Pago de Santa Cruz, Viña Sastre

Dentro de la cada más vez abundante oferta de vinos que han ido apareciendo en los últimos años al amparo de la notoriedad y popularidad, tanto a nivel nacional como internacional, que ha adquirido una D.O. como la Ribera del Duero, hay determinadas casas que ya llevan muchos años trabajando en este negocio del vino y que año tras año siguen mostrando una gran regularidad y apuesta firme por la calidad. Este es el caso de los Hermanos Sastre.

Un bodega ubicada en el corazón de la Ribera del Duero, en la Horra, con tintes de Château en su imagen, que tienen su origen en el empeño que un día el abuelo Severiano Sastre hizo por la elaboración de vinos basándose en el ahora tan moderno y comentado lema “que los vinos se hacen en el viñedo y que por tanto hay que disponer de majuelos de calidad y mimar su cultivo”. En el año 1992, Rafael, su hijo, con el apoyo de sus dos vástagos, Pedro y Jesús, cumplió el sueño de crear una bodega en su pueblo y desde entonces Viña Sastre se ha situado entre el ramillete de las mejores bodegas en el panorama enológico español. En la actualidad, con la desaparición del promotor y con la desgraciada e inesperada pérdida de su hijo Pedro en accidente de tráfico, Jesús Sastre es el encargado de luchar para que se perpetúe el sueño y el prestigio de Viña Sastre, y vaya si lo está consiguiendo.

El gran patrimonio de esta bodega es el viñedo con el que cuenta, 45 hectáreas de viñas con más de 50 años de antigüedad en el cogollo de la Ribera, básicamente de la variedad Tempranillo aunque también cuentan con Cabernet-Sauvignon y Merlot.

La bodega cuenta, digamos, con dos gamas de vinos, una básica formada por Viña Sastre Roble y Viña Sastre Crianza que dan muestras de la calidad en la elaboración de esta bodega y que a buen seguro son el motor que permite a esta casa soportar el peso del negocio propiamente dicho y experimentar y dar vida a sus vinos de alta gama, Pago de Santa Cruz, Regina Vides y Pesus.

Hoy quiero referirme a Pago de Santa Cruz, para mí el mejor vino de la bodega con permiso de las grandes añadas de Pesus, pero el precio prohibitivo de este último hace que me decante por el primero. Sin duda se trata de uno de los mejores vinos de la Ribera del Duero. Mi primer encuentro con él se produjo en Ribexpo, cuando esta feria de los vinos de la Ribera que se celebra cada año en Peñafiel congregaba a las bodegas punteras de la región. Desde ese día año tras año he ido comprobando la regularidad de esté vino de Pago (Se elabora con cepas en vaso con un antigüedad no inferior a 65 años ubicadas en el pago que lleva su nombre). Como curiosidad, decir que su crianza se realiza en barrica nueva de roble americano, algo que sorprende en la “era moderna” del roble francés.

La pasada semana volví a descorchar una botella de Santa Cruz en este caso 2004, quizás la mejor añada de la década en la Ribera y yo diría que en la mayoría de las regiones vitivinícolas españolas. Lo hice además en casa de uno de los grandes amigos de la bodega, además de ser uno de los templos de la gastronomía y la vinatería de la provincia de Segovia, Casa Yagüe (del cual hablaré largo y tendido en otra ocasión). El vino aun está “en pañales”, bravío, la potencia aun domina a la finura, pero ya se encuentra en un momento de enorme disfrute.

Pago de Santa Cruz, es un vino con una gran extracción, es decir, vino cubierto, de altísima capa a la vista, que simplemente al entrar en contacto con la copa y ver sus hechuras puedes hacerte una idea de lo que vas a encontrar instantes después. Serio, potente a la vez que elegante, intenso, moderno pero sin perder la identidad que sus orígenes. Vino carnoso, con taninos marcados (mostrando su fortaleza y estructura) pero amables y dulces.

Cierto es que no se trata de un vino para beberlo a diario, ni todas la semanas, sobre todo por aquello del precio, ya que ronda los 30 €, pero siempre que exista una gran ocasión y haya que darse un homenaje, es una apuesta segura. Para mí, “Un Vinazo”.