Blog de Eugenio Saenz

El Bulli y Can Miá: dos caras de una misma moneda (I)

La historia que vamos a contarles a continuación es la narración de poco más de 24 horas de auténtica locura que pasamos por tierras gerundenses un suave y soleado fin de semana de febrero. Un fin de semana de esos que permanecerán para siempre en un lugar de nuestra saturada memoria e igualmente de nuestro corazón. Vayamos poco a poco y sin prisas, tal y como nos gusta siempre contar las cosas.

Debo confesarles que este asunto del Bulli era para nosotros algo lejano, inalcanzable, sabíamos que estaba ahí, habíamos visto los fabulosos documentales y programas televisivos que se han rodado explicando su historia e influencias, conocíamos a personas que han probado sus excelencias, pero sinceramente dábamos por cerrada cualquier posibilidad de poder visitarlo, máxime cuando, como todos sabemos, se encuentra en los últimos momentos de su trayectoria como restaurante, trayectoria que tiene una fecha final en el 30 de julio de 2011. Es más, estábamos ahorrando un dinero desde hace un tiempo para poder acudir al Celler de Can Roca, quizá el restaurante que más ganas tenemos de visitar, algo que haremos salvo catástrofe mundial a primeros de abril. Pero un día nos llegó un correo de uno de los tantos buenos amigos que hemos conocido gracias a este tan maravilloso mundo del vino y la gastronomía y que decía a las claras: "tengo mesa en El Bulli, si queréis veniros cuento con vosotros". La verdad es que se nos nubló la vista y no sabíamos que contestar. "Déjame que hable con mi mujer y mañana te digo", le contesté, "pero va a ser que sí", apostillé.

Después en casa, hablando con mi mujer, las cosas quedaron bien claras; "Si vamos para allá nos arrepentiremos, porque no sé cómo vamos a cuadrar el presupuesto, pero si no acudimos nos vamos a arrepentir más todavía, porque nunca más nos surgirá esta oportunidad", le comenté. Los dos asentimos y tiramos hacia delante con los ahorros de Can Roca, y para ir a Can Roca…pues ya nos buscaremos la vida. Qué duda cabe que esto nos supone un esfuerzo tremendo, pero las aficiones hay que alimentarlas y para un buen aficionado al vino y a la gastronomía resulta una enorme ilusión cenar en El Bulli, quizá el mayor fenómeno culinario a nivel mundial de los últimos tiempos. Así pues, manos a la obra, todo organizado y allí, en el santuario, en el día y la hora indicada nos presentamos.  

La carretera desde Rosas hasta el restaurante es estrecha y tortuosa, hay que ir con cuidado, afortunadamente una luminosa luna llena nos alumbraba el camino y nos dejaba entrever la belleza natural del entorno donde se encuentra la instalación. Eran las 20:15 y la cocina se encontraba ya en plena ebullición, este es el primer restaurante que hemos visto cuya cocina impresiona más que la sala, no solo por su tamaño, sino por su diseño y limpieza, parece un gigantesco quirófano donde todo está perfectamente estudiado y mesurado. Contemplar a las 50 personas que trabajan en la cocina, intachablemente coordinadas, es un auténtico epítome del concepto de trabajo en equipo, cada uno realiza su función y cada función es una parte del éxito del mismo. Nos recibe Ferrán Adriá con un lacónico y sincero: "Bienvenidos a El Bulli, espero que sea de su agrado", saluda personalmente a todos los comensales, hacemos la foto de rigor y nos dirigimos a la sala donde nos esperan para acomodarnos. Somos 9 personas y ocupamos la mayor mesa del comedor, que tiene una capacidad de unos 60 comensales, quizá alguno menos. El local es sencillo, demasiado austero y rústico, nos comentaba un compañero que estuvo allá por el 99, cuando pocos conocían este restaurante, que la decoración es prácticamente la misma. Y no es que nos disguste, simplemente pensamos que la sala no está a la altura de lo que significa el restaurante, es cómoda, amplia, lo suficientemente silenciosa, pero no está a la altura esperada. Y lo peor fueron las sillas, unas sencillas sillas de madera con asiento de esparto, como las de muchos mesones castellanos, algo que para una cena de casi 5 horas no resultaba adecuado. La terraza es bonita y acogedora, pero sinceramente la sala nos decepcionó un tanto, no se corresponde con lo que uno espera de uno de los mejores restaurantes del mundo.

Una vez sentados comenzó un viaje realmente apasionante, un mundo de sensaciones, un verdadero "tour de force" gastronómico que a través de 42 pequeñas obras representadas durante casi 5 horas, constituyó uno de los momentos más intensos y apasionantes que hemos vivido, donde las risas, los gestos de admiración, los gestos de sorpresa, incluso alguna cara extraña, se fueron adueñando de la mesa con naturalidad y complicidad. Si les soy sincero hubiéramos preferido un menú con 10 platos menos, que seguramente se hubiese adaptado mejor en el tiempo, ya que el ritmo en algunos momentos resultó demoledor, hay que tener en cuenta que algunos platos debían consumirse prácticamente en el momento en que son servidos y el tiempo de descanso entre uno y otro no solía superar los dos minutos. Intentar explicarles el menú es algo complicado, pero vamos a por ello. Lo dividiríamos en seis partes, los cócteles, los aperitivos, los platos principales, la caza, los postres y … la caja.

LOS COCTELES

1- Candi de jengibre y lima

2- Caipi-mojito caliente

3- Galleta de cacahuete y miel

4- Flauta de mojito y manzana

5- Almendra-Fizz con amarena LYO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comenzamos con un crujiente y refrescante candi de jengibre y lima, pleno de frescura y exotismo, para seguir con una mezcla de mojito y caipirinha en caliente, dos contrastes realmente conseguidos y que lograban poner en atención a nuestros sentidos. La galleta de cacahuete y miel resulta explosiva y sabrosa y la flauta de mojito y manzana realmente curiosa por su concepción: se trata de un bocadillo de mojito con una especie de "pan" blanco algo soso de sabor pero único en su textura, relleno de una pasta de mojito helada que resalta un perfecto contrapunto.¡Genial!. Finalizamos este divertido tercio de cócteles con un "gin-fizz" de almendra amarga coronada con una amarena (cereza) liofilizada. Un inicio chispeante, prometedor, que nos relaja y nos va introduciendo en el mundo de sensaciones que nos espera.  

LOS APERITIVOS

6- Empanadilla de nori

7- Palet de hibiscus y cacahuete

8- Ravioli de pistacho

9- Macarrón de parmesano

10- Porra de parmesano

11- Chip de aceite de oliva

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Impresionante esta serie de aperitivos que comenzamos con la empanadilla de nori, una empanadilla de algas con una explosión interna de sabores espectacular, cítricos y a la vez yodados. El primer 10 de la noche. El palet de hibiscus y cacahuete pica ligeramente y tiene una formidable textura, al igual que el ravioli de pistacho, una crujiente eclosión sápida de un ingrediente (pistacho) muy habitual en la cocina de Adriá. El macarrón de parmesano marcaba un excesivo sabor del queso, algo que nosotros no llevamos muy bien, sabor más mitigado en la porra, un provocador "flash" seco de parmesano. Finaliza la tanda con otra genialidad, un chip transparente y refrescante impregnado del sabor del mejor aceite de oliva. ¡Excepcional!

LOS PLATOS PRINCIPALES

12- Tortillita de camarones

13- Langostino hervido

14- Gambas dos cocciones

15- Codornices con escabeche de zanahoria

16- Cerillas de soja

17- Tiramisú

18- Crema de caviar con caviar de avellana

19- Porra líquida de avellana

20- Tarta de trufa

21- Papillote de endivia 50%

22- Tarta de foie

23- Blini de San Felicienne

24- “Llangueta”

25- Angulas al vapor

26- Ceviche de lulo y molusco

27- Taco de Oaxaca

28- Gazpacho y ajoblanco

29 -Tartar de tomate

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vamos con la parte principal del menú. Muy curiosa la tortillita de camarones, fina, de aspecto austero, pero con el sabor y la crujiente textura de las mejores y más clásicas que hayamos probado (Casa Balbino, Sanlúcar). El langostino hervido se presenta entero, con la cola prácticamente cruda. Producto puro y duro, de la mejor calidad. La gamba roja en dos cocciones resulta extraordinaria, comenzando por su jugo en una cuchara y siguiendo por el cuerpo y las patas, ambas bajo diferentes elaboraciones. De nuevo sobresale la calidad del producto y la finura en la ejecución, aunque un compañero comentó que en el tratamiento de la gamba, Quique Dacosta llega todavía un poco más lejos. Otro destino más en la lista de pendientes…

Pasamos a las pechugas de codorniz, cuatro pechugas con cuatro días de maceración especiadas de forma diferente y en el momento, a través de un pincel, para comer en orden ascendente. Buenísimas, originales, grandes. Las cerillas de soja suponen otros de los dieces de la noche. Rellenas con un poco de wasabi y yuzu, con un palo de soja  y una cabeza de pan de oro, explosionan en la boca creando una amalgama de sabores ante los que resulta imposible no emocionarse. El tiramisú fue uno de los bocados más comentados, elaborado a base de soja y con un punto de dashi, una esencia de atún seco originaria del Japón. Al principio no decía nada, pero cada cucharada iba dando más sabor, cambiando registros. Otra genialidad que no dejó a nadie indiferente.

La crema de caviar es un juego de contrastes, se trata de una esferificación de avellanas sobre una crema de caviar, siendo la otra mitad caviar sobre una crema de avellanas. Hay que comerlo en zig-zag y apreciar el juego propuesto. Y sorprende. La porra líquida de avellana es una de las mayores delicadezas con las que nos hemos topado, es prácticamente de cristal, pura finura, pura sutilidad. Con la tarta de trufa volvemos al juego del sabor, una aparentemente sencilla tarta fina recubierta por láminas de trufa negra con un punto dulce. El sabor más forestal en un bocado sublime. La siguiente estación es un papillote de endivias que los camareros abren con sumo cuidado y sobre el que vuelven a rallar a la reina de los bosques, la trufa negra. La textura de las endivias es perfecta y su amargor contrasta con el toque del la trufa rallada. Deliciosas.

Y de la trufa pasamos al foie, con una tarta coronada por finas láminas de foie, de una frescura y un sabor admirables. No podemos opinar lo mismo del Blini de San Felicienne, uno de los bocados preferidos por todos, pero no por nosotros, que no aguantamos el queso fuerte y para nosotros lo era y mucho. El pescado, poco representado en el menú, tuvo como actor principal esta "Llangueta", un pez similar al chanquete, elaborado en crudo y de textura mantecosa, un plato bastante complicado pero muy satisfactorio. Otra estrella de la noche fueron las angulas al vapor, exquisitez que prácticamente no probábamos desde niños (en navidades eran habituales en casa de mis padres hasta que estalló la burbuja), eso sí, nunca las comimos prácticamente en crudo como fue el caso. Excepcionales estos sabores y sensaciones, ya prácticamente olvidadas.

Las dos siguientes paradas nos llevaban a Centroamérica, con un ceviche de lulo y molusco, elaborado dentro de la propia cáscara del lulo –un cítrico- con una formidable consistencia ácida y un taco de Oaxaca, en nuestra opinión otro de los momentos culminantes, puro mestizaje de sabores perfectamente orquestados. ¡Y no excesivamente picante! El gazpacho y ajobanco, "Andalucía en un plato" era exactamente eso, la  concentración sápida de las dos tradicionales elaboraciones del sur de España en texturas casi heladas. Nos gustó más la parte del ajoblanco, ya que entre el gazpacho y el salmorejo siempre preferimos el segundo, porque no toleramos muy bien el pepino. La tanda finaliza con un sencillo pero genial tartar de tomate, frío, armónico, fantástico, que limpia el paladar y lo prepara para la parte de la caza…

LA CAZA

30- Ninyoyaki de liebre

31 -Capuccino de caza

32- Becada con guanábana

33- Risotto de moras con jugo de caza

34- Ravioli de liebre con su boloñesa y su sangre

35- Cóctel de liebre y frambuesa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comenzamos el tercio de caza con este "ninyoyaki" de liebre, una especie de buñuelo japonés relleno de carne del animal, un apabullante comienzo lleno del más puro sabor de la caza. El capuccino de caza nos mostraba una cacería entera en dos cucharadas. Imposible lograr una mayor concentración de sabores, puros y contundentes, eso sí. Pasamos a unas finas láminas de becada o chocha perdiz, que es una de las estrellas de la caza de pluma, suavemente cocidas y acompañadas por unos pequeños fragmentos de guanábana, un fruto de origen brasileño que se comenta que posee propiedades anticancerígenas. Fantástica preparación de la becada, una carne de sabor muy característico y que causa disparidad de opiniones, pero que nos gustó mucho. El risotto es otro delicioso contraste de sabores, servido en una cuchara y que muestra un fabuloso juego malabar entre la dulzura y la acidez combinadas por una esencia de liebre brutalmente compleja y densa. Maestría. El ravioli de liebre es el mejor plato de la tanda en nuestra opinión, una muestra perfecta de lo que debe ser un plato de caza, aunando sabor, fuerza y delicadeza en un solo bocado. La melosidad del ravioli, pluscuamperfecta. Se acompañó con una de esos ingenios de la casa, un coctel que consistía supuestamente en su sangre y que resultó ser una mezcla de frutos del bosque y especias. Después de tomarlo, parecía como si el mismísimo Bram Stoker se hubiese adueñado del guión de la cena, ya que nuestro aspecto era casi vampírico. Finaliza la tanda con un suave y redondo juego de contrastes entre la frambuesa y el consomé de liebre que concluye una parte llena de sabor, de fuerza y de intensidad, no apta para todos los paladares como siempre suele ser la caza.

LOS POSTRES

36- Castañas miméticas

37- Terrón de azúcar al té y lima

38- Estanque

39- Globo de pistacho y yogurt

40- Filipinos

41- Carpaccio de fresas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El prepostre consistió en unas delicadísimas (a nosotros se nos rompió) castañas, cuyo nombre proviene de que…no son castañas. La forma es muy parecida y son parte de chocolate rellenas de foie. Un juego de sabores dulces y ácidos. El terrón de azúcar al que hay que embadurnar con té y lima se encarga de limpiarnos la boca, algo que termina de realizar el siguiente paso, un estanque helado sobre el que espolvorean frutos secos molidos y que resulta fresco y poderoso, quizá demasiado poderoso para algunos, aunque a nosotros, que estamos acostumbrados a los caramelos "Fisherman's friend" nos resulta placentero y nos abre de nuevo los sentidos.

Llegan a la mesa unos enormes globos de pistacho y yogurt que se van comiendo y desmoronando poco a poco y que resultan ante todo divertidos, preparándonos para la traca final que se nos viene encima. Los filipinos son una interpretación del mini "donut" de chocolate, pero al masticarlos…la sensación es que una bomba de diferentes chocolates y mentoles estalla en el paladar. ¡Una pasada! Y el carpaccio de fresas es sencillamente antológico, es fino, sabroso, encantador, un bocado sublime que no quieres que se termine nunca. Un final que alcanza la perfección.

LA CAJA

42- ¡La caja!

 

 

 

 

 

 

 

 

Solo por esta caja ya está justificado el viaje. Una enorme caja de metacrilato rojo (dos en nuestra mesa) que se abre por arriba y por los laterales y que está llena de … ¡chocolate! Sí,  más de 15 clases diferentes de chocolates, tabletas, con menta, en forma de coral, con fresa liofilizada, negro, con leche, blanco…¡un festival! Después de 41 platos todo te da igual, quedas tan absorbido y obnubilado con esta caja que no dejas de meterla mano, un auténtico paraíso para los que somos chocolateros y que indudablemente es un final de fiesta de fuegos artificiales, que culmina la que para nosotros ha sido hasta el momento la mejor experiencia gastronómica que hemos vivido.

De la cocina de Ferrán Adriá poco podemos comentar, se han escrito libros, se han realizado programas, casi han salido tesis doctorales, así que poco podemos añadir. Es imposible que con 42 platos haya un acuerdo total entre nuestras preferencias, imposible resulta igualmente que gusten todos, incluso seguimos pensando que fueron demasiados, 10 platos menos nos hubieran permitido un tempo más tranquilo. Pero en lo que todos, los 9 comensales estábamos de acuerdo, es que esta cocina te hace pensar, hace maquinar al intelecto. Todo tiene su razón, el orden de los platos, la secuencia, la forma de degustarlos, todo está pensado desde el primer momento hasta el último. Solamente es unos días después, cuando ves las fotos, cuando vuelves a repetir mentalmente la tanda de platos, el momento en que te vas dando cuenta de que hay algo de verdad en el mito, de que todo esto es mucho más que una mera secuencia de platos, hay alma, hay trabajo, hay raíces. Un auténtico festival.

El vino es un aspecto primordial para nosotros y no lo iba a ser menos en esta cena. La carta del Bulli es bastante completa y contiene referencias de casi todo el orbe (unas 1.300 más o menos). Solamente echamos de menos la presencia de más champagnes de pequeño productor, de más riesling alemán especialmente seco y semiseco y de una mayor profundidad en Italia, sobre todo en lo que al Piamonte se refiere. También nos hubiera gustado ver añadas viejas y verticales de ciertos vinos, pero lo que más nos hubiera gustado ver son…precios coherentes. Por desgracia los precios están muy inflados, lo habitual es 2,5 veces el precio de tienda, pero hay muchas referencias cargadas con 3 veces su precio final, algo que no comprendemos y que hace flaco favor al consumo de vino. Afortunadamente la carta está publicada en Internet con precios, con lo cual pudimos hacer un estudio de las referencias más favorables en cuanto a carga, que como en todas las cartas existen y hay que buscar, referencias que sacamos a una hoja de cálculo y que entregamos al sumiller en el momento de elegir los vinos. Los sumilleres del restaurante, David y Ferrán, son dos excelentes profesionales, con muy buena formación y abiertos al cliente, sabiendo sugerir sin en absoluto imponer. A nosotros nos atendió David y nuestro "feeling" con el durante la cena no pudo ser mejor. Nuestra sugerencia inicial le pareció perfecta, simplemente añadimos un blanco y un tinto más por que nos quedábamos cortos, además de una cerveza, la Damm Inedit, que resultó un perfecto contrapunto en una tanda tan complicada para un vino como el ceviche y el taco mexicano.

Comenzamos con una Manzanilla La Guita, una de nuestras manzanillas comerciales preferidas, que desde que se encuentra bajo la órbita del Grupo Estévez ha ido mejorando poco a poco sus registros. Fresca, directa y seca, combinaba a la perfección con los snacks. Para los aperitivos nada mejor que un champagne y elegimos la Cuvée L'Amateur de David Leclapart, un productor fino y que realiza vinos muy delineados y de gran equilibrio, primarios, minerales y cítricos. Esta es su cuvée básica, un blanc de blancs encantador, pleno de frescura y acidez, un perfecto acompañante para los aperitivos servidos.

Para los platos principales pedimos dos blancos, el primero un Chablis Les Clos 2005 del Domaine Billaud-Simon. Un buen (aunque no de los mejores) productores de Chablis, el mejor viñedo de la zona (y uno de los mejores de toda Borgoña) en una añada más bien cálida. Y el resultado no pudo ser más satisfactorio, ya que encontramos el peso y la enorme profundidad de los vinos de este viñedo pero sin perder la acidez y la mineralidad que uno espera de un Chablis, la zona más septentrional de Borgoña y casi al límite de maduración de la uva. Un vino complejo, con estilo, que gustó mucho. Y si Borgoña es una de nuestras zonas preferidas para blancos, Alemania es la otra. David nos ofreció como opción un Emrich Schönleber Halenberg GG 2004, opción a la que accedimos porque consideramos a Emrich como un productor extraordinario, casi a la altura del Dios de Nahe, el mismo Helmut Dönnhoff, incluso superándole a veces. Tremendo este Halenberg, una lección de lo que debe ser un riesling seco, un vino redondo en una añada fría y complicada como 2004 que nos recuerda (aunque no llegue a su nivel) al Hermannshöhle del maestro en la misma añada. La pregunta fue concisa: ¿cuál ha gustado más? La respuesta sorprendente: gustó en líneas generales más el riesling, algo que nos congratula, ya que es un vino más complicado de comprender que el Chablis. En cualquier caso, dos blancos formidables para completar la parte más variada del menú, que culminamos con la Cerveza Damm Inedit, una cerveza muy gastronómica que pudo perfectamente con dos "Miuras" como el ceviche y el taco, que probablemente hubieran vencido al riesling. Solo un fino o manzanilla contundente o una cerveza podrían superar este envite. Fue una acertada propuesta de David.

Con el tercio de caza pedimos dos tintos, el primero un Crozes-Hermitage La Giraude 1999 de Alain Graillot, una selección de las mejores barricas de su Crozes en una gran añada en la zona y que pensamos que es uno de los "chollos" de la carta por su precio. Al principio muy reducido y austero, pero poco a poco se va revelando como un vino complejo, de múltiples capas, serio, largo y siempre poderoso, uno de esos vinos que consideramos prototípicos de lo que deber ser una syrah de verdad. Notas animales, de tapenade, acidez, estructura. Un vino muy serio. Para finalizar pedimos un Priorato, un Ferrer-Bobet 2006. Ferrer-Bobet es una de las mejores apariciones nacionales de los últimos tiempos en nuestra opinión, y sus vinos nos muestran una cariñena fresca y mineral, sin perder carácter frutal y especiado y con buena acidez en boca. Este 2006 es un vino muy razonable, con todo bueno que uno espera de un Priorato y francamente accesible en boca, revelándose como un perfecto aliado para la caza. Además con un precio razonable en tienda, aunque aquí en el restaurante estaba como casi todos los vinos, demasiado inflado. Dos vinos tintos muy diferentes entre sí, más sencillo y evidente el Priorato y más austero y complejo el Crozes, que crecía y crecía con el aire. Magnífica tanda.

Para el postre había que intentar sorprender con algo diferente y teniendo en cuenta las distintas características de estos, no resultaba tarea sencilla. Pedimos un Coteaux du Layon Clos de Sainte Catherine 2002 del Domaine des Baumard. Se trata de un domaine que realiza vinos de muy alto nivel, ofrecidos en líneas generales a unos precios muy atractivos y si bien consideramos a su Quarts du Chaume como un vino modélico en su nivel de precios, lo cierto es que este Layon no le va a la zaga. Tiene todo lo que esperamos de un magnífico chenin blanc botrytizado del Loira, con esa mineralidad, acidez, dulzura y ligereza perfectamente ensambladas en un conjunto realmente agradable y siempre convincente. Gustó mucho este vino. Lo suyo con los chocolates hubiera sido pedir un Porto Vintage, pero viendo los precios…tampoco fueron mal con un poco del Graillot que guardamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El servicio del vino resultó impecable, cada uno de los vinos fue servido en una copa diferente siendo todas ellas adecuadas, incluso la de champagne, nosotros siempre bebemos el champagne en copa ancha, pero la flauta en la que se sirvió tenía la suficiente anchura como para apreciar mejor los aromas. Sin hacer ruido, sin caer una gota, con las copas siempre llenas, lo cierto es que el tratamiento del vino nos pareció modélico, al igual que el servicio de mesas, un auténtico despliegue de medios y de concepto de trabajo en equipo. Hubo algunos momentos en que había del orden de 10 camareros atendiendo nuestra mesa en perfecta sincronía, cada uno haciendo su labor, sin notarse, sin ser en ningún momento protagonistas, pero estando ahí, además siempre con espíritu positivo, contestando cualquier duda y explicando los platos perfectamente. Servicio moderno, perfecto en sus formas, nada servilista, sin cometer fallos, cercano, indudablemente lo que más nos sorprendió del restaurante. Tras todo esto hay una enorme labor de formación, de entrenamiento y de espíritu de trabajo en equipo, algo fundamental para que un proyecto funcione.

Al final de la cena, al filo de la 1 y media de la madrugada, cuando solamente quedábamos unas pocas mesas en marcha, salió Ferrán Adriá y fue saludando de nuevo mesa por mesa a los comensales y preguntando por la experiencia. Nos pareció un detalle satisfactorio y que le honra, pues hablaba de forma cercana y distendida, sin importarle el tiempo que estuviera en cada mesa, daba la sensación de que había muchos clientes fijos pues se estaban saludando de forma muy efusiva. Eramos conscientes de que estábamos en un momento único en nuestra vida y que no se volverá a repetir, porque El Bulli seguirá ahí, pero será otra cosa.

Las experiencias únicas y exclusivas son caras, y desde luego que cenar en El Bulli lo es. El precio del menú en su último año es de 270 euros, vamos, 45.000 pesetas de las de antaño. Muchos dirán que no es nada caro, que estamos ante el mejor del mundo, que hay 50 cocineros y 30 camareros para apenas 60 comensales, que hay una enorme labor de investigación tras cada uno de los platos, que la materia prima (langostino, gamba roja, angulas, becada, dashi, pan de oro, liebre, trufa negra, foie) es de gran nivel, pero vaya, para nosotros es algo caro, que nos ha obligado a realizar un gran esfuerzo para poder vivirlo. ¿Ha merecido la pena? Indudablemente sí, cenar en El Bulli ha supuesto toda una experiencia de las que no se olvidarán, ha sido algo especial, algo grande, un abanico de sensaciones que nos han dejado huella y que nos han hecho pensar y reflexionar. Incluso algún compañero de mesa, gente que conoce prácticamente todo el mundo y que ha comido en algunos de los mejores restaurantes de España y del mundo lo señalaron igualmente como una experiencia única. Si pudiéramos repetir (que no va a ser el caso) probablemente no lo haríamos, pero más por el aspecto económico que por otra cosa, pero desde luego que nunca olvidaremos nuestra visita al Bulli, sin ningún género de dudas el mayor fenómeno gastronómico a nivel mundial del último decenio. El mito desde luego que está justificado, aunque haya que pagarlo.

Tortuoso y lento camino de vuelta a Rosas, una copa de rigor en el único local abierto por la zona del hotel y a prepararnos para el día siguiente, para la visita a Can Miá. Les garantizo que si bien El Bulli no nos sorprendió en algunas facetas, al fin y al cabo uno espera la casi perfección cuando acude a estos lugares, lo de Can Miá nos dejo boquiabiertos, pocas veces hemos visto semejante despliegue de cantidad y calidad al mismo tiempo sobre una mesa. Pero eso lo dejamos para el segundo capítulo, que este ya se ha alargado en demasía.

Les esperamos la semana que viene.

Un saludo,

Eugenio Sáenz de Miera Arnau

(EuSaenz)

  1. #21

    EuSaenz

    en respuesta a Jeronimo
    Ver mensaje de Jeronimo

    Gracias Jero, la verdad es que no es un restaurante sencillo de valorar, hay muchos parámetros que se pueden escapar. Y por encima de todo está el factor puramente emocional. Lo de Can Miá es más sencillo, es la "leshe" y punto. :-D

    Venga, va faltando menos para el día 2…

    Saludos,
    Eugenio.

  2. #22

    EuSaenz

    en respuesta a manuel_matilla
    Ver mensaje de manuel_matilla

    Fíjate que yo nunca lo intenté ni siquiera, todo fue gracias a las gestiones de un amigo y a que me ofreció la plaza. Hablando allí con el "maitre" nos contaba el trabajo que tiene lo de contestar personalmente a los dos millones de solicitudes que recibe y la verdad es que también hay que verlo desde el otro lado…es muy complicado.

    El Celler de Can Roca es el restaurante que más ganas tengo de visitar y en apenas un mes espero tacharlo de la lista de pendientes.

    Saludos,
    Eugenio.

  3. #23

    Jeronimo

    en respuesta a manuel_matilla
    Ver mensaje de manuel_matilla

    Si lees mis comentarios anteriores verás que yo opinaba lo mismo que tu, pero cuando un amigo me dijo que teníamos mesa.......

  4. #24

    Olaf

    Gracias por la detallada crónica Eugenio. 42 platos... El otro día vi unas fotos en el facebook del comedor del Bulli y me quedé también a cuadros, ya que no es lo que esperas. Ahora viendo los platos y las descripciones y dado que al Bulli vas a comer, ¡que mas da! Enhorabuena por la experiencia. Los 270€ son con o sin vino?
    Saludos
    Olaf

  5. #25

    frederic

    Eugenio, eres un crack de la comunicación, pues te doy las expresivas gracias por saber describir de forma tan comprensiva y fotográfica los 42 platos de la cena del Bullí, el mejor restaurante del mundo, y q continue así por muchos años.
    Si vas al Celler de Can Roca pideles su gun tónic con cubitos de infusiones de limón y de menta: es una delicia q no te la puedes perder.
    una abraçada i salut.

  6. #26

    Francescf

    Una pregunta: ¿de dónde sacas esos amigos...? :-D

    Felicidades. Eso sí es lotería y no lo que sortean por ahí ;-)

  7. #27

    EuSaenz

    en respuesta a Olaf
    Ver mensaje de Olaf

    Me temo que sin vinos, Olaf. De todas formas intenté ajustar lo máximo posible con los vinos, creo que bebimos bien y tampoco subió mucho, fueron 70 pavos más cada uno más o menos. En fin, una vez en la vida, pero de verdad que no lo olvidaré.

    Saludos,
    Eugenio.

  8. #28

    EuSaenz

    en respuesta a frederic
    Ver mensaje de frederic

    Muchas gracias, Frederic. Soy más de maltas, pero me pediré el Gin Tonic que me dices. Lo que no probaré es el gol de Messi... ;-D

    Un fuerte abrazo,
    Eugenio.

  9. #29

    EuSaenz

    en respuesta a Francescf
    Ver mensaje de Francescf

    Sin lugar a duda lo mejor que tengo en la vida es mi familia y los amigos. Y nos los cambio por nada.

    Un saludo y muchas gracias,
    Eugenio.

  10. #30

    Miriam

    en respuesta a EuSaenz
    Ver mensaje de EuSaenz

    tranquilo, tranquilo, que lo entendí. Si es normal, con tanto homenaje, hasta el teclado te coge envidia (sana, por supuesto!!)

    Saludos

  11. #31

    Juanjosantos

    en respuesta a EuSaenz
    Ver mensaje de EuSaenz

    Excepcional crónica Eugenio!!!

    Has hecho que, por momentos, pudiera vivir imaginariamente un poco de esa experiencia.

    340 por cabeza en El Bulli estuvo bien, ajustaste bastante en los vinos y, teniendo en cuenta el x3 respecto a tienda, difícilmente ibas a poder ajustar más si queriáis un maridaje a la altura de esos tremendos 42 platos ;)

    PD. La salud, la familia y los amigos son lo más importante en la vida. Todo lo demás va, viene y se puede volver a ir.

  12. #32

    EuSaenz

    en respuesta a Juanjosantos
    Ver mensaje de Juanjosantos

    Gracias Juanjo, me alegra que te haya gustado. En efecto intentamos ajustar lo más que pudimos en los vinos pero siempre menteniendo un nivel y creo que lo conseguimos.

    Lo último que comentas no ofrece discusión.

    Saludos,
    Eugenio.

  13. #33

    Lapitanzavalencia

    Brillante exposición... Ha sido casi como estar un ratito allí.

    Por desgracia creo que es lo más cerca que vamos a poder estar de El Bulli pues no hay forma humana de reservar.

    Saludos
    Hugo

  14. #34

    EuSaenz

    en respuesta a Lapitanzavalencia
    Ver mensaje de Lapitanzavalencia

    Gracias Hugo, muy agradecido.

    En cuanto a lo de la reserva, me imagino la dificultad y más ahora en su fase final. La verdad es que tuve suerte…

    Un saludo,
    Eugenio

  15. #35

    G-M.

    Eugenio, ¿y en la carta de vinos no había faltas?
    A mi me dijeron ya hace unos meses, que como cerraban, no reponían.
    Con lo que si han seguido esa política... ¡no debe quedar un wine!

  16. #36

    G-M.

    Eugenio, ¿y en la carta de vinos no había faltas?
    A mi me dijeron ya hace unos meses, que como cerraban, no reponían.
    Con lo que si han seguido esa política... ¡no debe quedar un wine!

  17. #37

    EuSaenz

    en respuesta a G-M.
    Ver mensaje de G-M.

    Sí, había alguna, pero entre los que elegimos a priori no hubo faltas. También es que elegimos cosas raras...

    Saludos,
    Eugenio.

  18. #38

    Ocumare

    Fascinante ARTICULO.

  19. #39

    EuSaenz

    en respuesta a Ocumare
    Ver mensaje de Ocumare

    Muchas gracias, me alegro de que te guste.

    Saludos,
    Eugenio.

  20. #40

    Craticuli

    Cada vez que lo leo me gusta más.
    Saludos.


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