Blog de Jordi Melendo

La dura vida de un degustador de fondo

En diciembre de 2008 tuvo lugar en el Senado de la República Francesa una sesión sobre “El periodismo del vino en cuestión”, cuyas intervenciones se recopilaron en una edición que me llegó a las manos recientemente. Entre los textos había un extracto del artículo escrito por el periodista francés especializado en vinos Michel Smith, publicado en su totalidad en el blog de Jacques Berthomeau, que me llamó la atención, por lo que me puse en contacto con el autor para pedirle autorización para traducirlo y publicarlo en este blog.


Michel Smith
La dura vida de un degustador de fondo



Mi nombre es Michel Smith y tengo la suerte de ser periodista especializado en vinos. Algunos me califican de crítico y lo soy ciertamente. La temporada de las degustaciones son auténticas. Después del Millésime Bio de Montpellier, después del salón de los Vinos del Loira en Angers y justo antes de Vinitaly en Verona, debo sacrificar al rito anual e invernal de las degustaciones en vistas del “spéciaux vins” de finales de año.

Hace poco, cuando las revistas se daban en los medios, íbamos en el mismo lugar. Era genial. Teníamos el contacto directo con el “vigneron”, poníamos los pies en la viña. Ahora, sí que hay que buscarse la vida, acudir a controlar la recepción de las muestras, administrar los botellas, la rotura, los cartones, los retrasos de los repartidores y rogar a Saint Vincent para no ser invadido con demasiadas botellas. Será mi edad avanzada, pero comienzo a horrorizarme con este tipo de situación que desarregla mi pequeña vida tranquila de Parisino exiliado en el Sur profundo.

Esto me obliga a estar presente cada día, durante una semana por lo menos, de pie ante la grúa para recibir los vinos, desembalar en mi reducida habitación del barrio de la estación, en el segundo piso, cantidad de cartones blindados con celo de scotch y llenos de chips, escoger las botellas y acabar por descorchar muchas más que las que un hombre honrado no sabría beber.

Luego, una vez pasada la primera tempestad (yo he estado hoy allí), probar un gran número de vinos, en todo caso mucho más que el previsto, concentrarse sobre cada uno, concederle tiempo, anotar las impresiones de manera clara. Eso no es todo: luego habrá que vaciar las botellas en el fregadero, arreglarlas en los cartones, llevarlas a la unidad de clasificación de residuos… No nos imaginamos el desorden que esto representa. Sin contar que hay cantidad de vinos que actúan igual que un martillo chupador en boca, de vinos sosos y sin alma, otros “bouchonnés” o enriquecidos con gustos falsos…

Pero no voy a llorar.

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