Si en los tintos ha sido con la bobal, en blancos la obsesión de Toni Sarrión ha sido desde hace ya varios años hacer un vino con una de las variedades autóctonas de Valencia, la merseguera, que todavía tiene cierta presencia sobre todo en la zona del Alto Turia. No en vano en la DO Valencia se cultiva cerca del 70% de toda España de esta variedad. En alguna finca de esta subzona de Valencia estuvo Toni años atrás experimentando con la vinificación de esta uva y de ahí se trajo los injertos que se pusieron en algunas viñas de bobal con más de 25 años que tenía en la finca Calvestra, a más de 900 metros de altura. Mientras la bobal no conseguía una buena maduración a tanta altura, la merseguera, de maduración tardía y muy presente en las zonas con pocas precipitaciones, está mostrando buenos resultados. La vid de merseguera se suele adaptar muy bien a los distintos tipos de suelo y los racimos son de tamaño medio y sueltos, con uvas medianas y de color verde-amarillento. Para ofrecerle una mayor complejidad, ya que la merseguera en las zonas frías suele dar como resultado vinos muy finos y con aromas ligeros, Toni Sarrión ha apostado, creo que con buen criterio, por hacer un coupage con Viogner y Malvasía, que realzan ciertan notas aromáticas muy agradables.

El vino se muestra con un color amarillo muy límpido y brillante. En nariz es bastante expresivo, con buena intensidad y con predominio de las notas de frutas blancas (pera, algo de manzana) y cítricas (lima), bastante floral (magnolia, madreselva) y algunas notas amieladas. En boca tiene una entrada muy viva, casi chispeante, y un paso bastante untuoso (imaginamos que por el trabajo con las lías) y con suficiente volumen y peso, con buena acidez que le aporta mucha frescura y un final bastante largo. El postgusto nos recuerda, en especial, las notas cítricas, invitando a volver a beber. Con un PVP de unos 9 euros, nos parece un muy buen vino con una RCP muy acertada.