Blog de Álvaro Moreno

El primer trago del Gin-Tonic del vermú de los sábados



Me acabo de finiquitar, en una de esas tardes dominicales de lectura relajada, apacible y placentera, el libro que dio a conocer al escritor francés Philippe Delerm “El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida”. Es una pequeño texto, apenas 102 páginas, que adquirí junto con otros libros que conforman la colección “Los 5 sentidos”, publicados por Tusquets, que entre otros autores destacan referencias literario-gastronómicas como Álvaro Cunqueiro, Nestor Luján, Victor de la Serna, Xavier Domingo, Lorenzo Díaz,… ni más ni menos.

El autor tiene la capacidad de transmitir el disfrute que le provocan pequeños momentos insignificantes que para muchos no serían otra cosa que un condimento más de la vida cotidiana y que sin embargo para alguien en primera persona representan esos “pequeños” instantes que nos ayudan a colonizar la tan deseada Felicidad.

Bueno, con esta introducción no es que me las quiero dar de erudito, lector empedernido, ni “enterao” y más cuando verdaderamente no lo soy, simplemente quería dar una explicación de donde surge el título de este pequeño artículo o gacetilla personal de la que os quiero hacer partícipes.

Yo le he pegado un pequeño requiebro al titular para describir lo que para mi sin duda es uno de los grandes momentos de la semana, por no decir el mejor, aseveración con la que martilleo, no sin cierta falta de originalidad, a mi cuadrilla cada sábado que tengo la fortuna de disfrutar de un vermú “torero” en la catedral pagana de Casa Paco.

Hay muchos factores que me provocan una sensación de plenitud en el momento de llevarme a la boca el primer sorbo de Gin-Tonic un sábado a eso de las 16:30 h.

Hay factores materiales, palpables, tangibles. Después de tomarse unos cuantos tintos, cervezas, vermús o lo que se tercie, acompañados en el paseíllo por subalternos de lujo en forma de grandes manjares de la culinaria segoviana, café y puro, uno se deja caer en los brazos de un Gin-Tonic con el mismo ansia que el sediento recibe al oasis en el desierto. El gaznate te demanda una ola de frescor y no hay mejor preparado que cumpla esa función, al menos para un tipo que ya va camino de los 40. Algunos podrán decir que soy uno más que se apunta al carro de las últimas tendencias y puede que tenga razón, ya que no hay que espabilar mucho para darse cuenta que esta bebida se ha convertido en estos tiempos en el combinado de moda, quizás por la gran proliferación de ginebras digamos Premium, cada vez más diferentes y diferenciadoras. En mi defensa y como argumentación puedo decir que es un trago de lo más completo, en su origen encontramos las principales características organolépticas que lo definen y lo engrandecen.

No podemos olvidar que fueron los españoles los que importaron de América, como tantos otros productos, la quinina, extraída de la corteza del quino, en su momento utilizada como antifebril y como antídoto para la malaria. El amargor característico de este elemento se ve reflejado en la tónica (o agua de tónica), que fue elaborada por primera vez por los británicos al añadirle azúcar y gas carbónico, para enmascarar ese desagradable, para ellos, amargor. Pero no se quedaron ahí y se cuenta que oficiales británicos combinaron esta bebida carbonatada con su aguardiente favorito, la Ginebra (destilado de cebada aromatizado con diferentes especias, cítricos,….) para celebrar sus continuas victorias en la India y además lo aderezaron con una rodaja de limón.

Amargor difuminado; frescor proporcionado por el chispeante carbónico, los hielos de calidad y la acidez de la rodaja de limón; la paleta aromática con la que nos sorprenda el maestro destilador dotando al brebaje de una sugerente complejidad; y el armazón, la estructura, la calidez y el dulzor aportado por el mejor alcohol de la ginebra. Todo ello en equilibrio nos proporcionan un copazo en toda regla.

Algunos consejos particulares, primero, es muy importante contar con hielos de calidad incluso mejor si están elaborados con agua mineral y libres de olores fatales que se hayan impregnado por su ubicación junto con otros alimentos en el congelador, segundo, la tónica al igual que la ginebra siempre muy frías antes de su servicio, tercero, no añadáis a vuestro Gin-Tonic zumo de limón el ácido cítrico de éste reacciona con el anhídrido carbónico diluyendo en poco tiempo las imprescindibles y persistentes burbujas y por último utilizar un vaso o copa apropiada, de cristal fino y a ser posible de boca ancha para que el combinado se pueda oxigenar y desprender todo su arsenal de aromas.

Por otro lado están los factores emocionales que convierten al primer trago del Gin-Tonic del vermú de los sábados en un momento mágico, en una mezcla de sensaciones de tradición, costumbre, rutina buscada, realización personal y colectiva, una forma de decirle a un amigo del género masculino que me hace falta su presencia y amistad, sin que resulte excesivamente edulcorado y pastelero. ¡¡Somos la leche!!

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