El joven Baco

En el mundo del vino, una vez que entras... ya no hay salida

¡Hola de nuevo amantes del vino! Después de pasarme meses aprendiendo y volviéndome loca con todas las propiedades, variedades y composiciones del vino, he estado una temporada ausente porque quería despejarme y me he ido de vacaciones a una isla para tumbarme en la playa y no pensar en nada, solo escuchar las olas y tomar el sol. Pero lo que venía a deciros es que el vino me persigue a todos los sitios que voy y al final es imposible no pensar en él.

Esta vez, estaba acostada en una hamaca y decidí leer un poco ya que había traído varios libros conmigo que siempre había querido leer y nunca había tenido tiempo, bueno o ganas. Pues empecé por el primero y cuando ya llevaba un rato leí “Rubén, acuérdate de esta cena. Y ahora, mezclemos el vino con las rosas de tus versos. Te escuchamos” me quedé sorprendida, porque seguidamente no pude hacer otra cosa que pensar en mi James Bond sentado a mi lado bebiendo vino recitando un poema y yo observándole y disfrutando, pero había venido a no pensar en nada, ni hombres ni vino, no necesariamente en ese orden, así que quité esa imagen de mi cabeza enseguida.

Mi propósito era relajarme, desconectar, pero en una playa, sola, con una cabeza como la mía que es pura dinamita imaginativa ¿sabéis cuantos estímulos se pueden recibir en menos de 5 minutos? Muchísimos! Por mucho que me repetía, ni hombres ni vino, asomaban de nuevo cada vez que me despistaba de mi propósito.

Cambie de libro, y al cabo de un rato me encontraba feliz como una perdiz leyendo mi nueva aventura literaria...pero cuando ya llevaba un tiempo y por fín había conseguido concentrarme apareció de nuevo recordándome lo bueno que estaba: “Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja: hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco”. ¡¡Ya estaba otra vez ahí!!,un banquete y como no, unos vinos presidiendo la mesa. Me vino a la mente mi amigo Borja aconsejandome qué vino llevar si me invitaban a cenar o de la importancia de un buen vino en una cena. Le llamé para contarle lo que me estaba pasando, ni en una isla apartada del mundo podía olvidarme del vino ni de todo lo relacionado. Borja se rió un rato de mí y me dijo que estaba predestinada a enamorarme de Bond y del vino, que debía de haber bebido mucha agua en otra vida y que ahora estaba pagando mi penitencia en esta.

Solo me quedaba un último libro que había traído por leer, era el que menos conocía así que me puse con él rezando para que no volviera a pasar lo mismo. Ya llevaba un buen rato y no había leído nada sospechoso, pero como no hay dos sin tres ¡lo encontré!, ¡no podía ser, no me lo podía creer! “¿queréis tomar alguna cosa? ¿Un vaso de Jerez, de Oporto, de Alicante? -De Alicante, puesto que os empeñáis; es mi vinillo predilecto”. Entendí con esto que no debía olvidarme y que no había solución, estaba completamente enamorada de él de mi vino y de mi Bond, ya nada podría separnos. 5 kilos de libros habría cargado para al final acordarme de todos los que me había dejado en casa, los que Borjita me aconsejo que me llevara para aprender más sobre este mundo apasionante y no meter la pata en ninguna otra cata, libros para aprender más sobre el mundo del vino. Sería que me estaba volviendo loca?. Me levante y me fui al hotel, me sente en una de las terrazas y pedi una copa de manzanilla. ¿Hay quien se resista a un atardecer al lado del mar con ella? Ahora solo me faltaba Bond, pero eso es otra historia.   


                     

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