De color rubí brillante, claro, limpio, de medio cuerpo. Reflejos rojizos y ambarinos. Ribete atejado, amplio, sin apenas diferencias con el menisco.

Menos intenso y vivo que los Conde de los Andes del 81 y 82 aunque con la misma dosis de maderas viejas y vainilla. Muy clásico, maduro, ahumado, lleno de fruta roja en licor, endrinas, escarchados, que no paran de ganar presencia junto a una nota de hojas secas y mentolados suaves. Suave, cremoso, sin defectos pero falto de mayor profundidad.

En boca es grueso y amplio, con la esperada nota de dulcedumbre y esos taninos finos habituales. Elegante y muy grato de beber, bien tejido, sin fisuras, cumplidor, voluntarioso aunque dista de las emociones de otros tiempos. Hay que ir bebiéndolo sin pausa por que tras menos de una hora de tomar aire parece ahogarse y se viene abajo de forma alarmante. No se le ve demasiado futuro. Lo mejor sería ir finiquitando lo que nos quede de este vino antes de comenzar a descorchar cadáveres. Para ser un 83 se ha comportado aunque siempre penalizado por el recuerdo de lo que llegó a ser 20 años antes. Más que Conde, éste esconde su pasado.

Más información del vino: http://vinosclasicos.blogspot.com.es/2014/01/conde-de-los-andes-1983-gran-reserva.html