Riera, el arte en una copa de vidrio
Jordi_Melendo
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El cristal, que es la variedad más fina y más apreciada del vidrio, se compone principalmente de sílice, sosa, potasa, carbonato de calcio, diversos componentes en pequeñas cantidades. Con la masa vítrea en estado incandescente, el arte del maestro vidriero lo transforma hasta conseguir piezas artesanas, hechas a mano y sopladas a boca, de la más bella manufactura. Porque las buenas copas no basta que sean perfectamente funcionales: han de ser agradables a la vista y con ellas, el placer de beber mejora substancialmente.
Las copas para la degustación de los vinos han de ser transparentes y delgadas. No deben presentar tallados, ni decoraciones ni angulosidades. Han de tener una pierna suficientemente larga para poderlas utilizar sin tocar el cuerpo. Los nuevos métodos de vitivinicultura han desarrollado nuevos sabores. Los vinos tienen actualmente diferentes gustos que los de hace 50 o 100 años. Por ello ciertas copas antiguas tienen unas formas que ahora nos parecen absurdas. Los nuevos vinos precisan de nuevas copas. Si los vinos no son iguales, las copas tampoco lo pueden ser. Determinadas formas favorecen y configuran los gustos de determinados vinos. Beberlos significa no solamente degustarlos sino disfrutarlos con los cinco sentidos. Se empieza a gozar del vino al escanciarlo. Cuando se llena una copa con un cava frío y el cristal se empaña adquiriendo un aspecto aterciopelado es una alegría para la vista, pues nos anuncia un fresco sabor. Cuando cogemos la copa y nos agrada su bella forma y la acercamos a nuestros labios ya se produce el primer contacto agradable entre el vino y nuestro cuerpo.
Enric Riera, destacado empresario del sector del vidrio, fue uno de los pioneros en nuestro país en tener una especial sensibilidad hacia el vino. En el año 1981, cuando diseñó y fabricó la colección de copas diseñadas por él mismo, cada una de las adaptadas especialmente para cada tipo de vino, con el fin de ayudar a disfrutar de la cata y degustación, el vino y todo lo que le rodea no tenían la notoriedad social como en nuestros días.
La primera copa que diseñó es la Penedès, para vinos blancos. Tiene una capacidad moderada, cuerpo alargado para favorecer el tiraje del aroma, boca ligeramente convexa para facilitar una entrada franca del vino blanco al beberlo. No hay que llenarla demasiado, como máximo una tercera parte. Le siguieron la copa Priorat, para vinos tintos, de gran capacidad, sin exageraciones banales. Fondo de copa ligeramente llana para dar superficie al vino, a fin de airearlo. Paredes altas para conservar el “bouquet” pero con la boca suficientemente ancha para permitir una fácil oxigenación. La Sant Sadurní, para espumosos, una copa alta, cónica, anchura moderada de boca, sobria, absolutamente académica. Poca capacidad ya que los espumosos no deben permanecer demasiado tiempo en la copa, siendo preciso servirlos y beberlos. La copa Empordà, para vinos de postre, con forma cóncava de la pared lo que tiene una razón precisa y es que al beber hay que absorber el vino y por lo tanto el líquido pasa rozando por la punta de la lengua, donde se hallan las papilas que permiten apreciar el dulce, sabor más habitual en los vinos de postre. Además estos tienen un porcentaje más alto de alcohol y por lo tanto es conveniente beberlos a pequeñas dosis. El vino queda plano en el interior de la copa y así puede oxigenarse para poder apreciar sus aromas. Rioja, para cata, una copa polivalente, para la degustación del vino. Pared alta, boca con el diámetro preciso para la apreciación al unísono de sus cualidades gustativas y olfativas. Capacidad media, base interior suficientemente ancha para una buena aireación. Fácil de girar el vino durante la cata. Y finalmente la copa Cava, para el cava. Copa elegante, airosa, romántica y festiva: como el Cava de Sant Sadurní. Una valiosa pieza de artesanía, hecha por maestros vidrieros para personas que aprecian la calidad. Diseño idóneo para la plena degustación del Cava. Encargada y producida especialmente para la Confraria del Cava Sant Sadurní.
Las copas para la degustación de los vinos han de ser transparentes y delgadas. No deben presentar tallados, ni decoraciones ni angulosidades. Han de tener una pierna suficientemente larga para poderlas utilizar sin tocar el cuerpo. Los nuevos métodos de vitivinicultura han desarrollado nuevos sabores. Los vinos tienen actualmente diferentes gustos que los de hace 50 o 100 años. Por ello ciertas copas antiguas tienen unas formas que ahora nos parecen absurdas. Los nuevos vinos precisan de nuevas copas. Si los vinos no son iguales, las copas tampoco lo pueden ser. Determinadas formas favorecen y configuran los gustos de determinados vinos. Beberlos significa no solamente degustarlos sino disfrutarlos con los cinco sentidos. Se empieza a gozar del vino al escanciarlo. Cuando se llena una copa con un cava frío y el cristal se empaña adquiriendo un aspecto aterciopelado es una alegría para la vista, pues nos anuncia un fresco sabor. Cuando cogemos la copa y nos agrada su bella forma y la acercamos a nuestros labios ya se produce el primer contacto agradable entre el vino y nuestro cuerpo.
Enric Riera, destacado empresario del sector del vidrio, fue uno de los pioneros en nuestro país en tener una especial sensibilidad hacia el vino. En el año 1981, cuando diseñó y fabricó la colección de copas diseñadas por él mismo, cada una de las adaptadas especialmente para cada tipo de vino, con el fin de ayudar a disfrutar de la cata y degustación, el vino y todo lo que le rodea no tenían la notoriedad social como en nuestros días.
La primera copa que diseñó es la Penedès, para vinos blancos. Tiene una capacidad moderada, cuerpo alargado para favorecer el tiraje del aroma, boca ligeramente convexa para facilitar una entrada franca del vino blanco al beberlo. No hay que llenarla demasiado, como máximo una tercera parte. Le siguieron la copa Priorat, para vinos tintos, de gran capacidad, sin exageraciones banales. Fondo de copa ligeramente llana para dar superficie al vino, a fin de airearlo. Paredes altas para conservar el “bouquet” pero con la boca suficientemente ancha para permitir una fácil oxigenación. La Sant Sadurní, para espumosos, una copa alta, cónica, anchura moderada de boca, sobria, absolutamente académica. Poca capacidad ya que los espumosos no deben permanecer demasiado tiempo en la copa, siendo preciso servirlos y beberlos. La copa Empordà, para vinos de postre, con forma cóncava de la pared lo que tiene una razón precisa y es que al beber hay que absorber el vino y por lo tanto el líquido pasa rozando por la punta de la lengua, donde se hallan las papilas que permiten apreciar el dulce, sabor más habitual en los vinos de postre. Además estos tienen un porcentaje más alto de alcohol y por lo tanto es conveniente beberlos a pequeñas dosis. El vino queda plano en el interior de la copa y así puede oxigenarse para poder apreciar sus aromas. Rioja, para cata, una copa polivalente, para la degustación del vino. Pared alta, boca con el diámetro preciso para la apreciación al unísono de sus cualidades gustativas y olfativas. Capacidad media, base interior suficientemente ancha para una buena aireación. Fácil de girar el vino durante la cata. Y finalmente la copa Cava, para el cava. Copa elegante, airosa, romántica y festiva: como el Cava de Sant Sadurní. Una valiosa pieza de artesanía, hecha por maestros vidrieros para personas que aprecian la calidad. Diseño idóneo para la plena degustación del Cava. Encargada y producida especialmente para la Confraria del Cava Sant Sadurní.