Tempranilla Jones

¡Naranjas, los vinos son naranjas, ni rojos ni rosas, naranjas!

La última vez que mi cara se torno del color del pelo de mi amiga Sandra fue exactamente hace dos semanas, en una cita a cuatro que monto la pelirroja del grupo.

- ¡Te va a encantar! me dijo con los ojos chiribiteando de alegría.

Chica bebiendo vino naramja

Ella eligió primero al galán y el que me correspondía por descarte tenía en común conmigo que bebía vino...

- Bebe vino como tu. Cómo si del planeta tierra los únicos especímenes que probaran el líquido elemento fueramos Arturito y yo cuando mi amiga, la dulce pelirroja, se pimpla una botella ella solita si la dejas, pero la que bebe vino soy yo.., y por tanto, la entendida. Y así se lo vendió a Arturo, mejor dicho al pincelín de su amigo como ella me lo describió.

Divinas de la muerte saliamos el sabado por la tarde a la conquista de lo que se prometía una cima en el Everest, eso al menos mostraban las fotos que habíamos devorado en una de las redes sociales de moda.  Alpinista, viajero, gastrónomo, cocinero, que no cocinitas y guapo, tanto que te derretías de pensarlo, normal que la lista de Sandra se lo hubiera adjudicado, de Arturo, el mio no había nada en ningún sitio, llegué a pensar que no existía.  Pero ¿quien abandona a su amiga pelirroja ante lo que puede ser una de las mejores noches de su vida?

Restaurante de vanguardia muy bien elegido, personal hipermegasimpático y muy bien vestido que te recibia con una sonrisa blanqueada y unas cejas perfectamente depiladas, y en casi todos los casos pasadas por microblanding. Pero, ¿aquí veniamos a comer o a un desfile de Gaultier?

- Les están esperando. 

Además de guapos, puntuales y unos auténticos caballeros, eso nos parecieron nada más verlos, Fernando, el alpinista cubría todas las expectativas que mi madre esperaba de lo que sería su futuro yerno, era el novio perfecto. Pero es que Arturo, mi Arturo, no era de este mundo, era celestial, dorado, un Dios del Olimpo y era mio, o eso me creía yo.

Y ¿de qué se habla con un Dios? porque los temas terrenales no se si les interesan demasiado. A mi hommo perfectus solo le interesaban dos: Harry Potter y el vino, y por este orden.

De la primera opción poco podía decir salvo el nombre de la escritora superventas y que fué el manuscrito del volumen 12 el que leían las gemelas de Miranda en El Diablo viste de Prada cuando iban en el tren. Por lo tanto con mi galanazo sólo me quedaba la opción vino, yo una principiante en este extenso mundo de la vid me lanzaba a un precipicio.

Arturo cogió la carta y mirándome me dijo, ¿te apetece un orange wine? ¿un qué? A ver, orange es naranja, eso si que me lo se, los colores son lo primero que nos enseñan cuando aprendemos inglés, y la segunda palabra no dejaba lugar a dudas vino naranja. A mi las piernas se me cruzaron dos veces y la saliva no me entraba por la epíglotis, por lo que sólo me quedaba afirmar con la cabeza y poner media sonrisa de lela.

Copa de vino naranja

Cómo no, el chico dorado, no iba a pedir un tinto de Rioja, un albariño o un alentejo, que me acababa de estudiar después de mi viaje a Portugal, no, tenía que pedir un orange wine.

- ¿Arturo, que habéis pedido? comenta Fernando y Sandra con toda su buena intención me mira y dice, - Sandra te lo explica, es experta en vinos - Y ahí empieza mi calvario, sólo comparado al de los picaos flagelándose en la procesión de San Vicente de la Sonsierra, en La Rioja.

Y no amigos, un vino naranja u orange wine no se hace con las naranjas ni con las pieles de  naranja, no es ni siquiera un tinto de verano, ni una sangría, ¡pobre de mi!, lo recuerdo ahora y sigo en mi lenta agonía, no es vergüenza lo que siento, es la más inmesa de las humillaciones y la caída a los infiernos. Un vino naranja, es vino, sin ningún adorno.

¿Entonces porque se llama vino naranja? pues por lo mismo que mi ex, ilusa de mi, ni siquiera fue eso, se llama dorado, por el color que tiene el vino, por la tonalidad que adquiere el vino oscilando entre el dorado y el ambar. Por lo tanto se trata de un vino blanco que en su proceso y evolución cambia de color.  

Y ¿cómo se obtiene un vino naranja? El vino blanco en este tipo de elaboración se prepara igual que los vinos tintos, es decir, el mosto de la uva se deja macerar con todos los hollejos durante un tiempo determinado, al contacto con estas pieles el vino se va tiñendo y adquiriendo esas tonalidades amarillas oro, naranjas, dependiendo de la oxidación y del tiempo que se deje con los hollejos. 

Por suerte para mi, Arturo era dorado y comprensivo y ante mi gran metedura de pata, ¡que atrevida es la ignorancia!, nos explicó con todo lujo de detalles de dónde procedía este vino de dioses.

Parece que todos los vinos proceden de Georgia, esto tampoco lo sabía, que es la cuna del vino en Europa y en el mundo...y por lo visto, los georgianos son los responsables de estos vinos naranjas, que han estado haciendo desde hace más de 8.000 años en unas vasijas de barro gigantes llamadas kvevri enterradas bajo tierra. Una técnica ancestral y sofisticada que, claro está, yo desconocía por completo hasta ese preciso instante.

Vasijas enterradas kvevri

Mientras Arturo hablaba con la pasión de un auténtico sumiller, yo me hacía cada vez más pequeña hasta desaparecer de la silla, literal, porque me levantaron del suelo de dónde nunca habría querido salir. Pero la pelirroja no pudo resistirse a poner la guinda al pastel:

– ¡Ya lo ves! Te dije que este chico era perfecto para ti. Ambos compartís el mismo amor por el vino – dijo con una sonrisa tan luminosa que por un segundo olvidé mi bochorno.

Arturo, el dios dorado, terminó siendo más terrenal de lo que pensaba, y nuestra conversación fluyó como el vino en las copas, con sus altos y bajos, pero siempre acompañada de esa chispa de diversión que Sandra sabe provocar con su mera presencia. Tal vez no acabé convertida en una experta en vinos esa noche, pero sí aprendí una lección valiosa: a veces, las mejores catas no son las que entiendes al dedillo, sino las que compartes con buena compañía y muchas, pero muchas, risas.

Así que la próxima vez que alguien me ofrezca un orange wine, levantaré mi copa, recordaré aquella cena y brindaré por la magia de lo inesperado, por las amigas entrometidas y por los momentos que se convierten en historias para siempre. ¡Salud!

  1. #1

    Javierpozo

    Bonita historia gracias por compartirla! Saludos

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