De color amarillo pálido, dorado, con lágrima abundante y fina. Brillante, limpio.

Con una nariz muy expresiva que presenta, a copa parada, patentes aromas terpénicos que recuerdan a variedades y zonas centroeuropeas, como la gewurztraminer, o la riesling. Preciosas notas de aceites esenciales, con recuerdos a uvas y peras maduras, a compota fresca de membrillo, con toques vivaces de cítricos de pomelo amarillo y limón, sobre un embaucador fondo floral de jazmín. Tras agitar la copa, se despliegan fragancias muy frescas, entre las que predominan los apuntes de pomelo amarillo, con el toque de madurez ácida del membrillo maduro. Es un vino muy floral, en el que el abanico de flores blancas se expresa en recuerdos de jazmín y acacia, sobre un fondo ahumado, de notas de levaduras finas, que le aportan un toque de seriedad a una paleta aromática muy marcadamente femenina, elegante, fresca y sugerente.

La boca hace gala de su imagen aromática, de naturaleza deliciosamente fresca, cítrica, floral y terpénica. Se muestra seco, quizás algo más serio que en nariz, con un perfil más estructurado, con una excelente integración de sabores y texturas que lo convierten en un vino con carácter, en el que el todo supera la suma de las partes. La frescura perfectamente integrada, sin aristas, el toque ligeramente amargoso y varietal de la moscatel, y el fondo mineral pizarroso, salino, convergen en un vino de marcada personalidad. Un vino de terruño, con el alma profundamente arraigada en las pizarras descompuestas bañadas de la brisa marina del Mediterráneo.

Es un vino que, sin duda, acompaña ejemplarmente numerosos platos, especialmente de cocina mediterránea. Por su carácter fresco, cítrico y mineral, es un compañero inmejorable de platos de pescado, moluscos y marisco. Inigualable acompañante de pescados de carácter gelatinoso, como el rodaballo.