
En mi búsqueda del
Imperial matizado, sublime, genial y especial, al fin; y después de catar las añadas desilusionantes de 2004 y 2005, me topé el viernes pasado con una botella del
Reserva 2001 que casi tenía olvidada en un rincón climatizado de mi casa de Haro. Como tenía visita para cenar, decidí incorporar el vino al menú, consistente en una jugosa tortilla de bacalao y un buen plato de jamón de bellota.
La composición mayoritaria de tempranillo despunta desde que sale el corcho al exterior.
En su color divisé los matices de un cereza picota, con levedad agranatada. Brillante. Nariz que ensalza la fruta roja en jalea y que desprende tirando del hilo matices de madera que desvelan cuero animal y vainilla. En boca resulta bien estructurado, con una entrada en la que la vía de dulzor aparece bien desarrollada y controlada. Acidez que acompaña al recorrido sin invadir, siendo un paso placentero y suave. Lograda conjunción entre fruta y madera. Buena persistencia, que lleva a una retronasal presidida por la memoria de la madera madre, con puntos especiados y de tabaco. Es un vino con clase, que levanta al Imperial a los niveles de un vino serio y bien construido. Ha sido mi reencuentro con el legendario Imperial de otras épocas no tan lejanas.
Recomendable y gallardo.
Intègre et intégral.