Dorado, limpio y brillante.
Jazmines, laurel, limón, piel de manzana, melocotón, carne de membrillo, canela, caja de cerillas y piedras. Seis días abierto y el abanico no ha hecho más que desplegarse.
En boca encontramos ciertas características de los vinos de este productor: la primera sensación de entrada es de algo mucho más dulce y sedoso. Una vez dentro, aunque el paso posee grasa, la contrarresta su inmensa acidez. Aún así, equilibrio, justa medida, definición, finura y precisión.
Flores, fruta y mineralidad en un postgusto de intensidad alta.
Con Huet nunca te equivocas, secos o dulces, (el espumoso todavía no lo he probado) me parecen pequeñas joyas que de momento se pueden pagar. Una de las mejores bodegas del mundo.
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