Gota a gota en Verema

Washington D.C.

Parece desafiante y hasta un poco temerario emigrar al norte en estos días cuando la ola gélida azota el noreste y sureste de Estados Unidos, y aún más siendo un habitante de tierras cercanas al trópico. Pero por otro lado, es una aventura casi irresistible estar en contacto con los árboles deshojados, la nieve y ese ambiente realmente navideño que se respira en las latitudes septentrionales. 

La pista del aeropuerto no presenta rastros de nieve, pero el frío se hace sentir sin llegar a una temperatura extrema, 2°C no es algo que no pueda resistirse. Nuestra primera escala es el hotel Hilton Capital, en la calle 16, la misma que desemboca en la entrada principal de la Casa Blanca. Pareciera un viaje cómodo pero, la salida pasada de las dos de la tarde y el horario de invierno, hizo que llegáramos después de las siete hora local. Además del largo trayecto de más de 70 km entre el aeropuerto y el hotel. Cansados y hambrientos, después de registrarnos y meter las maletas a la habitación, nos dirigimos al restaurante más cercano, en contraesquina, al que ya habíamos echado el ojo. P.J. Clarkes; con pinta de ser un restaurante cómodo, con un aire de Pub inglés al estilo americano, sus paredes tapizadas con retratos de Roosevelt, banderas y motivos de ferrocarril de tiempos pasados. Lo primero fue pedir una botella de vino para aflojar los músculos y la tensión que provocan los aeropuertos modernos,  y los traslados en coche. Un shiraz rompió esa tensión de maravilla, una botella que nunca había visto,  Mollydooker "The Boxer" shiraz 2012. Redondo de trago largo, buena concentración sin aristas de alcohol y con un recuerdo de pastelería muy apetecible, inclusive con un Skuna Bay Salmon, (excelente materia prima y punto de cocción) que aunque no suene, ni sea nada ortodoxo, funciona para mí. Siempre es grato tener de compañía a alguien que deja a mi libre albedrío escoger el vino y compartirlo con entusiasmo como es el caso, a Massimo también le ha gustado, aunque el resto de la familia no sea muy entusiasta de esta bebida producto de la fermentación del mosto. Una de las situaciones que peor me ponen, es precisamente pagar la propina ya incluída en la cuenta, sin opción a poder castigar el mal servicio, que dicho sea no fue el caso. Parece que es la costumbre en muchos restaurantes de la costa Este. Después de salir caminando en el frío de regreso al hotel,  en lo que todo mundo estuvo de acuerdo,  es en dormir y pensar para después el itinerario del día siguiente. 

Nada mejor que un sueño reparador. Después de las 8:30 bajamos a desayunar algo muy ligero. Lo primero que necesité fue buscar por los alrededores la batería de mi cámara fotográfica, maniobra que nos llevó un par de horas sin éxito, así que para no estresar más a mis compañeros de viaje, la guardé en un cajón... Las pocas fotos que hice fueron gracias a  mi teléfono móvil. Visitamos los alrededores de la Casa Blanca, El Capitolio, La estación de tren, el monumento a Lincoln, los descoloridos jardines de las avenidas y otros lugares turísticos de visita obligada. Comimos un tentempié en la estación de tren, la más grande de Estados Unidos antes de que contruyeran la de Nueva York. 

El frío permite caminar por la calle abriagado, a pesar de que el sol está de adorno. Voviendo al itinerario culinario, vínico, comimos por la tarde-noche  IRicchi en la calle 19. Un lugar bullicioso, cuya trattoria originalmente se abrió en Cercina cerca de Florencia, poco antes de que acabara la II Guerra (1944). La comida es muy sabrosa y muy bien presentada en el plato así como una buena selección de pastas, como debe ser en un buen restaurante italiano. Todo rociado con un vino varietal de nebbiolo, Damilano Marghe 2011 del Piamonte, con una excelente acidez, fruta negra y notas mentoladas, disfrutable y repetible. 

El siguiente día nos enfilamos a Virginia, las mujeres ya se habían documentado sobre la ruta a seguir para llegar a un mall, pasando por George Town. En el estacionamiento y jardines de los alrededores quedaban todavía rastros de nieve. En estos lugares de tiendas de todo tipo donde hay de todo y nada necesario, los minutos se convierten en horas y las horas parecen días, por lo menos para mí y para mi hijo., que después de visitar con mi hija mayor un par de tiendas y después con mi hijo una librería ya estabamos listos para partir. Perooo después de transcurridas cuatro horas, aquello se volvió bastante monótono y sin sentido. Pero eso no es todo, ya que estuvimos  t-o-d-a  la tarde...

Ya por la noche mejoraron las cosas, enfilamos a Primi Piatti, otro restaurante italiano de aspecto vetusto, que nos remonta a los restaurantes donde se podía encontrar a la mafia en los treintas, o por lo menos da la idea de lo que fueron aquellos lugares con tanta personalidad de antaño, sin llegar a ser cutre, sino de un ambiente tranquilo y agradable. Ubicado en la calle Primera (NW) # 2013, atendidos espléndidamente por Aristides, sin tilde en la "i", nombre de origen griego,  según nos cuenta él mismo. Ha llevado junto a nuestra mesa lo que parece ser la cáscara de un gigantesco queso parmesano, que hace de recipiente para dar los últimos toques a la pasta, detalle original que no había visto jamás. Mi hija la menor ha hecho gala de sus dotes culinarios al ayudar a Aristides (sin tilde en la "i") en la maniobra.  El vino elegido para la ocasión, hacía mucho tiempo que no lo veía en las cartas, se trata de un Pio Cesare Dolcetto d´Alba 2012, cuyo precio no rebasó los 35 dólares, algo que me parece bastante comedido para los estándares de un restaurante en la capital del Imperio Yankee. Se trata de un vino concentrado de exquisita acidez y tanino, de buen paso y notas de fruta negra. Repetible y si es con pasta con salsa de tomate ¡mejor! 

Al otro día nos concentramos mi hijo y yo en algunos museos, por desgracia y como suele pasar; nos hizo falta tiempo. El primero que visitamos fue el de la famosa fundación inglesa National Geographic Society. A esta visita fue el grupo completo, después volvieron a sus compras... A mí en lo personal me dejó indiferente; muchas fotos, videos, juegos interactivos... La entrada no es gratis y de alguna manera esperaba algo más sustancioso. 

Ya solos, mi hijo y un servidor, caminando sobre la avenida de la Constitución entramos al Museo de Historia Estadounidense (National Museum of American History), con una impresionante muestra de objetos: herramientas, monedas, billetes, coches, motos, barcos, aviones, tecnología y costumbres de distintos momentos en la historia norteamericana. 

A un lado se encuentra el Museo de Historia Natural, (National Museum of Natural History) que también merece la pena la visita a sus amplias salas acondicionadas para observar de forma natural, la flora y fauna de los diferentes lugares y periodos de la historia. Desde grandes fósiles hasta pequeños animales disecados, pasando por los primeros homínidos hasta nuestros días.

Mis piernas empezaban a reclamar, así que nuestra última escala cultural la dedicamos a la Galería Nacional de Arte (National Gallery of Art) con una extensa y variada colección de escultura y pintura. Me quedo con los bocetos en carboncillo de la figura humana creaciones de dos grandes del Renacimiento Italiano; Rafael y Miguel Ángel, así como "La Lectora" de Magni Pietro, una magnífica escultura en marmol de una bella joven leyendo, con el brazo izquierdo extendido sobre su regazo, con tal naturalidad y llena de detalles que parece que de un momento a otro se puede levantar y cerrar el libro. Después de recorrer las diferentes salas (no todas), bajamos al sótano a comer algo. Justo a la salida del museo comenzaron a caer diminutos copos de nieve que fueron impregnando nuestra ropa y los jardines de alrededor. Al no poder seguir nuestra caminata al hotel, tomamos un taxi.

Ya por la noche llegamos a nuestra última parada, a conocer "El Jaleo" un restaurante para gente joven, relajado e informal, sin dejar de lado algunos detalles que lo hacen acogedor, algo que me llamó la atención; un hueco en la parte inferior del muro divisorio entre los servicios de caballeros y de damas, es decir había paso entre los dos sitios, si alguien se quisiera aventurar a rastras y pasar por debajo... El menú es a base de tapas, tapas poco generosas, así que justo es pedir por lo menos tres por persona. Recomiendo la ensalada Campera, el pan con tomate y la merluza. Me han contado que parte de los vinos los adquirieron en una subasta del Bulli, he revisado y tienen algunas cosas interesantes, pero a precios astronómicos, como un Borsao Tres Picos Garnacha, 2011 en... no sé si contarlo... $40 verdes. Lo he pedido ya que me gusta y era de los más económicos. De postre he bebido un Lustau East India Solera Sherry, bastante concentrado y sabroso. Un lugar que me parece no recomendaría.  Fuera de los vinos, la comida no es tan cara.

En esta ocasión no he visitado tiendas especializadas de vino, aunque no dudo que deba haber algunas muy  interesantes.  ¡Agur...!

 

 

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