Puck

¿Una fuente en el desierto o una aguja en el pajar? Actualización

MESÓN LOS ROSALES

Autovía Madrid - Valencia km. 175

Atalaya del Cañavete (Cuenca)

www.mesonlosrosales.com

Los Rosales en Verema.com

Nunca me han gustado los bares/mesones/restaurantes de carretera, no me detendré en ello porque muchas de las razones no vienen al caso aquí, pero desde luego jamás pensé que un establecimiento de este tipo pudiera sorprenderme.

Son fundamentalmente sitios útiles, lugares donde poder dejar el coche para estirar las piernas, remedios para la fatiga y procuradores de combustible para el vehículo y para el cuerpo también, nunca pensé que también para mi alma enamorada del vino.

Viernes 12 de agosto por la mañana, debemos de ser la única familia que se pone en marcha de Valencia a Madrid al inicio del puente de la Virgen de Agosto. Llevamos casi dos horas de camino y hay que plantearse la parada de rigor. Al coger el desvío observamos que tenemos dos opciones, el área de servicio donde paran los autobuses, con autoservicio, gasolinera, etc., o el Mesón Los Rosales justo antes.

Por fuera, el Mesón Los Rosales es casi como cualquier otro establecimiento de carretera de cierta categoría y quizás fuera eso lo que me decidió a pedir que paráramos allí, aunque quizás fuera la curiosidad de haber pasado tantas veces por delante al hacer ese mismo viaje en autobús.

Aparcamos y nos acercamos. Lo primero que me llama la atención es la bonita terraza aporchada que te da la bienvenida, tan bonita que me chirrió que el mobiliario fuera de plástico, eso sí, en un color discreto y elegante, puesto que el escenario requería mesas y sillas en madera o forja. Entramos en el local con la intención de pedir las consumiciones y sacarlas al fresco y somos recibidos por un pasillo de vitrinas que a la derecha mostraba la típica selección de navajas y otra armería blanca por la que es famosa Albacete y su zona de influencia, nada nuevo bajo el sol en esta comarca conquense.

-¡Fíjate en estos aceites!- me llama la atención mi pareja hacia la vitrina de la izquierda. Al menos treinta botellas de aceite de oliva virgen de todas las variedades, colores y tamaños, monovarietales, coupages… ¡era un espectáculo digno de ver! Con la sonrisa pintada en la cara y la secreta intención de hacernos con una de ellas a la salida, proseguimos de frente hacia la inmensa barra no sin antes observar por el rabillo del ojo el exquisito mostrador de quesos y embutidos que se alza tentador tras la vitrina de los aceites.

Zumos para los niños, Coca-colas para los adultos, no hay, aquí sólo Pepsi. Esto antes me hubiera enojado pero después de haber sufrido en mis propias papilas gustativas la agresiva política de Coca-cola imponiendo su Fanta limón en todos los locales en los que vende su cola y dificultando en gran manera que me pueda tomar un combinado con mi querido limón Schweppes, le doy la bienvenida a la Pepsi.

En esas consideraciones estaba yo, mientras calibraba la buena pinta que tenían los pinchos y empanadas que nos hacían guiños desde la barra, cuando Javi me vuelve a llamar la atención, esta vez frente a nosotros. Dirijo mi mirada siguiendo la suya y la sorpresa se me dibuja en el rostro al ver una vitrina cerrada y climatizada que acogía y conservaba con mimo a no menos de 30 marcas diferentes de ginebra. Yo no soy experta en este destilado pero él sí lo es y me confirmaba lo que yo ya anticipaba, que era una selección de ginebras absolutamente espectacular e inusual. Algo me empezaba a decir en mi interior que no estábamos ante un establecimiento al uso.

Pregunto por los aseos y el amable camarero me indica la dirección, al fondo del pasillo. Tomo nota mental de que el letrero que indica el camino dice “Aseos – Bodega” Antes de llegar a las escaleras que llevaban al piso inferior se dejaba ver a la derecha, otro espacio de exposición y venta de lo que yo en un primer momento creí que eran únicamente delicatessen y otras delicias gastronómicas, cual no sería mi sorpresa cuando me encuentro en el camino a los escalones con una estante que bordea el mostrador, repletito de botellas del “Perro Verde”. No hacía ni diez días que había catado por primera vez ese blanco, para ser más exactos el día de mi cumpleaños en casa de un compañero Enogato. Lo habíamos comprado en el Espacio Gourmet de El Corte Inglés de Goya, siguiendo recomendaciones veremeras y yo, que antes era “alérgica” a la verdejo ;-) había sido totalmente seducida por este perro loco y verde. Me giro y llamo a Javi, pero hay mucha gente en el local y no me oye, lo veo dirigirse a la terraza con nuestras consumiciones y me digo que ya le contaré la anécdota más tarde.

Bajamos los niños y yo al piso inferior, y justo enfrente de la puerta de los aseos veo un especio enrejado e iluminado cálidamente. No me cabía la menor duda pero al asomarme se confirma mi presentimiento, cajas y cajas de madera, descuidada pero a la vez primorosamente colocadas en posición horizontal: Alión, Predicador, Tranocho, Aalto PS, La Plazuela, Pingus, Vega Sicilia, Contador, Viña Contino, El Nido, El Sequé, Termanthia, El Puntido, Pintia…

Los niños me reclaman, se hacen pis.

A la vuelta al piso superior me llama la atención una pequeña isla cubierta de botellas de un precioso rosado elaborado con uva prieto picudo que se llamaba Tombú. La curiosidad me puede y me adentro en esa zona al fondo; una pared llena de botellas de vino. Me acerco para echar un vistazo rápido, Javi me espera afuera y no quiero que piense que me ha pasado algo. Un barrido visual de dos minutos es todo lo que necesito para localizar un Belondrade & Lurton, un Ultreia Valtuille y un Piélago, más que suficiente.

 

Salgo corriendo a la terraza con el corazón brincando como una niña saltando a la comba; diviso a Javi y mientras me siento, se me agolpan las palabras en la garganta, atropellándose unas otras, intentando explicarle el alucinante descubrimiento que acababa de hacer con la misma rapidez con la que volaban mis pensamientos. Él se ríe e intenta calmarme, está degustando una jugosa empanada y promete acompañarme a admirar ese tesoro en cuanto acabe.

Me cuesta esperar porque siento que las botellas me están llamando a gritos pero en menos de cinco minutos ya le estoy mostrando mis hallazgos: Ossian, Transistor, Louro  y otros blancos que ahora no recuerdo, el Almirez de los Eguren, el Pie Franco de Bodegas Ponce, el Salia de Sandoval, el Meseta de Ercavio, Sierra Cantabria, Dehesa del Carrizal, Numanthia..., tantos, tantos que no he visto juntos en tiendas especializadas de Madrid.

Una señora muy amable nos atiende sonriente, no podemos por menos que alabarle la selección de vinos y se ríe: … pero si no tenemos nada, tendríais que ver la tienda por Navidad…

Se incorpora Javier a la tertulia, se le ve feliz de ver nuestro regocijo y le hago una pregunta que hace tiempo quiero hacer: -¿Es el Plazuela tan bueno como dicen?- -Sí, tan bueno o más- me responde -Recuerdo las Navidades pasadas que lo llevamos a casa pero cometiendo el error de ponerle en segundo lugar. El primer vino nos desvirtuó la cata, resultándonos La Plazuela excesivamente potente, por lo que le puse el corcho y me olvidé de él hasta el día siguiente. Cuando lo volví a probar la sensación fue indescriptible, todavía se me pone la piel de gallina al recordarlo-

Y yo todavía me emociono al recordar la expresión de su cara al rememorar la experiencia.

Escogemos un Tombú y un Meseta de Bodegas Ercavio, ambos vinos atractivos y que no habíamos probado antes. Vemos a Javier salir y volver con otra botella, es un Ercavio roble que pone encima de la mesa diciéndonos: !la mitad que el Meseta y está igual de bueno- ¡Qué poco frecuente es ver esa honestidad!

Nos apetecen un par de blancos y pedimos consejo. La señora nos recomienda un semi-dulce nuevo y  desafiante: Soul Woman elaborado con  las variedades verdejo y macabeo en la bodega conquense Villavid. Javier nos recomienda un godello de gala, el Louro.

Estamos a punto de salir con las cuatro botellas bajo el brazo cuando se nos ocurre preguntar por la carta de vinos del restaurante, Javier sonríe una vez más y con un gesto harto explicativo del brazo que abarcaba toda la tienda, cualquiera de éstos, no cobramos descorche. Mi asombro era ya completo, ¡esto sólo lo había visto anteriormente en Lavinia!

Al salir miro de reojo las excelentes conservas y golosinas, mermelada de nísperos, espárragos Cojonudos, sacos de legumbres gigantescas a granel, estantes y estanterías repletos de todo aquello que se le pueda antojar a un sibarita. Nosotros nos sentimos como tales tan sólo por haber hecho este descubrimiento.

Volveremos a comer sin duda, por lo que habrá segunda parte

*****

Volvimos hace dos semanas para sacar fotos con las que ilustrar este post que había quedado un poco soso, y tuvimos la oportunidad de conocer a Rubén, hermano de Javier

 La acogida fue más calurosa si cabe y departimos como si nos conociéramos de toda la vida. Aparte de darnos todas las facilidades para que pudiera sacar todas las fotos que quisiera: nos abrió la bodega enrejada, nos mostró el almacén donde guardaba el grueso de sus existencias a temperatura controlada, acordonó la zona de la planta superior donde nos atendió para que sacáramos fotos del lineal..., nos sorprendió con un detalle más
 
Le pedimos su consejo para adquirir un buen aceite de oliva y su respuesta nos pilló totalmente por sorpresa, nos ofreció catar los tres que él consideraba nos podían interesar: un arbequino 100% de Jaén, un coupage de arbequino y picual de Toledo y otro más elaborado en Madrid, del que desgraciadamente no recuerdo ni su oliva de origen ni composición Nos decidimos por el coupage toledano, un estupendo Capilla del Fraile que aunaba delicadeza y complejidad aromática con intensidad y cuerpo en boca.
 
Pero ahí no acabó todo. Creí haber oído mal cuando nos dijo que iba a dar a los niños a catar otro aceite, pero no, al ratito volvía con una latita de "Pequeoliva" un aceite de oliva virgen específicamente manipulado para minimizar todo lo posible la acidez y así ser mejor aceptado por los bebés principalmente.
 
Huelga decir que nuestra segunda generación prefirió los aceites de los adultos ;-)
En fin, que no podía por menos que incluir esta atención al añadir las fotos que se merece este artículo.
 
La segunda parte será nuestra visita al restaurante, aunque no sé porqué tengo la impresión de que algún queso caerá entre medias...
  1. #1

    JaviValencia

    Excelente crónica. Por suerte tenemos gran cantidad de paradas técnicas por delante, y evidentemente en alguna celebraremos un gran ágape maridado como Dios manda.

    Un besito ;-)

  2. #2

    Gabriel Argumosa

    Un gran comentario y tras leer el mismo, me acabo de proponer hacer un curso de redacción.

  3. #3

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    La sensación de que todavía hay joyas escondidas y lugares que te sorprendan te hace sentir como un niño buscando tesoros de piratas. Ya estoy deseando hacer la siguiente parada!

    Un besito ;-)

  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a Gabriel Argumosa
    Ver mensaje de Gabriel Argumosa

    ;-))))

    Un abrazo,

    Mara

  5. #5

    Selecta

    Ves como en la vida también hay sorpresas gratas¡¡¡ Gracias por descubrirlas...


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