Ámbar pálido y brillante.
Nariz de buena intensidad, madura, profunda, bien definida y con notable profundidad. Entre su amplia panoplia olfativa destacan los toques de miel de romero y los orejones, hay algún toque a flores blancas, dulce y sutilmente acre, como de jazmines y azahar. Un sutil recuerdo licoroso y algo de pasas sultanas.
Esa voluptuosidad olfativa se corresponde con una boca que tiene un ataque de media intensidad, con muy buena acidez, untuosos y con notable longitud. Es goloso, con un dulzor que domina ligeramente a la acidez. Tiene una trama absolutamente sedosa.
Uno puede sentir a las odaliscas, unos 700 años atrás, tumbadas sobre una otomana, tomando orejones y pasas y pequeños sorbos de una ambrosía como esta.
Impresionante todo en este vino, habito una "monería" como se diría en la tierra que le vió nacer, color, nítido cristalino amarillo a dorado, acreditando en nariz aromas y perfumes, diriríamos a jardín de flores blancas de biznagas y pomelo maduro, a mandarinas frescas recien "robadas" hay que reolerlo, embriagarse de tanto perfume, a tierra recien mojada, su paso por boca es pura elegancia, puro sabor a miel fina, vuelve la fruta, algo amargoso, no mucho, y al mismo tiempo acido, persistente agradable, rico, moro, arabe, brujo como los montes y sus casas blancas como si viera de niño Bentomiz el castillo del moro huido, bajo las estrellas blancas, los montes de la Axarquia, este vino cala como la acidez del recuerdo, sus fundamentos, un agridulce retrogusto te indica que acabó la cata, un magnífico producto, una magnífica obra,
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