Pequeño recorrido por algunos vinos dulces españoles
Este corto recorrido fue claramente dominado por la enorme calidad de la Mistela Molt Vella del Masroig. El Celler de El Masroig, con un total de entre 450 y 500 Has. de viña propiedad de sus socios, y Ricard Rofes como enólogo responsable al frente, están dando ejemplo de las posibilidades que puede ofrecer el cooperativismo siempre que se respeten las reglas para obtener buena calidad. Su Mistela Molt Vella es simplemente fantástica, un vino dulce de cariñena elaborado según el sistema de soleras y criaderas de una profundidad y complejidad asombrosas.
A continuación quedaron los dos moscateles presentes, Ochoa 2002 y Fusta Nova 2001, donde la mayor sutilidad del moscatel de grano menudo hizo tablas al mayor barroquismo del moscatel de Alejandría. Y es que las elaboraciones más recientes de estos últimos moscateles van ganando en acidez y frescura abandonando dulzores excesivos y paladares demasiado empalagosos. Dolç de Mendoza, Castaño dulce y Casa de la Ermita dulce son tres diferentes y buenos ejemplos de las posibilidades de la vinificación como vino dulce de la variedad tinta monastrell. Sorprendente la nariz de este último que no tiene atisbo alguno de un típico dulce de monastrell.
Para finalizar, dos vinos dulces originales: Malvasía Clásico de Viñátigo 2002, un curioso y original vino de malvasía y Milos 2000, un vendimia tardía de sauvignon blanc sobre el que me cabe la duda de si supimos entenderlo, aunque esa nariz metálica y una muy pronunciada acidez no nos lo puso fácil.