Puck

Último viernes en la La Tintorería II - Reedición del texto del 2.12.2010

Por fin saco un momento para terminar esta crónica que deseo sirva de homenaje y agradecimiento a los socios de La Tintorería y a todos los representantes de las bodegas que han hecho posible que haya podido disfrutar tanto del vino, del buen vino, estos viernes del mes de noviembre.
 
Una garnacha blanca riojana me da la bienvenida a BODEGAS EXEO (D.O. Rioja). Este CIFRAS BLANCO me sonríe vestida de amarillo pajizo, brillante y limpio, con gracia y frescura floral en el aroma que te despista, pues al desnudarla en la boca te sorprende su untuosidad y estructura. Al ver la sorpresa en mi cara, el bodeguero hace un guiño pícaro diciéndome “¿No te esperabas ese cuerpo verdad? Es la crianza sobre lías y en madera de roble francés” Así que tenía madera, y muy, muy bien integrada. Me comenta entonces que la uva proviene de una finca que su padre, visionario, adquirió expresamente para plantar garnacha blanca, años atrás, cuando nadie pensaba en lo que podía dar de sí esta uva. Sigo bebiendo y sigo disfrutando de esa deliciosa amalgama de acidez, frescura y grasa, que te pide un buen pescado azul, un bonito apunta él, unas sardinas ofrezco yo, no, sardinas no que no me gustan ¿salmón? ¡Qué excelente vino para un buen salmón!
Me presenta después a las LETRAS MINÚSCULAS 2009, inspirado coupage de garnacha y tempranillo. Su aromática fruta desvela su juventud, pero en boca no se encuentra la rebeldía del tanino por domar, no hay aspereza de ningún tipo y sí elegancia en el continente y plenitud de sabor en el contenido. Me comenta el bodeguero que han intentado hacer un vino de precio ajustado para todos los gustos y que acompañe a todo tipo de ocasiones, y no puedo por menos que darle la razón y felicitarle por un vino tan asequible y elegante a la vez, proyectándole un futuro de best seller.
Por último, me despido de esta bodega con su CIFRAS 2008, expresión de la plenitud de la garnacha con toda su personalidad mineral y evocativo aroma a golosina, que en boca despliega una serena finura de fruta roja ataviada de elegante madera, que despliega capa tras capa de sabor que tarda en desaparecer. Al irme me regala un precioso y original Cuaderno de Campo con información de la bodega, los vinos, y espacio para notas.
 
Rampa arriba, les doy una nueva oportunidad a las BODEGAS CONDE (D.O. Ribera del Duero) y QUINTA SARDONIA (Sardón del Duero) para que me hablen de sus criatura, y casi me doy media vuelta porque sigue sin haber representante de ninguna de ellas, pero antes de hacerlo, Flequi me para y le insta a un chico joven, en el mismo lado del tablón que yo y al que había confundido con otro interesado en probar el NEO, “Háblale de tu Neo a Mara”, así que sí había alguien de Bodegas Conde ¡qué bien, con las ganas que tenía de probar el Neo! Con la copa en la mano llena del oscuro líquido proveniente de un gran mágnum, embriagándome de su complejo aroma, lleno de matices de fruta negra y especias escucho sus palabras apasionadas y admiro el brillo ilusionado de sus ojos al hablar de su Neo, de cómo han querido crear algo diferente con él, cómo toda la bodega es un concepto innovador en la Ribera del Duero, en el que vuelcan sus ansias de crear “Todo es nuevo, la manera de hacer el vino, los vinos que estamos creando ¡hasta tenemos un estudio de grabación!” El vino es profundo, enigmático, boscoso, atractivo, de marcada personalidad, engancha, te da la sensación de que podrías beberlo durante horas y nunca aburrirte.
 
Las dos botellas de Quinta Sardonia seguían buscando a sus padres –como Marco a su madre ;)- Decido no pasar de mojarme los labios con ellos si no voy a poder disfrutar de su historia y lamentando no haber visto ni a los Terra D’Uro, ni a los Telmo Rodríguez, ni a los Terrazgo, me dirijo a la caja para despedirme y de paso solicitarle uno de los nuevos catálogos que he visto circular por la tienda, muy bien diseñados como si fueran pasaportes.
 
Digo adiós a César, un poco triste por ser el último viernes, cuando Flequi me recoge de nuevo saliendo y me pregunta “¿Has probado los TERRAZGO (D.O. Arribes)?” se me ilumina la cara porque después de haber visto su página web, esos vinos me apetecían un montón. Bodeguero y enólogo me acogen con sonrisas. El entusiasmo del joven enólogo es contagioso, por lo que el bodeguero da dos pasos atrás y le da todo el protagonismo al autor de la obra. Trae sólo un vino, de dos añadas diferentes, Terrazgo 2006 y Terrazgo 2007. Me pide que empiece por la del 2006 a pesar de que, en sus propias palabras, ya es difícil de encontrar, y entonces le pregunto “¿Por qué me lo das a probar si no lo voy a poder comprar?” ”Porque ahora mismo está en su momento óptimo y para mí que, soy quien lo ha hecho, es importante que se le conozca en su mejor momento” “La verdad es que tienes razón, porque el 2007 llegará al mismo nivel en su momento” “O mejor, quizás” La etiqueta es de estética rompedora, en elegantes rojo sobre negro, en trazados gruesos que recuerdan a la caligrafía oriental. Me llevo la copa a la nariz e intento asimilar una rica variedad de diferentes aromas. Es profundo, frutal, intenso, especiado, mineral, con matices de madera y hojarasca, tostados… y todo perfectamente combinado, sin ninguna nota que destaque sobre las demás pero cada una de ellas exhibiéndose seductora. Me habla de las uvas, uvas antiguas de la zona, uvas viejas, casi olvidadas y rescatadas, cuidando cada finca de procedencia; Juan García, Rufete y Bruñal, nombres que jamás había oído, cepas viejas, de más de 90 años. Un pequeño sorbo, el ataque es brutal y elegante, espléndido. Sabroso, carnoso, de potentes taninos pero fabulosamente bien integrados. Alzo cejas y sonrío, qué pedazo de vino, qué deliciosa complejidad, cuánta elegancia masculina. No puedo por menos que dar la enhorabuena a los padres por tan hermosa creación. Finalmente pruebo el hermano pequeño, demuestra maneras en aroma y en boca, le falta la complejidad y profundidad que sólo da la sabiduría que otorga la edad. Le esperaré, esperaré a que crezca.
 
Abandono La Tintorería y subida a mi alfombra mágica de emociones emprendo mi camino a casa. Sentada en el tren me dispongo a recrearme en mis recuerdos con la ayuda del Cuaderno de Campo de Bodegas Exeo y del catálogo de La Tintorería y ¡Oh, horror! ¡No los tengo! Me los debí dejar apoyados en el tablón mientras probaba los Terrazgos. Me siento triste, como si a un niño le hubieran quitado la golosina que se reservaba para cuando no lo vieran. Al día siguiente ya no me siento tan triste, es muy posible que no pueda recuperar el Cuaderno de Campo pero sé que los chicos de La Tintorería me volverán a dar su catálogo, sólo tengo que volver otro día ¿verdad?
 
 
 

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