Cata primavera 2010 (haro, 3 de abril).

En el marco de una sociedad jarrera localizada en la calle Navarra compartí con un grupo de amigos las excelencias de una selección arbitraria de botellas. Once tintos, tres blancos y un champaña.
El espumoso, un Igly-Ouriet llegó a la copa con una burbuja que fue de más a menos con demasiada rapidez, convirtiéndose casi en vino al de pocos segundos. A mi juicio, excesivo en punto final de acidez.
Los blancos, un Sancerre Sauvignon Blanc 2008 de La Cométa, exquisito. Confundido primero con un albariño, después con un verdejo. Sin embargo, el vino fue evolucionando de menos a más con una muestra final excelente. Un txakoli de Itsas Mendi. La bodega vizcaína es una de las tres mejores del mercado vasco de los txakolis contemporaneos. Soberbio. El tercero, un blanco de Tierras Cántabras, Tejea Verde, nos llegó con aromas demasiado húmedos para su perfecta degustación.
La ruptura hacia el tinto tuvo su punto culminante con un riojano Carlos Serres ampliamente aplaudido y reconocido al menos por su origen del terruño.
De toda la colección que siguió al Serres, destacaron a mi juicio un Bonne Nouvelle 2002 de Rolland, sudafricano elegante en boca y notablemente expresivo, un Castaño 2005 cepas viejas murciano de Yecla, dotado también de excelente expresión, un crianza de Duero, Viña Sastre 2006 y un vino de Castilla y León, el Barcolobo Vendimia 2007, pleno en nariz y boca.
Nos llegó destrozado un Pedrosa Gran Reserva 2000 y hubo división de opiniones con el portugués Bons Ares 2006 de Ramos Pinto, a mi juicio insuficiente. El aragonés Tempore Viña Centuria 2005, garnacha con cuerpo carnoso y certera presencia en nariz de cereza, un vino prometedor.
Flojitos el Pata Negra 2006, el alavés Olmo 34 y el chileno Carmenere 35ºSouth 2007, que fue tal vez mi mayor decepción.
En resumen, descubrimiento personal de un gran vino de Yecla, soberbio el sudafricano Bonne Nouvelle, exquisito el txakoli Itsas Mendi y buena condición de los Barcolobo y Sastre.
Seguiremos catando...