Mitchelton crescent 2003.
Juan Cuatrecasas
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Beberse una botella de Mitchelton Crescent 2003, dotada de una apertura fácil, sin corcho y con tapón de rosca, durante la festiva Gira de Haro, allá en los terruños de Fuente del Moro; es más que una osadía, una carantamaula. En plenas fiestas de la Virgen de la Vega, patrona de la localidad riojalteña, parece que un coupage australiano de shiraz (45%), garnacha tinta (20%) y mourvèdre, (más conocida en estos lares como monastrell) (35%), simplemente no pega. No tiene vinos Haro para afrontar la merienda junto a la fuente de Aben-Harr. Lo cierto es que la facilidad de apertura de la botella logró que mi cabeza aceptara el regalo de no tener que usar un descorchador. Y en pleno campo, eso se agradece.
El Mitchelton Crescent 2003 es un vino envejecido en roble francés durante dieciséis meses, que adopta una graduación de 14´5º y que se viste de un color picota oscura, con leves ribetes violáceos. En nariz recuerda a ciruela roja y cereza. Su entrada en boca me permitió encontrar unos taninos medios, y un sabor elegante y contenido, repitiendo la cereza y recordando en última vuelta a especias. Su final es lo mejor, aportando una curiosa sensación entre chocolate y cuero tostado.
Sinceramente es un vino complejo, que tiene un sobresaliente potencial de expresión, difícil de catar y yo creo que abierto a debate. Debo decir que de todos los presentes, no hubo otra persona que coincidiera conmigo en el final achocolatado y tostado, ó al menos no hubo quién así lo manifestara. Atisbo ya el día en el que poder repetir con la misma u otra añada de esta bodega localizada en la Victoria australiana. Mitchelton ha despertado mi curiosidad.
Gran vino, gran explosión de sensaciones.