Restaurante Palomeque. Recorriendo Aragón con un toque "chic".
Una noche de estas Navidades del 2012, ya agonizantes, acabamos en este restaurante, Restaurante Palomeque, al que le teníamos ganas pues nos habían hablado mucho y bien de él.
Estábamos ya bastante empachados después de tanta fiesta pero...
Restaurante Palomeque. El emplazamiento.
Está realmente escondido. Céntrico, sí, pero escondido.
Bajas desde la Puerta del Carmen por la Avda.Cesaraugusta y, antes de llegar al Coso, a la derecha, hay un callejón que siempre me había pasado desaparecibido... Ahí está Palomeque, dándole luz a ese oscuro callejón.
Restaurante Palomeque. El local.
Tiene una terracita muy cuca que tienes que atravesar pasar para acceder a su interior. Mientras preparaban nuestra mesa, nos tomamos ahí un aperitivo, con mucho frío, pero muy a gusto.
Una vez entras, te das de frente con dos mesas altas con banquetas. Antes, a la derecha, zona de servicio, a la izquierda, la sala principal.
Es como una bodeguita, mesas muy juntas, mucha madera, toques en color negro, e iluminación intimista. Pizarras con las ofertas en tiza, botelleros de vino por aquí y por allá... Como resultado de todo ello, te ves envuelto en una atmósfera realmente cálida, confortable.
Nos acomodaron en una de esas mesas altas que comentábamos, en la del fondo, ya nos lo habían avisado. Las banquetas, realmente cómodas, recogían perfectamente la espalda.
Un rinconcico delicioso: por un lado una pared color coral; por otro un moderno parabán de madera oscura que separaba tímidamente de la sala principal; y la pared del fondo, a la que estábamos pegados, con una pizarra que recogía los vinos por copas, botellas, adornos, banderitas... todo con mucho gusto.
A la postre resultó el lugar ideal para la velada. Si volviera, repetiría ubicación aunque hubiera sitio en la sala.
Para picotear algo, que es a lo que íbamos en principio... ¿qué lugar mejor?
Restaurante Palomeque. La cena.
Enseguida nos tomaron nota, nos sacaron otro aperitivo, nos aconsejaron... y comenzó el festín.
Salmuera con hielo pilé y limón
El clásico aperitivo zaragozano, en versión vanguardista.
Una maravilla: la salmuera, cubierta por hielo picado, con su "vermú" casero y su pan tostado con tomate.
Una delicia la conjunción de los tres componentes de esta creación en boca.
Este plato plasma maravillosamente el alma de este restaurante.
Tosta de trufa natural con sal Maldon.
Seguimos con Aragón, Aragón-gón-gón.
Esta vez con Teruel y su trufa negra, su celebérrima Tuber melanosporum...
Simple y llanamente en lascas, finas pero generosas en número, sobre una tostada de buen pan, un chorrito de aceite de oliva virgen... ¿Quién da más?
La trufa me conecta con la tierra... haré otro post de blog con este tema que me apasiona.
Longaniza de Graus con setas.
Y... ¡vamos a Huesca! En concreto a Graus, lugar donde se elabora la mejor longaniza del mundo mundial.
Trufada, la presentaron enroscada y nos la trocearon in situ.
La trocearon antes de que me diera tiempo de hacer la foto así que he usado ésta de su web.
Una pura delicia. Jugosa, sabrosa, crujiente por fuera.... ¡uffff!
Migas con huevo poché y foie.
Zaragoza, Huesca, Teruel... Ahora un plato que los une: las migas.
Ahí va esa jotica: "Los de Huesca y de Teruel como los zaragozanos, en un grito sin cuartel han de estrecharse las manos... ¡puestos en pie!"
Versión moderna y afortunada de las clásicas migas. En lugar del huevo frito el huevo poché, foie sustituyendo al embutido y poco sebo, ligeritas, nada pesadas.
Un 10 para ellas.
Tacos de solomillo de ternera nacional al ajillo.
Salimos de Aragón y nos vamos al norte, supongo, para tomar un excepcional solomillo de ternera salteado al ajillo.
Acompañado de unos pimientos (éstos sí son de la tierra) que no sé qué estaba mejor, si los pimientos o la carne, y unas patatas fritas a rodajas.
El punto de cocción perfecto para nosotros, poco hecha.
Esta vez no hubo ninguna composición de autor: simpleza, tradición, sabor.
Tabla de queso aragonés.
Queso Radiquero. Un no por desconocido menos delicioso queso de cabra de Huesca, cremoso de pasta semi-blanda y corteza natural lavada.
Nueces.
Pan con aceite.
Una reflexión: encontrar el punto de tueste del pan es todo un arte. En Palomeque, lo encuentran.
Sorbete de manzana al calvados y Trufa con nata.
Como en este momento de la velada nos encontrábamos ya ahítos, estuvimos dudando si pedir postre o no.
Enseguida se dieron cuenta y nos ofrecieron un 1/2 postre, combinando dos de ellos: el sorbete y la trufa.
Ambos destacables, oiga, aquí no hacen nada mal. El sorbete con la acidez de la manzana y el contrapunto del calvados, y la trufa de chocolate, bailando con su eterna pareja, la nata.
Restaurante Palomeque. Los vinos.
Una de las razones que nos llevó a visitar este restaurante fue por su afamado trato al vino. No defraudó, en absoluto... Más bien todo lo contrario. Una fama más que justificada. Saben de vinos, los tratan bien y, algo muy importante: te aconsejan con profesionalidad.
- Enate Gewürztraminer 2011
- Enate Chardonnay 234 2011
- Tres Picos 2010
- Llanum 2006
- Marimar Estate 2008
- Roda 2007
- Porto Maritávora LVB 2005
- Tokaji Late Harvest 2006
- Y finalizamos cambiando de tercio y pasando de vino a destilado: un magnífico Calvados Roger Groult Vieux 8 años
Restaurante Palomeque. El servicio.
Y he dejado para el final este apartado. Y lo he hecho "a posta" como decimos en Aragón. Porque... "pal final... llega lo mejor... los gigantes y la procesión..."
La cena fue per se estupenda, pero lo que la hizo especial, diferente, destacable, lo que me ha animado a trabajarme este post de blog no ha sido otra cosa que el servicio.
Nos atendió en repetidas ocasiones una joven bien formada, amabilísima y de impecable presencia. Nos tomó nota y nos aconsejó con mucho oficio el Jefe de Sala. Un 10 hasta ahora.
Pero... ¡ay amigo!, el "cum laude" aparece coincidiendo con la irrupción de Luis Frontiñán, un pedazo de profesional como hay pocos.
Un tipo implicado, simpático, seguro de sí mismo, servicial... y que sabe latín. Nos condujo toda la cena, fuimos maridándola de su mano. Y el resultado fue simplemente soberbio.
Vista su implicación y su aplomo, di por hecho que era uno de los propietarios, a lo que él contestó con humildad: "ni soy el jefe, ni he pretendido parecerlo, disculpen si les he llevado a ese error". O... "mi jefe, ese sí que sabe de vinos, me da mil vueltas". O... "todo lo que sé me lo han enseñado ellos".
Qué humildad y qué grandeza.
Si un día monto un restaurante... querría empleados como Luis. O como la mitad de Luis.
Copyright © Aurelio Gómez-Miranda del Río