diferentes que pueden llegar a ser los vinos de una misma variedad pero vinificados de forma diferente y en distintas zonas vitícolas. Esto es lo que ponía en su maravilloso mail, algo muy interesante para alguien como yo que está aprendiendo y sus conocimientos sobre la variedad son escasos o incluso nulos. En cualquier otra ocasión me habría puesto a temblar de emoción y me habría entrado un miedo atroz a no meter la pata, algo que en mí suele ser habitual. Pero esta vez no, estaba la mar de tranquila esperando a que llegase tan maravilloso día. Garnacha-uva-tinta

¡Y el día llegó! y allí que me presento yo con mi botella preparada como toca, que por algo había consultado toda la información en internet sobre tiempo de preparación del vino antes de ser servido. Había tardado más de dos horas en decidirme entre todas las opciones que tenían en la vinoteca de mi casi ya amigo, después de la lata que le dí, y al final me decidí por la botella más bonita de toda la tienda, digo más bonita porque la etiqueta a mi me parecía preciosa, y también su contenido, bonito no, buenísimo debía de  estar este espumoso, blanco fresquito que tan bien lucía en la bolsa. Me equivoqué, ¡lo siento! Tenía que haber llevado un vino tinto de garnacha y llevé un espumoso blanco. ¡Ya lo sé! Parece que no sepa leer aunque en realidad sí que sé, solo que no todo lo que debiera leer.

Pero, en fin, una a veces se equivoca. En vez de poner una cara rara, como hicieron todos los que estaban allí, uno también puede pensar que yo lo que pretendía desde el inicio era brindar al final de la velada para dar las gracias por la invitación, ¿no? Bueno, pues no fue eso lo que la gente pensó. ¡Para qué mentir! Pero en fin, esa misma cara que habéis puesto, es la que se les quedó a todos los que me vieron llegar con una botella de cava. Y en parte, a mí también, pero no hay nada mejor que improvisar y hacerse la simpática para que no piensen que eres tonta de remate.

El cava que llevé me pareció una gran idea, aparte de que llevando este cava dejaba claro que yo no llevo cualquier vino a una cata donde se supone que hay nivel. Ya que cuando una se informa y se lee los titulares  de algunos artículos y las portadas de revistas de vino, sabe de buena tinta cómo sorprender a la gente. ¿O no? Como es lógico, lo llevé a la temperatura que se suelen tomar los cavas, fresquitos, a unos 7º C aproximadamente. Me gustaría dejar claro que no lo llevé frío para fastidiar como algunos pensaron; y es que justo ese fin de semana nos encontrábamos entre los días más fríos de los últimos cinco años, rodeados de nieve y hielo. La idea desde el principio era saborear un buen vino espumoso, y que nos rodeásemos de glamour y burbujas para hacer la velada más sofisticada. Y quién sabe, encontrar esa noche a mi príncipe azul.Cava-cata-de-vinos

El caso es, que ya desde el inicio de la noche fui el centro de todas las miradas. ¡Y cómo no, una de esas miradas fue la de él! Un hombre alto, fuerte y con pinta de James Bond. Que, impresionado por mi buen gusto y capacidad de sorprender al resto de invitados, me atravesó con la mirada. Pese a ello, disimulé y me seguí haciendo la interesante. Una copa de vino en la mano y un pitillo en la otra, siempre causa buena impresión. Salvo por un pequeño y minúsculo detalle, y es que no se debe fumar cuando se cata vino, algo que me recordó el anfitrión antes de dar la segunda calada de mi cigarro. En fin, otro aspecto a mejorar para el próximo evento en público. 

Las garnachas, en esta ocasión venían de Madrid, Cataluña, La Rioja y Campo de Borja. Como el hecho de llevar el cava no fue suficiente, os comentaré que mi amigo se llama Borja. Y para variar hice de nuevo una brutal actuación. Resulta que yo no sabía que Campo de Borja era una zona vitícola. Así que, delante de todos y en voz alta dije: Borja, ¡pero si a ti el campo no te gusta nada! Como no tengo vergüenza ni complejos, o eso intento hacer creer, os diré que Borja, no paró de llorar de la risa hasta que se acabó la fiesta. 

Mapa-campo-de-broja

Pese a todo, la cata discurrió con normalidad y fueron muchas las diferencias que pude apreciar en la cata de las garnachas. Hubo ocho botellas de vino, dos por cada zona vitivinícola, lo siento, pero no recuerdo los nombre pues pese a que tomé nota, bebí un poco más de la cuenta y perdí los papeles; nunca mejor dicho.


Antes de recatar cada copa una y otra vez, fui capaz de detectar las diferencias que supone cultivar la garnacha en diferentes sitios de España. Aunque las garnachas que probamos en casa de Borja, que no Campo de Borja, eran todas españolas, se trata de una variedad que se puede encontrar en prácticamente todo el mundo.

Lo que más me llamó la atención es que pese a tratarse de la misma variedad cada una de ellas sabía diferente. ¡Cada vino tenía algo de especial! Uno más intenso, otro más fresco, todos ellos con diferentes tonalidades de rojo -unos más marrones, otros más rojos- e incluso hubo un vino que me recordaba al aroma de la carne cocinada. ¡Un espectáculo!

Hubo un par de ellas que mostraban un color ligeramente más oxidado que el resto, luego me informaron que se trata de una variedad que se oxida con facilidad. En general, los vinos eran afrutados, de graduación moderada y muy intensos aromáticamente hablando.

Fruta-roja-tempranilla

En boca, resultaron ser fantásticos, redondos y especiados. No os puedo detallar uno a uno porque no pretendo (ni puedo aunque quisiera) hacer una descripción de cada unos de los vinos. ¡Pero lo que sí que puedo hacer es animaros a hacer una cata de vinos monovarietales en casa para apreciar las características de los vinos! Seguro que os sorprenderá.

Borja diseñó unos manteles de cata de papel. Consistían en unos folios DIN A3 blancos con ocho circunferencias, una para cada vino, donde estaba indicado el nombre de cada vino. Un diseño casero y manual que le dio a la cata un toque especial y divertido. ¡Qué poco cuesta hacer las cosas bien! Tomo nota para la próxima cata que proponga en mi casa. 

Entre vino y vino, saqué lo mejor de mí para aleccionar al James Bond de la cata, sobre las partículas responsables del color del vino que tanto me gustan: los taninos y los antocianos. El problema fue que confundí el término tanino por antociano e hice una actuación nefasta y ridícula. Es más, resultó que James Bond era enólogo y sabía bastante más que yo del tema. Total que, tras mi catastrófica actuación sobre el vino y sus partículas, me di la vuelta con la mala suerte de que tropecé con un escalón que había en salón de la casa de mi amigo. ¡Quién pone escalones en los salones de los apartamentos! ¡Será posible!

Brinds Tempranilla Jones

Caí, rodé y la copa se rompió tras manchar de rojo a una pobre chica que, cómo no, iba vestida de blanco. Yo me levanté con dignidad, pedí disculpas y rápidamente, cual rayo, salí por la puerta para no volver jamás. Eso sí, me dio tiempo a coger al vuelo una copa de cava, mi cava, recién servido que me vino de maravilla dar unos trago mientras me volvía dignamente andando a mi casa. El cava tenía unos aromas super agradables a frutos secos y también algunos florales. En boca era suave, la burbuja muy fina y sin pichar, seco y elegante. Lo caté sin mantel de cata, sin James Bond pero feliz y contenta. ¡No hay nada mejor que ser optimista y ver el lado bueno de las cosas!

Por cierto sigo buscando a mi príncipe azul.


 

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