Peña La Verema

Yo me acuso

Estimados compañeros de la peña enológica La Verema, "fellow mates" como dicen por aquí, llegado el momento postrero de mi experiencia australiana, con gran pesar pero con responsabilidad, este miembro veterano -no sé si todavía con derecho a copón por jerarquía-, siente la necesidad de confesarse públicamente. Por eso, con permiso del insigne E. Zola, utilizaré la fórmula de su célebre artículo, J'Accusse, pero esta vez no para acusar a nadie, sino a mí mismo.

Yo me acuso:

De haber desayunado varias veces en sendos Mc Donalds en mis viajes a Sydney y otras partes de Australia. Las circunstancias, tediosas de explicar, me obligaron a ello, pero un miembro veterano de nuestra peña -qué como dice el Presidente me sacó del fango enológico en el que me encontraba-, no puede caer tan bajo.

De haber llegado a pensar y sostener en público ante los australianos, que la enología de este país es más variada y ofrece mejores posibilidades al amante del buen vino que la española. Que la clase media australiana, increíblemente, dada su mayoría anglosajona, aprecia más el buen vino que la clase media española, más partidaria del vino de mesa en tetrabrik (aunque vinos de este tipo también los hay aquí).

De haber, en fin, afirmado ante sorpresa de mis amigos "aussies" que no echaba de menos lo mas mínimo los vinos españoles.

Esta especie de síndrome de Estocolmo me duró hasta el 12 de octubre, fecha en la que un catalanista reconocido como yo, asistió a la recepción que la embajada española en Australia dio con motivo del Día de la Hispanidad (ver para creer). Allí, en medio de los pinchos de tortilla española y Jamón Ibérico , apareció ÉL. Ni siquiera presté atención a su nombre, sólo con acercarme la copa a los labios, ya sabía quién era. Le pedí perdón por haber renegado de él a las primeras de cambio, y luego disfruté de un inigualable Reserva tempranillo de La Rioja.

Me acuso de haber llegado a pensar que, Arrecifes de Coral, playas surfistas, bosques tropicales, faunas y floras únicas, ciudades espectaculares como Sydney o Melbourne , o desiertos rojizos y sobrecogedores como el de Australia Central, podían siquiera compararse con la luna de Valencia o una noche de cata con la peña.

De haber llegado a pensar que la corrección política que inunda esta sociedad era superior a ciertas costumbres nuestras que serían tenidas aquí como decididamente incivilizadas, como el hecho de fumar en restaurantes o cafeterías, o de "maltratar" a los animales en espectáculos que aquí son tenidos como salvajes, en un país que casi protege más a los animales que a sus aborígenes (no hace muchas décadas que descubrieron que eran humanos, también con derechos). Así pues, ¡¡viva la contaminación tabaquil y los toros!!.

Me acuso de haber llegado a pensar que las niñas rubias-rojizas, con piel bronceada por el dañino sol austral, podían compararse a la bellezas mediterráneas. Gran culpa de ello lo tuvo el "shock" que tuve con Fiona, la de Nueva Zelanda. Pero se me ha pasado, os lo aseguro.

Me acuso, finalmente, de habérseme pasado por la cabeza perderme por este lado del mundo y no volver a casa. Pero esta es precisamente la cuestión. Aquí, se puede vivir increíblemente bien, pero Casa lo que se dice Casa, solo tengo una y está casi en las antípodas australianas. En un país, como les digo a mis amigos "aussies", que es incomparable no respetando los derechos de los no fumadores, no respetando el derecho al silencio y la tranquilidad nocturnas, haciendo del ruido una forma de vida, que tiene pasión por el fuego y la pólvora hasta límites dignos de estudios antropológicos, que tiene bandas de música que se permiten interpretar a los clásicos sin instrumentos de cuerda, que se ríe de los que se van a cenar a las 6 de la tarde...En fin, esa es mi Casa.

Espero que la confesión pública me redima de los pecados y me permita seguir siendo miembro, con derecho a copón, de la ilustre Peña Enológica La Verema.

 Texto originalmente publicado en septiembre de 1996


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