Cata de iniciación. Blancos gallegos.

Organizar una cata de iniciación no es tarea sencilla, hay múltiples factores que pueden dar al traste con el objetivo perseguido, en mi caso divertir, contagiar el amor por el mundo del vino y enseñar alguna cosilla. Cuando unos compañeros, cansados de escucharme hablar de las excelencias de tal o cual vino, de lo bueno que sería que desde las Universidades se promoviera la cultura del vino, en resumen de que les diera la brasa (enológica eso sí) me propusieron que les organizara, como ellos decían un curso de catas, les dije que sí.

Soy de natural lanzado, pero suelo después meditar las consecuencias de mis excesos verbales. En este caso, la tarea me parecía fuera de mi alcance. He asistido a varios “cursos de iniciación”, siempre que veo uno nuevo procuro asistir, y siempre he recogido matices que me han enriquecido, por lo que los detalles de organización me sonaban. El artículo de Dani reciente, cuando ya tenía la cata perfilada, me hizo replanteármela y tomar algunas notas que iré relatando.

Organizo la cata en tres sesiones: blancos, tintos y espumosos/generosos. Me centro en la primera, a la que en principio iba a llevar representantes de las principales  denominaciones españolas, pero tras el artículo de Dani, decido darle un tema, mis blancos españoles favoritos, los gallegos. Como vino introductorio, que hará más accesibles los conceptos elijo uno de Rueda, y como contraste para dar juego un blanco de la D.O. Monsant.

Coordinado el local, en un hotel del centro de Madrid, realizados unos manteles de cata en la impresora del trabajo sobre DIN A-3, comprados los vinos con el siempre bienvenido asesoramiento de Nacho de La Tintorería, me dirijo con mi bolsa isotérmica y los vinos a la sala de cata. Seremos diez personas, por lo que con una botella de cada tipo serán más que suficientes.

Llega la hora, y me encuentro frente a las nueve personas, me tiemblan un poco las rodillas, pero pienso que sin duda soy el mejor catador presente, lo que les cuente “va a Misa”. Ahora lo que me puede es la responsabilidad.

Explico brevemente la metodología de la cata y les pido que para analizar el vino, lo hagan en tres grupos diferentes: aroma, estructura y riqueza (a alguno le sonará al magnífico libro de Fernando García del Río).

En el aroma buscamos tres aspectos diferentes: su intensidad (muy fácil de explicar), complejidad (centrándonos en tres grupos básicos de aromas: florales y frutales, lácteos y “maderosos”, y por último aromas animales y de tabaco) y limpieza (entendida como ausencia de defectos). Llevo un cartón macerado un par de días como muestra de TCA, y una solución de vinagre para dar una idea de la volátil. El olor a huevos podridos lo obvio.

Dividimos la estructura también en tres conceptos: concentración (explicada con muestras de agua, leche y aceite), equilibrio (entre sabores amargos, dulces y ácidos), y volumen (zona de la boca impresionada por el vino).

Por último la riqueza la contemplamos bajo tres percepciones: suavidad, sabor y posgusto. Estos tres conceptos los toman con facilidad.

Por supuesto, las explicaciones anteriores las hacemos de una forma completamente práctica, acompañadas  por un  vino  realmente  fácil para  catar  el  TERRIBLE 2011.  Bodega Vinos Terribles. (100% verdejo) DO. Rueda. Ya a copa parada se nos muestra como un vino muy aromático, al moverla es chispeante, encontrándose con facilidad aromas frutales a limón, albaricoque, manzana GRANNY SMITH, sobre un sútil fondo de notas florales. Sorprende la potencia aromática de este vino. En boca es un vino ligero, en el que la acidez es suficiente y está bien acompañada de los sabores frutales a albaricoque y manzana. Comedido de volumen, el ataque es suave y gustoso. No es excesivamente persistente. Muy bueno.

A los asistentes les da un subidón de autoestima al catar este vino, por su facilidad para aplicar en él los conceptos que vamos explicando de una forma divertida, cuajándolos entre anécdotas. Me temo que ahora viene la cura de humildad.

Le explico que ahora comienza la cata en sí, y que cataremos vinos gallegos entre los que se nos ha colado uno mediterráneo. Le doy pistas para que busquen diferencias de perfiles aromáticos, de acidez y de color. En realidad en esta ocasión será bastante fácil.

El primero de la cata fue LEIRANA 2010. Forjas do Salnés. (100% albariño) DO. Rias Baixas. De intensidad aromática media, sobresalen en principio aromas balsámicos, acompañados de recuerdos herbáceos y de flores blancas. Evoluciona con la aireación mostrándose algo más frutal, y apareciendo notas minerales, a tierra mojada. Un vino amplio, con acidez suficiente, en ningún caso excesiva, con un deje amargoso elegante. Amplio y sabroso, mantiene un recuerdo largo, como de regaliz. Muy bueno plus.

Le sigue LA VIÑA DE MARTÍN “OS PASAS” 2009. Luis Anxo Rodríguez. (80% treixadura, 20% albariño) DO. Ribeiro. El tono algo más subido de este vino les hace pensar que es el “tapado”, les pido un poco de paciencia, no hay que formarse ideas hasta el final de la cata. Efectivamente, el vino es algo más subido de tono, amarillo muy pálido. Destacan al principio aromas de aceituna verde, hinojo y tierra mojada. Al mover la copa aparecen con timidez notas de tierra mojada y flores blancas, finalizando con tonos ahumados. No es excesivamente aromático, pero se percibe con claridad un aumento de la complejidad. En boca tiene una acidez marcada, muy bien acompañada por la fruta y matizada por recuerdos amargos. Un vino vertical, que va creciendo y evolucionando en la boca, apoderándose de ella. Muy largo. Excelente minus.

A    continuación    catamos    BLANC  D’ORTO 2010.    Orto Vins.      (100% garnacha blanca) DO. Monsant. Abre con aromas de manzana compotada sobre notas anisadas a copa parada. Con la agitación aparecen aromas de caramelo, y  florales (jazmín, flores secas). En boca se muestra algo falto de acidez, prevaleciendo su fruta y los recuerdos anisados. Algo ligero, tiene un paso amable y un posgusto moderado. Muy bueno minus.

De los nueve catadores que desconocían la identidad del vino, dos de ellos (curiosamente las dos chicas) se arriesgan a identificarlo como el “tapado”, cuatro de los restantes se suman a la iniciativa. ¡Bien por las chicas!

El último de la cata fue LEIRANA BARRICA 2009. Forjas do Salnés. (100% albariño) DO. Rias Baixas. Si he de ser sincero seleccioné este vino, porque la anterior vez que lo caté las notas de madera eran muy evidentes, y pensé que sería una buena forma de que identificaran la crianza. El vino, sin embargo, muestra sobre todo aromas de monte bajo, herbáceos y florales, y muy sutilmente notas de cedro. Con la aireación aparecen aromas de bollería francesa y lácteos. En boca tiene una buena acidez, excelentemente compensada. Se muestra frutal y con una mineralidad acusada, recordando al igual que el albariño anterior a la tierra después de la lluvia, sobre matices balsámicos. Amplio y bien estructurado. Su posgusto es muy largo. Excelente minus.

Finalizada la cata, y siguiendo las recomendaciones de Dani, organizamos una pequeña cena. Habíamos invitado a uno de los cocineros a la cata, un viejo amigo, que se avino a prepararnos la merluza en salsa de mostaza cuya receta se publicó en esta blogosfera hace unos días, y que estuvo espectacular, acompañada de los restos de la cata y alguna botella más de Leirana. El postre consistió en “Torrijas al Bowmore, sobre crema fría de toffees  con helado de vainilla” realmente soberbio, más aún acompañado por un Bowmore 12 años, una de mis maltas favoritas. Tuvieron la delicadeza de llevarme a casa…

En resumen, la experiencia cumplió con sus objetivos, lo pasamos francamente bien, quedaron con ganas de continuar, incluso sugirieron tímidamente organizar catas de forma periódica, y empezaron el largo camino que lleva al inabarcable descubrimiento del mundo del vino. La siguiente será de tintos, pero eso será ya otra historia…