Blog de Eugenio Saenz

82 años le contemplan

Tras dos años consecutivos asistiendo al encuentro de peñas y foreros llevándome un grato recuerdo de ambos eventos, en este año 2007, los más de 700 kilómetros que separan Madrid del Castillo de Perelada me hicieron del todo imposible el poder acercarme por un fin de semana. Sin embargo andaba yo con la vena viajera y acompañado por dos amigos y por Mercedes, mi mujer, decidimos viajar a Cantabria para darnos todo un homenaje enológico y de ese modo resarcirnos, al manos en parte, de nuestra ausencia del encuentro. Pienso que los vinos que tomamos fueron tan destacables que merece la pena que escriba esta crónica.

Y cuando hablamos de viajar a Cantabria hablamos, por supuesto, de visitar la capital Santander, y en ella a Andrés Conde y su Bodega Cigaleña y al tándem Phillipe Cesco - Nacho Jiménez en su tienda de La Ruta del Vino. En esta última paramos primero para charlar, ver alguna novedad y llevarnos como siempre algún “vinito” interesante, en mi caso del gran descubrimiento alsaciano del año, Martin Schaetzel, de un magnífico alemán biodinámico, Freiherr Heyl, y de los siempre fiables Champagnes de Lenoble. Despedimos a Nacho, quedamos un rato con un familiar para tomar un aperitivo (no olvidemos que soy medio cántabro y tengo mucha familia allí) y nos dirigimos a La Cigaleña para disfrutar de una sesión con Andrés que de verdad, cada vez que vamos nos sube más el listón y nos lo pode más difícil. Bendita dificultad.

Subimos y nos acomodamos en un reservado que dispone en la parte de arriba y rodeados de históricas botellas, más de 30 añadas de Vega Sicilia y de mitos de Burdeos, por tanto en un ambiente muy especial, nos montamos en una montaña rusa que nos hará subir y bajar del cielo durante un espacio de casi cuatro horas.

Comenzamos. Unos días antes le comenté a Andrés que quería probar alguna añada antigua de Rioja. Mi idea era hacerlo durante la comida pero él sugirió catarlo al principio y sin comida para que un vino tan delicado tuviera un protagonismo absoluto y no fuera del alguna forma relegado. Perfecto. El me comentó: “¿y cómo de antiguo lo quieres?”. Le contesto: “pues no sé… quizá de los cincuentas o primeros sesentas?”. Responde: “no, yo hablo de algo más antiguo, ¿que tal 1925?”.

Se hace un silencio momentáneo en la sala. “Sí” – prosigue- “es una añada histórica en Rioja, podemos probar un Castillo de Ygay o un Marqués de Riscal, ambos son extraordinarios”. Nos decidimos por el Riscal para ver el carácter especial de de la Cabernet ya madura. Andrés baja a la bodega y sube un poco después con la botella. Todos sabemos que con vinos tan antiguos te la juegas un poco por lo que la emoción que invade el momento es especial. La abre con sumo cuidado y el corcho, ya mermado por el tiempo, cede y cae dentro de la botella. No pasa nada, ya que está entero y sin roturas o desgarros. Cata el vino y hace un claro gesto de claro de asentimiento… la botella es buena.

Resulta muy difícil poner una nota de cata de este vino, pero ahí queda:
http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=18205

Su color increíblemente subido, los aromas intensos y complejos y sobre todo su boca, elegante, sedosa, con una acidez y frescura todavía desconcertantes y un final largo y placentero como pocos. La idea de tomarlo al principio y sin comida es perfecta. A este venerable anciano de 82 años que tiene una lucidez y una juventud insultantes hay que darle el respeto merecido y no poner comida junto a el. Sólo silencio y admiración. Como decía el añorado Manuel Camblor, estábamos ante un vino dramático. Estábamos y sabíamos que estábamos en un momento casi irrepetible. Gracias Andrés por compartirlo con nosotros.



Un detalle más es que al parecer, el benigno clima de Santander, con una humedad alta durante todo el año y unas temperaturas suaves y constantes ayudan a que estos vinos puedan conservarse mejor durante años.

Difícil seguir tras esto, pero realmente no habíamos comenzado! Con los entrantes elegidos, una excelente cecina del Valle del Esla, unas mollejitas de cordero lechal y un pastel de berenjena queríamos un Champagne. Yo pensé en David Leclapart, un productor biodinámico que conocí en la cata de Madrid fusión y que me encantó. Parece que Andrés me leyó el pensamiento: “Te voy a poner un Leclapart L´Apotre 2001, para que veas como se las apaña un gran elaborador en una mala añada, de la que apenas han salido milesimados”

El vino resulta magnífico:


http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=18206

Es un Champagne puro, redondo y muy limpio cuya acidez roza el límite y que acompaña en la mesa a la perfección. Lástima las pocas, poquísimas botellas disponibles, que en España las tiene Andrés casi en exclusiva. Confirmó por tanto la gran sensación que me causó en enero.

Con vistas a equilibrar presupuesto, había que tomar algún vino de excelente RCP y Andrés nos ofreció uno de los Burdeos más destacables en este aspecto, un Château Poujeaux 1999, Moulis-en-Mèdoc.


http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=18207

Un vino fino, elegante, con muchos matices frutales en nariz y un paso por boca maduro, sedoso y pleno. Una delicia en la mesa por su redondez y equilibrio. Perfecta armonía con un pescado, sí un pescado a la plancha, el autóctono San Martín, conocido en otros lares como San Pedro y que resultó sabrosísimo.

Y para acompañar el último plato, un inmejorable cordero lechal asado (ya quisieran muchos asadores segovianos, vallisoletanos o burgaleses hacerlo igual), lechal de verdad, pues le dije a Andrés que si tenía algo de Italia interesante, ya que nunca había tomado algo de Italia en La Cigaleña.

“Pues sí, tengo algo muy interesante” – me comenta- “un Valpolicella de Dalforno Romano”. Dalforno Romano es un productor de culto en el Véneto. Las poco más de 7000 botellas que elabora de su Valpolicella y su Amarone se venden y desaparecen nada mas salir.

El Valpolicella Superiore del 2002 es un vino tremendo:


http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=18208

Potente, pleno y grandilocuente, con una nariz intensa, casi de vino dulce, ya que tiene algo de Amarone en su coupage final y una boca que arrasa por su fuerza y carácter sápido. Parece que te va a cauterizar el paladar, pero no, resulta redondo y bastante domado. Una excelente elaboración en una añada no muy buena que habla maravillas del productor. Y perfecta la armonía con el plato castellano por excelencia.

Llega el postre. Y hay que pensar en un vino apropiado. Con el primero no nos complicamos, un surtido de tartas (hojaldre, queso, chocolate. etc.) y con el segundo pensamos en varias opciones hasta que Andrés me comenta: “bueno, hoy te voy a reconciliar con Egon Müller”. Durante la comida, hablando de vinos alemanes, le comenté que mis experiencias con los vinos de Müller, que Andrés considera el más grande, no fueron muy satisfactorias y se reducían a un Kabinett del 2000 y a un Spätlese del 2002, ambos del mítico Scharzhofberger. No ya por su calidad, que me pareció muy buena, sino por su elevado precio que para mí estaba por encima de aquella. Bien, pues ahora tendríamos sobre la mesa un Scharzhofberger Spätlese de 1994, una añada mítica en Alemania.

Se trata de un vino sencillamente superlativo:


http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=18210

Una nariz prodigiosa y cambiante, con un bouquet en el que había casi de todo. Y ese fondo de hidrocarburos que desconcertaba por su armonía con el resto de aromas, al contrario que me ha pasado con otros vinos similares. Estamos ante un vino de indiscutible clase y nivel mundial. Me recordó al Dönnhoff Hermannshöhle Auslese 1994 con el que terminamos en nuestra anterior visita. Para Andrés, este vino de Müller va todavía más allá. Habría que probarlos los dos juntos. Pequeños matices dentro de la casi perfección.



Ya casi a las seis de la tarde y tras una tremenda granizada abandonamos el local y nos citamos con Andrés para dentro de poco tiempo. Pasar cuatro horas con alguien así es toda una experiencia. Conocimientos, humildad y simpatía al servicio del vino y de los afortunados clientes que podemos sentarnos en su cátedra. Gracias y hasta pronto.

Tras un buen paseo por Santander, volvemos al cercano Villacarriedo, pueblo natal de mi padre y donde tengo una casa. Tras los ecos de una emocionante jornada de liga -¿volveremos por fin este año a La Cibeles?- cenamos algo en otro restaurante que recomiendo siempre por su excelente RCP: Las Piscinas.

Allí el amigo Fonso, propietario y buen amante del vino, nos improvisa una cena con un poco de buen jamón ibérico y unos deliciosos perrechicos en revuelto que se encuentran en el epílogo de su temporada. Para acompañar por supuesto, Champagne. Fonso me sale con varias botellas para elegir, Billecart-Salmon Brut y Rosé, Egly-Ouriet VP, y … ¡Pierre Peters!. Contra, el Champagne del amigo Víctor Cardona ha llegado al pueblo. Pues a la buchaca con él. Es el Pierre Peters Cuvée Reserve y sale como siempre excelente, acompañando perfectamente a los entrantes descritos. No pongo nota de cata pues tengo una botella en casa y lo haré con más tranquilidad cuando lo abra.

Para el segundo no nos ponemos de acuerdo y en la mesa hay unos huevos con foie fresco (¡que buenos!), carrilleras de cerdo ibérico estofadas y chuletillas de lechal. Para acompañar me dejo aconsejar y aunque últimamente no tomo mucho vino de la Ribera del Duero, Fonso me ofrece un Viña Sastre Pago de Santa Cruz del 2003. Esto es otra cosa, un vino que siempre me ha gustado y que es uno de los grandes de le Ribera. Y este 2003 me sorprende por su buen equilibrio y por estar bastante accesible aunque debe evolucionar un buen tiempo positivamente en botella.


http://www.verema.com/comunidad/vinoscatados/vino.asp?vino=16899

Terminamos con dos maravillosos destilados, un Whisky Talisker 10 años de la Isla de Skye y un Ron Guatemalteco Zacapa de 23 años XO. La conversación sobre todo lo que habíamos vivido en las 12 horas anteriores y que ahora comparto con todos vosotros fue un perfecto maridaje.

Maravilloso sábado por tierras cántabras, creo que bien aprovechado. En breve volveremos, prometido.

Un saludo,
© Eugenio Sáenz de Miera Arnau (EuSaenz)


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