Paolo Bea: vinos biodinámicos... y elegantes
Como siempre por Navidad, como la famosa publicidad, volvemos a casa... de mi suegra. Tengo la suerte de que la familia de mi mujer vive en una región interesantísima de Italia, Umbría, no solo desde el punto de vista monumental, sino también gastronómico y vinícola. Por ejemplo, Asís esta a 10 Km de Foligno, desde donde estoy escribiendo estas lineas, y cerquita están también Perugia, Spoleto, Bevagna, Spello y otras pequeñas joyas de ciudades Umbras prácticamente desconocidas en España. Pero podríamos decir que el baricentro enológico de la región es Montefalco, un pequeño pueblecito en lo alto de una colina, como otros muchos preciosos pueblecitos de las regiones centrales Italianas. Podría recordarnos a Montalcino, pero más modesto. De hecho Umbría es muy parecida a Toscana pero menos sobreexplotada, más auténtica.
En los últimos 10 años, el Sagrantino de Montefalco, vino producido en esta zona con la variedad autóctona del mismo nombre, ha saltado a las primeras paginas de las revistas especializadas ya que algunos de sus productores, (con Arnaldo Caprai a la cabeza) han llegado a las más altas cotas de calidad, recibiendo los famosos "tre bicchieri" (3 copas) del Gambero Rosso, la publicación enogastronómica con mayor prestigio en Italia. Los vinos de Sagrantino típicos son potentes, frutales, tánicos, concentrados, muy al gusto Parker, ¿de ahí su repentino exito? La cosa curiosa es que las uvas del Sagrantino, tradicionalmente se usaban para hacer el "Passito", vino tinto dulce elaborado a partir de uvas pasificadas como las que se ven en la foto.
Uno de los productores más prestigosos y exclusivos de Montefalco, y sin duda alguna el más especial es la Antica Azienda Agricola Paolo Bea (www.paolobea.com), no sólo por su larga tradición (la familia Bea lleva cultivando las viñas y haciendo vino desde el siglo XV), sino por su filosofía biodinámica: "La naturaleza debe ser observada, escuchada e integrada, no dominada. El vino no lo hace el hombre, es la naturaleza quién lo genera". Y esto se aprecia no sólo en sus viñas (que aparecen en la foto de arriba, orientadas adecuadamente, mimadas una a una con cariño, y con hierbas creciendo libremente entre ellas), sino en la forma de hacer el vino buscando la máxima expresión del terroir. Por ello evitan el uso de la química de síntesis, tanto en el campo como en la bodega, aprovechando su amplísima experiencia y conocimiento de las viñas y el terreno. Evitan así el uso de barricas "pequeñas" que aporten ingredientes "extraños" a la propia uva, y usan grandes toneles que afinan el vino sin ser agresivos. De hecho, sus vinos destacan por todo lo contrario a lo que uno suele encontrar en el típico Sagrantino y Rosso de Montefalco, ya que huyen de esa alta concentración, tanicidad, tostado fuerte y fruta sobremadura que hacen a todos los vinos iguales. Los vinos de Bea saben a Montefalco, son elegantes, finos y aromáticos, con una acidez marcada y una nariz intensa y especiada.
A pesar del frío, y de vez en cuando interrumpidos por los llantos del bebé de Gianpiero (todo amabilidad a pesar de sus múltiples tareas...), pudimos hacer una interesante y amplia degustación de sus vinos, que aparecen reunidos en la foto siguiente. Todo en estos vinos es especial, hasta sus etiquetas, con un diseño muy básico pero cuidado al máximo, ofreciendo toda la información sobre las características de la añada, elaboración, fechas de vendimia y embotellado, temperatura aconsejada de degustación, etc. justo como deberían ser todas las etiquetas. Incluso en la etiqueta del Sagrantino aparece expresamente que no envían muestras a las guías ni a los periodistas, lo que muestra a las claras que evitan ser mediáticos, y como consecuencia no son muy conocidos fuera de la región, a pesar de la alta calidad de sus vinos (y precio, todos ellos por encima de los 20€).