Barcelona Gastronómica. Gresca
Barcelona es una de esas ciudades que te atrapada desde el primer día que la visitas. Por motivos laborales he tenido la fortuna que poner rumbo en varias ocasiones a esta ciudad que se regocija al abrigo del Mediterráneo en un ejercicio de simbiosis, seres de diferente especie que viven en contacto físico y ambos sacan provecho de su vida en común. Pero Barcelona sin perder de vista sus señas de identidad y el terroir donde se ubica, es una ciudad con miras más allá de las aguas que la bañan, es una ciudad abierta al mundo y eso se palpa en el devenir de su cultura y en el sentir de sus calles.
Esa apertura de miras también se advierte, como no puede ser de otra manera, en la faceta que al menda tanto le apasiona, la gastronómica. Esa imagen cosmopolita que Barcelona insufla se percibe también en el amplio abanico de posibilidades coquinarias que uno puede seleccionar a la hora de elegir mesa y mantel. Y no solo eso sino que cuando te pones en manos del restaurante de turno, percibes el gusto por hacer las cosas bien, por querer agradar, por no limitarse a echarte de comer. Eso o que tengo tanta puntería que cada vez que paso por esta urbe siempre “mojo”, en esta ocasión tres de tres, tres restaurante tres aciertos, cada uno en su estilo, pero tres grandes trances de tripeo. Tengo que decir que dos de ellos fueron a propuesta de uno de esos “blogueros” que a mi personalmente más confianza me aportan y del que me declaro fiel seguidor, Joan Goméz Pallarés (www.devinis.org).
Quiero céntrame hoy en Gresca, podríamos encuadrarlo dentro de la actual imagen de los bistró franceses que se ha extendido más allá de las fronteras del país vecino. Pequeños restaurantes con una cocina basada en platos y materia prima de corte clásico, sin renunciar a las técnicas de vanguardia y con precios abordables. Esa es la esencia de Gresca, un pequeño restaurante ubicado en Eixample barcelonés, con espacio para un máximo de 25 comensales, un local muy estrecho más pequeño que muchas zapaterías vecinas, con un diseño eso si muy acogedor. Si Rafa Peña y Mireia Navarro (sus creadores) decidirán buscar un nuevo local, sin duda ese sería el detonante para recibir su primera estrella Michelin, pero no se si realmente les interesaría y a buen seguro también podría ser la causa de la pérdida de la identidad y la esencia de esta apuesta gastronómica.
Me costó conseguir mesa para el fin de semana, pero finalmente me hice un hueco el viernes al mediodía, entre semana ofrecen además de su carta, un menú de mediodía con tres primeros, tres segundos y postre a elegir por un precio de unos 18 euros, pero yo preferí hacer un repaso por aquellos platos de los que había escuchado hablar maravillas, así que pedimos las recetas que ahora os detallaré y nos los sirvieron a modo menú degustación, me gusto mucho el formato.
Comenzamos con una tapa de Foie Escabechado, que nos hizo darnos cuenta en el primer bocado que nos esperaba una dulce sesión de placer, cuando menos diferente. Si algún defecto se le puede achacar a este manjar visceral (que tanto le gusta a mi amigo Ignacito) es la pesadez que puede provocar tanta carga de grasa, al escabechar el hígado de pago, se amortigua esa sensación. Se sirve en su jugo con el puerro y el resto de verduras que lo acompaña en el escabechado.
Sardinas con panceta ibérica, un mar y montaña, sencillamente magistral. Finura, sabor, textura espectacular de estos lomos de sardina “plastificados” con un velo de tocino ibérico entrevedado que convierten a este sencillo bocado en uno de los platos que más me ha molado en los últimos tiempos.
Huevo soufflé con patata a la crema, una elaboración técnica, visual, con guiños a la cocina francesa, donde la esponjosidad de la clara de huevo montada y cocida, descubre en su interior la yema en una textura cremosa increíble. Se acompaña con unas tiras de patata a semejanza de unos fetucine de pasta y una crema o salsa yo diría de mantequilla. Muy bueno.
Arroz con bacalao, tremendo manjar de nuevo. Bien podría llamarse bacalao con arroz, ya que es ese pescado el que protagoniza la receta, en una textura perfecta, el ligazón que aportan el suero del bacalao y el almidón del arroz recrean una cremosidad cautivadora. Textura y sabor se combinan, aderezado con unos guisantes frescos que bien podrían ganarse el oscar al mejor actor secundario.
La idea inicial era plantarse con esta comanda, pero estábamos disfrutando tanto que no pude reprimirme en pedir un plato más, una carne, algo de casquería si fuera posible, que tan bien representada estaba en la carta. Me iba a tirar por unas mollejas, pero el consejo particular del día de Rafa Peña, me hizo decantarme por unos Pies de Cerdo rellenos, y como me alegre de la elección, “absolutamente maravilloso” que diría aquel, como me van los “pinreles” del cochino, esa textura gelatinosa, cargada de sabor, colmados de una picada sabrosa, quizás algo apelmazada por poner un pero, fueron el mejor colofón a la versión salada que descubrimos en este pequeño bistró.
De postre, Chocolate con nata ácida, ¡¡que bueno!!, no se si es que ya estaba totalmente entregado a la causa, pero es que el postre me volvió a encandilar, una lección de combinación de texturas, temperaturas y sabores, con un chocolate fundido , con ligera costra exterior, con ese toque ácido de la nata que refresca el bocado y salpicado de granitos de maíz justo antes de convertirse en palomita.
Acompañé el menú con un vino que nunca había probado antes pero del que había oído hablar mucho, que elegí buscando la frescura, la novedad, la economía y tratando que no restara un ápice de protagonismo a la comida, Nita de Meritxell Palleja, un Priorat joven, sin ningún paso por madera, cargado de fruta y frescura, que se muestra en la boca como una continua caricia de expresión frutal y taninos muy maduros y amables.
Para no dejar de visitar cuando paséis por la Ciudad Condal este Gresca, yo ya estoy buscándome escusas para regresar muy pronto, me he quedado con ganas de probar las Mollejas con mantequilla y limón ¡¡Ansia Viva!!