Blog de Verema.com

Los vinos de Canarias y su viñedo.

El vino canario a través de sus paisajes de viñedo.

Los vinos de Canarias

El prestigio histórico de los vinos de Canarias es un recuerdo para los aficionados y los estudiosos. Nos referimos a los que se producían en el siglo XVII y tenían su destino en Inglaterra antes de que los vinos de Jerez, incluso los Oportos y los Madeiras hicieran su aparición en las mesas de aquellas islas británicas.

De esos tiempos, quedan los edificios aduaneros, las referencias históricas, las leyendas y un buen hacer que hoy continúa en todas las islas del Archipiélago; ya que en todas ellas se elabora vino en la actualidad.

El cultivo del viñedo canario es hoy la continuidad del trabajo de los emigrantes que procedentes de diferentes zonas de Europa, traen técnicas y maneras de trabajar esta planta, que hoy siguen siendo únicas en el mundo, por lo que decimos que el vino de Canarias, es su viñedo y por lo tanto su paisaje.

El hecho de que haya variedades que exclusivamente crecen en las islas, o que las formas de cultivo son únicas y nos remiten a tiempos remotos, hace que esta plantación merezca un estudio, ya que es uno de los pocos lugares en el mundo vitivinícola, en el que la filoxera, el temible insecto que destruyó las cepas europeas, no llegó a esas islas.

A esto se debe que haya formas de cultivo tan antiguas, variedades de uvas tan singulares, y en definitiva que el trabajo de los viticultores canarios haya generado un paisaje de viñedo que  además de ser una joya como atractivo, es de una singularidad única.

El clima de los vinos canarios

vinos-de-canariasLas condiciones físicas, en concreto las vinculadas con el clima y en particular con la pluviometría van a condicionar las tipologías de viñedo. A lo que hemos de añadir las condiciones del suelo que junto con la altitud, nos van a dar un paisaje de viñedo que es único, y que tiene su base en la laboriosidad de los canarios que han transformado su territorio para poder cultivar una escasa superficie de viña, y que hoy además de ser el espacio generador del cultivo, es un recurso turístico extraordinario.

Un hecho que sorprende es que en una sola isla como es el caso de Tenerife, haya formas de cultivo tan distintas y singulares, que le hacen merecedora de un recorrido exclusivo para ese territorio.

La variedad climatológica y de suelos de esta isla, según lo tomemos a “barlovento” o a “sotavento”, es decir en relación a su posicionamiento frente a los vientos alisios y también según la altitud que va desde la orilla del mar  hasta los 3.718 metros de altitud del Teide, nos van a dar unas tipologías de cultivos, que en un continente tendríamos que recorrer cientos de kilómetros para ver esa diversidad.

Prueba de ello es que en esa única isla hallamos 5 Denominaciones de Origen de vino y cada una posee características territoriales, tipologías de paisaje, variedades de uvas y por ello vinos también adecuados a esas particularidades y por lo tanto distintos.

Si tomamos los viñedos más norteños en la Denominación de Origen Tacoronte Acentejo, pero en la aislada y poco conocida zona de Anaga, nos sorprenderán los paisajes rocosos frente al mar, las terrazas que se asoman, antiguas construcciones vitivinícolas que van desde los lagares rupestres excavados en rocas volcánicas, a las casas agrícolas de gran porte como las de Las Palmas de Anaga o la bella colección de prensas de viga sobre el mar, en toda la zona de Taganana.

El vino de canarias y su paisaje de viñedos

Quedan restos de viñedos en terrazas en El Batán y en el barranco que baja a Punta del Hidalgo y que se divisa completo desde  el Mirador de Chinamada  donde se muestra como el trabajo del hombre genera un paisaje particular.

Las viñas en rastradas sujetas por horquillas de madera, son una constante desde aquí hasta llegar a la zona de La Orotava. El viñedo en esta zona se encuentra entre las construcciones de habitación, y los viñedos de mayor superficie, están en la parte más alta por encima de la localidad de Tacoronte y de El Sauzal. Aquí las cepas siguen levantadas a un altura de 70 cm,  por esos soporte de madera que cada año se recogen después de la vendimia y se ponen cuando la uva toma su color, allá por el mes de junio, formando un conjunto en el que todavía se ven cultivos entre las cepas; aunque la tendencia al trabajo exclusivo de la vid, va dejando olvidado aquel tiempo en que la viña compartía espacio con el millo (maíz), las papas, las calabazas y otras hortalizas.

Esta zona de viñedo, mirador al mar, tiene también algunas formaciones de parrales, sobre todo en las zonas más bajas y cercanas a la costa, y la mayor parte de las veces son plantaciones que bordean el terreno de cultivo de otros productos.

En la comarca quedan restos de antiguas instalaciones vinícolas como la actual Casa del Vino de La Baranda en El Sauzal, que antaño sirvió como espacio de elaboración y almacenaje de vinos.  Hoy es Museo y un excelente centro de información y de divulgación. También hay nuevas bodegas preparadas para el turismo que tienen vistosas  instalaciones para recibir a los visitantes, mostrando los procesos de elaboración y con un espléndido mirador sobre el mar. Un ejemplo de ese modelo de instalación vinícola rodeada de un paisaje singular, con servicios de restauración y visitas, es Bodegas Monje, colgada sobre viñedos en rastrados, y con una magnifica vista sobre un viñedo singular.

Si continuamos hacia el sur a media altura llegaremos a esa villa colonial que es La Orotava. Templos, conventos, edificios históricos reciben al visitantes en  esa urbe colonial, que albergó a Humboldt.

Sobre ella aparecen unos curiosos viñedos, que llegan hasta el bosque de laurisilva en las laderas de una zona montañosa que nos podría conducir hasta el Teide. Es interesante destacar como al cambiar de orientación, más oriental, varía totalmente el sistema de plantación de la vid y por lo tanto su paisaje.

vinos-de-canarias-viñedo-trenzado-la-orotavaAquí nos encontramos con una tipología de cultivo que es exclusiva de este lugar y única en el mundo, nos referimos a las viñas en rastras o en cordón trenzado, que tienen una curiosa formación que está condicionada por varias causas. En primer lugar las variedades para las que se gestó esta pintoresca formación producen sus mejores frutos en los extremos de la planta por lo que se alargan los sarmientos y se hacen esos trenzados con ellos, que parecen una maraña desordenada pero tiene una explicable razón.

Por otra parte ese cultivo elevado del suelo por medio de horquillas de mayor altura que las de las tierras de Tacoronte, separan la cepa del suelo, y le permiten también cambiar de lugar la planta, mudarla para dejar un espacio libre para el cultivo de las papas de invierno. Así vemos a los viticultores girando, hasta casi 45 º,  toda la longitud de la cepa para dejar espacio en el que sembrar las papas, que serán recogidas en el mes de mayo, cuando se levante la viña, se pongan definitivamente las horquetas y se aten con fibras vegetales los sarmientos que habrán ido naciendo, siguiendo las técnicas de poda adecuadas.

El paisaje de esas viñas es interesante y único. En invierno parecen mechones leñosos de una cabellera trenzada, que se va cubriendo de sarmientos atados ordenadamente sobre el tronco; o podríamos decir que el tronco es un conjunto leñoso de sarmientos atados a si mismos, años tras año.

En la comarca, el vino de estos pequeños cosecheros canarios se puede probar en los guachinches, establecimientos situados al lado de la propia bodega donde se debe degustar ese listán blanco, que tan bien hacen en la zona.

En el paisaje todavía quedan los pajares o chozas con cubierta vegetal, que están perfectamente reproducidas en el Museo de Pinolere.

Desde que se acaba esta tipología de viña tan curiosa, nos encontramos en otra Denominación de Origen. En Los Realejos, aparecen nuevas formas de cultivo y nos demuestra que estamos en otra tierra, en otro paisaje: la Denominación Icoden Daute Isora.

Sorprende en Tenerife como atraviesas un barranco, cambias de Denominación y los sistemas de cultivo son completamente diferentes mientras arriba la cumbre del Teide vigila toda la isla bordeada por esa orla marina, que es la otra constante paisajística.

vinos-de-canarias-Parral-alto-La-PalmaEn Icoden vemos parrales altos, inclinados en el lateral de cada huerto, con un sistema de pérgola que recuerda a algunos portugueses del norte de ese país y a la formación italiana que también hemos encontrado en el sur de Brasil, cerca de Bento Gonçalvez.

En esta D. O. que tiene su capitalidad en La Guancha admiramos como la viña sube por las laderas y se adentra en bosques de pino, y a la vez se acerca al mar. Nos sorprende una bodega moderna, escondida, excavada que como volcán va hacia el centro de la tierra, en la que se hacen los mejores vinos degustados en la isla. La bodega Viñátigo, produce, a nuestro modesto entender en su conjunto, los mejores vinos de archipiélago canario, y sobre todo los más originales por su búsqueda de las cualidades de las variedades tradicionales y por la apuesta por el trabajo de la viña, casi tanto como por la labor de la cava.

Entre construcciones aparece un majano de esos que el labrador levantaba juntando las piedras que encontraba en su parcela, y que algún experto bienintencionado ha bautizado como pirámides, no siendo más que un fruto de la laboriosidad, es decir su  reflejo en el paisaje, y en este caso cubierta de cepas que lo recubren.

La piedra abundante entre los viñedos ha servido para muchas construcciones en la agricultura canaria, como iremos viendo; y es la base de los aterrazamientos que vamos observando desde Anaga.

Tuvo que tener un pasado floreciente en viñas y vinos esta tierra que decide como centro, un pueblo con el sonoro nombre de Icod de los Vinos. A su alrededor la viña se mantiene con horquetas.

Cercano y dando vista al mar hallamos esa localidad como colgada sobre la costa, que es la Tierra del Trigo,  donde vemos una fórmula que recuerda a las cepas en cordón de La Orotava,  que aquí llaman trenzadas, con su soporte más alto y su elevación para separarla del suelo.

vinos-de-canarias-limpieza-viñedo-TacoronteSantiago del Teide es tierra de viñas y bajando el alto del Puerto de Erjos admiramos las viñas, por fin y cosa rara; en un llano, pero nos hablan de que en el pasado eran más valientes y subía por las laderas, hasta el malpaís formado por el volcán.

Nos queda un resto de esa viña audaz y luchadora entre arenas de volcán y lavas, acompañadas de almendros, protegidas por un calvario que recuerda la erupción y bajo la mirada de esos conos volcánicos que se nos aparecen amenazantes.

En esa parte alta de Las Manchas resisten esas cepas, como en un desierto, con un silencio en el paisaje, encerradas en paredes de piedra que anuncian el pastoreo del cabrío, como nos lo explica un caminante.

Atravesamos cerros para llegar a otra tierra de viñedos que asciende por la ladera de ese centro y eje que es el volcán. Es la tierra de Isora que ha perdido su carácter agrícola en la dedicación de sus habitantes pero no puede ocultar su pasado en los restos que el paisaje nos ofrece. Tomamos un sendero andarín y vamos viendo las eras de trilla y de secado de frutos, las huertas inscritas en paredes, los sistemas de conducción de un agua escasa que baja por el Barranco de Chirle.

Aquí se mezclan las tipologías de formación de viñas, pero vemos como con la piedra se hacen amontonamientos y entre ellos se plantan cepas, que parecen atrapadas por los cerros pétreos, que las protegen y les dan calor. Ascendiendo, observamos como se mezclan formaciones y hay parrales laterales, viñas rastreras levantadas con horquetas, otras perimetrales, y las jóvenes y coquetas se yerguen en espalderas de brillantes de modernidad con hierros y alambres.

Cuanto más alto el paisaje se hace más antiguo, más regresivo y se ve la mano prudente del cosechero jubilado que las cuida y nos atiende. “Antes, señor, todo esto eran parras, y como estas, y las cavábamos, hasta dos veces, antes y después de la poda, cuando más frío hacía”.

Hoy los coches de turistas suben a la cumbre para disfrutar del día, y pocos saben que la viña es un cultivo histórico en esta tierra, y sobre todo un cultivo generador de un paisaje que podría convertirse, con su acomodación, en recurso turístico.

Los vinos canarios de Isora son blancos, aunque la moda de los tintos hace que las cepas se cambien, y aparezcan otros productos.

A partir de Guía de Isora, si trazamos una línea paralela al mar y con referencia en altitud al Teide, iremos encontrando viñedos que rodean la isla como una orla decorativa que dan la identidad a muchos de esos pueblos, que están altos para disfrutar de buen clima y para estar alejados de los piratas.

Nos acercamos a las viñas de Abona, que nos sorprenden por ser altas en vaso, en muchos casos sobre cenizas volcánicas claras, casi blancas y que rodean otros cultivos, en la altitud media. Subimos a Vilaflor y vemos los restos de lo que fue una gran extensión, que hoy a partir de la existencia de nuevos regadíos, ha sido sustituido por el cultivo de papas en terrazas de gran belleza. Como es otoño, los colores decadentes de la viña, contrastan con el verdor de la papa que cree día a día a fuerza de agua y calor. La viña ya es un cultivo marginal.

Nos adentramos en los cultivos, nos sentimos bien entre las cepas en arbolito o altas como les llaman con orgullo sus cultivadores. Pero más nos sorprende otra altitud.

 

Los viñedos más altos de Europa en Canarias de Canarias

El viñador nos habla de los tiempos sin regadío de los cultivos de papas y hortalizas cercanos al pueblo y de cómo la viña subía por las laderas hasta lo más alto posible.

Los límites eran la tierra, que se convertía en lava y el frío que hacían las noches heladas; lo demás eran beneficios.

Nosotros incrédulos, que habíamos leído que los viñedos más altos de Europa estaban en Visperterminen a 1150 metros, y los de la Península Ibérica en Barranco Oscuro, que cultiva nuestro amigo Manuel en el Cerro de Las Monjas a 1370 metros, tomamos la mochila y tiramos por el camino de Chasna, que es un sendero bien señalizado que sube entre los límites entre Vilaflor y Granadilla de Abona.

Por esos territorios pedregosos y volcánicos, llegamos a los 1750 metros con cepas cultivadas, metidas en hoyos protegidas con canteros de piedras; es el término de Los Frontones y del Barranco del Seri. Todavía encima de la pista que conduce a la zona del Albergue de La Madre del Agua, podemos ver restos de cepas abandonas a más de 1800 metros de altitud. Son cepas en vaso, viejas y retorcidas, que han sufrido, fríos y  fuegos, sismos y tormentas, y esas si que son las más altas de Europa.

Bajando en la Montaña Colorada en la misma carretera TF 21, vemos ese cambio de colores que hemos observado, en toda la zona, pero ahora contra los tonos rojizos  de ese cerro tan cromático.

En la comarca hay bodegas que abren sus puertas a los turistas que se agrupan por millares en la costa llamada de Los Cristianos. Nosotros seguimos a media altura en un recorrido de viñas que va cambiando de formación, de suelos y de paisajes.

Aquí se encuentra el enclave admirado por la calidad de sus vinos canariso de Los Llanos de Trebejos, con viñas viejas con la clásica formación, y otras nuevas en espaldera.

La Denominación de Abona se ha caracterizado por sus vinos blancos, afrutados y dulces, pero ha comenzado con la elaboración de tintos, como en toda la isla.

Seguimos en esa cota en la que tenemos la sensación de que Tenerife sigue siendo una isla rural y agrícola, mientras a nuestros pies se desata el furor inmobiliario que ha transformado el archipiélago en menos de 30 años.

vinos de canarias riego

 

La carretera nos lleva a media altura, eso que llaman con claro concepto por las medianías, y vemos después de Fasnia, sigue el arenado con lavas blancas que guardan la humedad del suelo y se levantan las viñas perimetrales, sobre horquetas con el espacio central para el cultivo. Es un viñedo entre urbano y rural, ya que a lo largo de esa franja, el poblamiento es también intenso, y aparece un estrato rocoso más denso y con posibilidades de ser excavado lo que constituye un alargado barrio de bodegas que recorre la sinuosa carretera, hasta poco antes de llegar a Güimar.

Se ven las excavaciones que permitieron albergar cubas y prensas, y que todavía hoy algunas mantienen.

La tierra va cambiando de color y se intuyen las grisáceas rocas volcánicas que dan paso al malpaís por encima de Güimar. En esta localidad está la sede de su Consejo de la Denominación de Origen y en él nos orientan para subir ladera arriba para llegar a través de esa zona volcánica en la que quedan unas viñas muy viejas, retorcidas por la búsqueda de la humedad. La bodega Vega Las Cañas nos permitió probar sus blancos licorosos, con toques tostados y recuerdos cenicientos a un sauternes.

Vemos hornos de secado de higos, y las construcciones de las bodegas tradicionales, que parecen pequeñas capillas de oración. En Hoya Cáscara las cepas en vaso se unen a otras en cortas rastras pero levantadas del suelo, y conforme ascendemos hacia Las Dehesas y Los Pelaos, a más de 1500 m, aparecen las clásicas formaciones en vaso con densidades menores y podas  obligadas por la altitud y el clima.

Es la zona junto con la anterior de Vilaflor que guarda esta formación de viñedo, más castellana, y obligada por las condiciones ambientales. En toda la comarca se observan esos montones de piedras, llamados majanos, que aquí han adquirido la condición de “pirámides” y son un importante atractivo.

Continuamos a esa media altura y no desaparecen las cepas, y podemos llegar de nuevo a encima de La Laguna, donde comenzamos a ver de nuevo las viñas de Tegueste y las cercanas a la costa de Tacoronte, con lo que hemos efectuado un periplo perimetral por toda la isla, hablando con agricultores que están todavía terminando de vendimiar, mientras otros limpian la planta para prepararla para la poda y otros excavan de hierbas el suelo. En esta variedad de suelos y climas podemos ver hasta cepas que están brotando, engañadas por el mes de noviembre que parece mayo y las anima a crecer como en primavera; y nos dice el viñador:  “ aquí hay años que no se paran, y tenemos que esperar a los fríos de finales de enero para podar y no hacerle daño”.

vinos-de-canarias-Horquetas-TacoronteMientras, se prueban los vinos nuevos y se festeja a San Andrés en Puerto Cruz, La Guancha e Icod, recordando su pasado vinatero y los ruidos que efectuaban las barricas y toneles al bajar hacia el puerto y que hoy los muchachos rememoran arrastrando botes y latas, a la vez sus padres preparan la merienda vespertina en el guachinche amigo de papas arrugás, castañas y pescado salado, regado con el vino nuevo.

Nunca nos había ocurrido que para ir de un viñedo a otro, hayamos tenido que atravesar un mar. La sorpresa en nuestros recorridos ha sido recorrer una superficie de viñedo que no supera las 15.000 hectáreas, incluyendo los viñedos no reconocidos por las Denominaciones de Origen,  que para nosotros tienen similar interés paisajístico y cultural, observando que de una isla a otra de este archipiélago, no conocido especialmente por sus viñedos, sino por otros productos agrícolas y de servicios, las diferencias y las variables son muy importantes, y existe una singularidad en cada isla e incluso dentro de cada isla, las diferencias son enormes, según la zona que analicemos.

 

El viñedo y los vinos de Gran Canaria

En el caso del vino de Gran Canaria, solamente hemos estudiado los viñedos más agrupados, y que se encuentran en el Monte Lentiscal, en las laderas del Monte Baldama. Es la zona más característica aunque haya otras como Las Palmas que mantienen las cepas, y la comarca de Tejeda donde se observan entre los almendros.

Aquí hablan del origen holandés del cultivo en el tiempo en que se producían vinos dulces para la exportación al norte de Europa. Hoy quedan restos de aquellos viñedos sobre suelos de arenas volcánicas como la finca Los Lirios, con sus cultivos tradicionales rastreros al lado de nuevas plantaciones en espaldera. El “picón” que salió del volcán que da cobijo a la viña, mantiene la humedad y con “la tarozada” nocturna, se mantiene ese frescor del suelo, al que contribuyen los vientos que soplan del Este y Nordeste, entre mayo y septiembre, a unas velocidades entre 5 y 12 kilómetros por hora, dejando una cierta humedad en las plantas.

Más arriba se observa la Hoya del Alcalde donde hay plantaciones más modernas y verdes, contrastando la hierba del campo de golf próximo. Descendiendo se ven las antiguas fincas de San Juan del Mocanal, donde se mantienen viñas viejas, que pueden dar excelentes vinos. Nos acercamos a Santa Brígida para ver el pequeño museo de la Casa del Vino, y conocer el Consejo que regula la producción.

No podemos olvidar el enclave de los Siete Lagares, lugar donde se mantenían ese número de prensas, con sus lagares de piedra azul de Arucas, a modo de batería industrial para elaborar los vinos que también cultivaban los aparceros de las propiedades jesuíticas vecinas.

En la actualidad se sigue manteniendo cierta tradición elaboradora en la zona, con variedades tradicionales canarias, aunque también hemos observado, syrah, cabernet sauvignon y hasta tempranillo.

El viñedo y los vinos de Lanzarote

De esta isla grande y capital, tomamos un barco para llegar a la de Lanzarote, donde nos esperan otras formas de cultivo y otros paisajes.

La capital Arrecife recibe al visitante y es un espacio de distribución de viajeros, que llegan a la isla por diversas apetencias. Nuestro primer destino es el cercano pueblo de San Bartolomé de Arrecife donde se localiza el Consejo Regulador de la Denominación de Origen. En el camino, observamos que nos encontramos en una isla más oriental, más volcánica y más seca, donde las palmeras son el único elemento vertical que atraviesa un paisaje llano y ondulado.

Los pueblos blancos son una constante, que ya descubrió César Manrique como valor excepcional hace más de treinta años. A la salida del pueblo se encuentra un centro entre divulgativo y comercial, que es un enclave a visitar para conocer los productos de la isla; el Monumento al Campesino, no es lo más acertado del artista, del que hemos visto excelentes obras en esta y otras islas.

Al viajero amante del paisaje del viñedo, se le van los ojos hacia esas tierras negras partidas por paredes de piedra, llamadas zajas, que protegen las cepas del fuerte viento reinante. A cualquier aficionado a la cultura del vino este paisaje le emociona. La diversidad de los colores de las laderas volcánicas contrasta con el negro del suelo, es “picón” transportado en lomos de camello de sus minas hasta la fincas.

vinos-de-canarias-bodegas-el-grifo-tenerife-volcanLa viña crece sobre terrenos preparados: “enarenados”, en los que la escasa humedad se mantiene y con la brisa que viene del mar es suficiente para crecer. Esas tierras tienen un límite en su acercamiento a las zonas volcánicas, en las que la lava llegó hasta ellas, y las cubrió, por eso encontramos huecos o “chabocos”, perforados en la lava para buscar la tierra vegetal y allí plantar los sarmientos de moscatel que querrán ver la luz y crecerán rápido, para luego ser emparrados de curiosas formas. En las laderas del volcán de Juan Bello, y en el término de Mardacha se observan este tipo de plantaciones que permiten también crecer frutales, en particular higueras. En Bodegas El Grifo, hay un conjunto de estas excavaciones que sobre todo nos muestran la relación entre el paisaje y el trabajo. Parece que los moscateles eran la variedad elegida para hacer estas plantaciones, que daban unos vinos dulces y aromáticos. No hay que olvidar de visitar el Museo de Bodegas El Grifo, por conocer los antiguos procesos de elaboración.

Debemos catar el vino malvasía seco de esta bodega mientras si fuera posible, disfrutar de los excelentes ejemplares de su bien surtida biblioteca especializada en temas isleños y vitícolas.

Siguiendo la carretera a ambos lados vemos las viejas  “zajas o socos” semicirculares de piedra que en las plantaciones nuevas se han alineado, y que muchos agricultores critican por percibir que el paisaje tradicional de la isla se está perdiendo. Es uno de los pocos lugares de los que hemos recorrido en nuestro trabajo en el que el paisaje aparece en la conversación con nuestros informantes. Estos se quejan de haber abandonado las formaciones antiguas y creen que eso es una pérdida irreparable para la isla.

Conforme la tierra vegetal va quedando más cubierta por el picón que naturalmente cayó de los conos volcánicos, van apareciendo los hoyos para la plantación. Primero con un leve descenso, más tarde llegando a un metro de profundidad y posteriormente cerca ya de las zonas de erupción, en La Geria, la profundidad del hoyo puede llegar a los tres metros.

El paisaje es un espectáculo único en el mundo, y en el sistema nos recuerda a las chacras hundidas de Perú, excavación también realizada en tierras volcánicas para alcanzar la tierra fértil.

En esa zona se han de visitar las bodegas y catar esos vinos dulces, y también los tintos, que van mejorando con el buen hacer de sus elaboradores. Al atardecer la luz rasera da unas sombras impresionantes a ese paisaje funerario, solo alegrado por los puntos verdes de las cepas. A los pocos kilómetros aparece el volcán que debemos atravesar con sus rocas rugosas y retorcidas, como salidas de un horno donde se le ha pasado la mano al panadero.

Antes conversamos con viñadores que están “margullendo” un sarmiento, es decir enterrándolo para que nos de una cepa joven, que sustituya a la vieja prestadora de vida.

Al lado otros limpian, la cepa, a fin de dejarla lista para la poda en los meses fríos.

Viajamos hacia el norte y desde el Museo Agrícola de El Patio vemos una nueva coloración en suelos de color canela, con sus piedras marrones que protegen las cepas de los vientos que vienen de la costa. La técnica es la misma, pero el suelo es diferente y nos proporciona un paisaje completamente distinto, y a lo lejos se ve un mar azul, allá en el norte donde también hay viñas.

vinos-de-canarias-La-Geria-LanzarotePor el campo quedan restos de los antiguos lagares con su “tanqueta” para recibir la uva, y su “tanquilla” para almacenar el mosto, pero ya se han perdido y hemos de conocerlos en el Museo Agrícola de Tiagua, donde hacemos repaso de todos los útiles y herramientas que se han utilizado en el cultivo de la vid. Nos sorprenden esas viejas fotos en las que el camello es el animal de tracción en el trabajo de la viña, para reparar  los hoyos, y para transportar la uva a los lagares. Es una singular laboral única que ha generado también una ergología especial y una oralidad muy interesante.

Nos dirigimos hacia el norte de la isla un terreno reseco cubierto de “jable”, o arena procedente del mar, con tonos arenosos y canela, para descender hacia la comarca de Haria, donde se sitúan los viñedos del norte, más fragmentados, pedregosos y en terrenos robados a la lava del volcán.

Aparecen cabañas de vigilancia de la viña, bodegas encaramadas en la altura y unos viñedos en los que la piedra juega un papel especial. Las cepas son plantas bajas levantadas por horquetas y plantadas en los huecos que dejan las lavas, y en algunos casos se ven “enarenados”, que nos demuestran la edad reciente de esas plantaciones.

El volcán de la Corona tenía sus faldas cubiertas de viñedos, que van abandonándose por alturas, primero los más altos y hoy se mantiene el cultivo en las zonas más bajas enarenadas y con “zajas” a cierta altura para facilitar la mecanización. Pero los viejos viñedos, crecen retorcidos entre piedras del “malpaís”.

Si se abandona esta zona que da vista al volcán se acaban los viñedos norteños y ya hemos conocido casi la totalidad de hectáreas que cubren la isla, con unos sistemas de cultivo y por lo tanto con un paisaje, que es único en el mundo.

En los pequeños pueblos, las prensas de viga salen fuera del edificio como para manifestar la presencia de un viñador, y son muchas las familias que continúan elaborando su vino familiar, generalmente blanco, en esas prensas.

No queremos dejar de nombrar las escasas referencias al viñedo de Fuerteventura, que ha sufrido la sequía y se ha ido reduciendo, quedando en la actualidad cuatro productores que elaboran vino en la isla.

Los viñedos, son perimetrales en las fincas que mantenían otros cultivos, rodeando la zona de “la gavia”. Este sistema de irrigación de “bebederos o gavias” consiste en aterrazar las fincas a ambos lados de los barrancos, y cuando se producen lluvias desviar las aguas a esas tierras de cultivo que tienen una protección perimetral a modo de corto muro de unos 70 cm. de alto, que permite que el agua se empoce e inunde el terreno, procediendo posteriormente a la sembradura. El agua va bajando de una gavia a la siguiente, continuando la irrigación.

vinos-de-canarias-lagar-fuerteventuraLas viñas de muy diversa formación, pero generalmente en parral bajo sostenido por horquetas se plantan alrededor de las fincas o incluso en una tira central o mesa, permitiendo el sembrado de papas y otros cultivos en el centro del cercado o finca.

Parece que en el pasado hubo alguna finca con gran producción pero a partir de 1940 se produjeron sequías que destruyeron la viña, y se ha ido reduciendo, siendo en la actualidad una afición de algunas personas, que elaboran y comercializan su vino dentro de la isla.

El regreso en barco a Lanzarote nos indica la conclusión del trabajo en la zona más oriental de las islas, y en otro navío debemos volver para buscar otros viñedos.

El viñedos y los vinos de El Hierro

El Hierro, es una isla con una montaña central que separa dos zonas agrícolas y habitacionales diferentes. El Golfo es la comarca más vinícola, con cultivos de plátanos en su parte más baja, en las medianías amarillean las viñas otoñales, y sobresalen los pequeños edificios de sus lagares con las vigas inclinadas, y casi sin uso.

Sobre esta zona, comienza un bosque que es variado y se convierte en pinar justo al tomar la vertiente de El Pinar.

Estas dos son las áreas estudiadas en sus cultivos de viñedo. En la zona de Frontera las viñas ascienden la ladera, y rodean el santuario de la Virgen de la Candelaria. Las fincas son de pequeño tamaño y se mantienen las cepas a baja altura sostenidas por horquetas. En la parte más alta se levantan edificaciones que en sus tiempos fueron bodegas quedando alguna prensa, como testigo. Son zonas de cultivo con tierra, que va dando paso a rocas volcánicas deshechas, con los colores clásicos rojizos o negros.

En la parte baja de Frontera, en el término de El Chijo se observan las antiguas formaciones en pequeñas fincas fragmentadas por muros de piedra, y con protecciones de estos materiales para las higueras. Se observan los arcaicos cultivos ascendiendo a las laderas, pero hoy abandonados, y las muestras son esas terrazas que mucho recuerdan paisajes portugueses.

Siguiendo la costa llegamos a Sabinosa, donde se celebra a San Simón, patrón de la viña, y vemos sobre las arenas negras las cepas rastreras que nos hablan de su antigüedad. Los informantes nos cuentan del trabajo de limpiar la tierra, y de todas las laderas, que hoy se han abandonado. En el casco urbano vemos las prensas que nos muestran su pasado vitivinícola y nos recuerdan la calidad de sus vinos.

Tenemos que subir al alto y vamos viendo como se abandona el viñedo y quedan los restos de las viejas cepas y las antiguas prensas hoy rodeadas de bosques. Entre los pinares todavía vemos alguna cepa que resiste el paso del tiempo.

Llegamos a El Pinar y desde el Mirador de Tinajara, observamos esa mezcla de cultivos que se apoyan entre si: el viñedo y la higuera. El pueblo está rodeado de viñas, aunque sus habitantes dicen que era una tierra de ganadería que se fue ocupando por cultivos, y el viñedo se fue adaptando ocupando las laderas y dejando las parte bajas para los cereales. Hoy la superficie se ha reducido, aunque se ven nuevas plantaciones en espaldera y hay vinos muy singulares.

Se distinguen formas de plantación que tratan de proteger a las plantas de los vientos que azotan fuerte desde el mar. Así se hacen bancales y se observan las ondulaciones que se efectuaban en el terreno, primero de forma manual y posteriormente con máquinas a partir de 1950, en los términos de Cascajos se conservan algunas manifestaciones, que algunos agricultores consideran que son copias de formas de plantación de Lanzarote. Más alto en el término de Las Lomas están vendimiando, el último día de octubre y desde allí vemos viejas viñas y nuevas plantaciones de baboso tinto que tanta fama ha dado a esta isla. A la vez las muestras del volcán marino se aprecian mientras almorzamos con el propietario que nos ofrece vinos muy interesantes.

En la zona norte de de El Hierro, quedan algunos viñedos que hablan del pasado glorioso de esa comarca, que hoy ha olvidado prácticamente el cultivo.

En El Hierro hay una bodega cooperativa que recibe la mayor parte de las uvas de la isla, pero sigue habiendo productores familiares, que elaboran buenos vinos de forma artesanal. Allí se acaba de jubilar su enólogo Rafael Armas Benítez, que lleva décadas trabajando cepas y vinos canarios, y merece un homenaje.  Los vinos de esta isla, poseen un carácter mineral, con aromas muy atlánticos, y los hemos probado jóvenes de maceración carbónica con frutas rojas frescas y alegres.

El viñedo y los vinos de La Gomera

viñedos-canarias-Terrazas-La-GomeraDesde esta isla saltamos a La Gomera, para conocer otras zonas de plantación, que crecen arropadas por laderas y barrancos. La constante en este lugar es la pendiente para todos los suelos agrícolas y aún más para los viñedos que como no han sido exigentes, han ido ascendiendo ladera arriba, hasta llegar a alturas exageradas, que multiplican el trabajo, pero gratifican con la calidad.

Es una isla que ha aprovechado su escaso terreno apto para el trabajo agrícola, y a base de esfuerzo ha abancalado sus laderas para ganar unos metros de tierra cultivable. Con ese trabajo han alcanzado las 200 hectáreas de cultivo, entre las que predomina la variedad de uva local: la forastera blanca, aunque hemos reconocido marmajuelo, y malvasías.

El viñedo va desde la orilla del mar, incrementándose a partir de los 200 m., por la zona de Abulo y Hermigua, llegando hasta los 1200 m. en El Cercado. Esta disparidad de altitudes trae consigo diferencias en el trabajo de la viña y por lo tanto en su paisaje.

El viñedo ha aprovechado los peores terrenos y además ha acompañado a otros cultivos, allí hasta donde se atrevieran a ascender; los buenos vinos de la isla siempre eran los criados a mayor altitud.

Recorriendo la Hermigua, vemos los parrales de caña, que se levantan sobre estructuras de ese material en los bordes de los huertos compartiendo el terreno con papas, millo y hortalizas.

Saliendo del pueblo se observan los paredones o terrazas, que mantienen las cepas, sobre el mar. En la zona de Tabuluche, las terrazas se levantan por las laderas y se observa como las zonas más altas se van abandonando. En Vallehermoso, hay que ascender por los barrancos y se ven cepas rastreras, con pie bajo, apoyadas en horquetas, aunque comparten el escaso terreno, las vides en vaso y aparecen algunas espalderas en los cultivos más cercanos al pueblo.

Conviene subir a la mayor altitud para ir observando como cambian las formaciones, y como la cepa toma más altura, pero siempre aprovechando esas tierras aterrazadas, que bordean caminos empedrados, frente a la Fortaleza de Chipude, donde destacan también viejos viñedos entre empedrados caminos.

Pasando el alto y ya descendiendo hacia San Sebastián sorprenden las tierras aterrazadas dedicadas antaño al cereal y hoy abandonadas. Son un monumento al trabajo abnegado de los agricultores de la isla, tantas veces obligados a emigrar a causa del hambre y la pobreza. Sentado frente a ese impresionante conjunto hoy vacío de verdor, nos reafirmamos en nuestra hipótesis de que el paisaje es trabajo en todas las facetas de la agricultura y por lo tanto en el viñedo.

Llegamos al puerto, de donde tantas gentes partieron camino a Venezuela y a Cuba, después de haber esculpido su isla y de haber escalonado sus laderas, pero con escaso éxito, ya que la única recompensa fue el partir a trabajar en otras tierras.

El viñedo y el vino de La Palma

A través del mismo mar y viendo algunas de sus islas nos dirigimos a La Palma, una isla con una Denominación de Origen muy reconocida, con casi mil hectáreas de viña, de las cuales 730 está inscritas dentro de ese Consejo Regulador, forman un conjunto de 5.098 parcelas, lo que nos muestra la superficie media de cultivo, de algo más de mil metros.

Sorprende al llegar a la isla una señalización vinculada al turismo del vino, incluso con el reconocimiento de paisajes singulares, bien definidos y delimitados. Comenzamos nuestro recorrido observando de nuevo esa división por franjas de altura, y nos situamos en la medianía por donde discurre una carretera perimetral de circunda la isla. Entramos en el primer espacio productivo, que es la comarca de Mazo. Las cepas salen de una superficie pedregosa, y se levantan a poca altura como buscando el calor del suelo. Sus brazos se apoyan en horquillas, y las superficies se elevan por medio de paredes de piedra, una constante en un archipiélago con laderas tan  pendientes. Se llama la formación en “caleta”, con “rodeones de piedras” que protegen la planta.

En el Hoyo de Mazo, la viña se eleva y nos hablan de altitudes hoy abandonadas, lo mismo que la pérdida de las zonas más bajas ocupadas por otros cultivos. La construcción que fluye desde la capital, también ha ocupado esos viejos viñedos, algunos de los cuales los encuentras entre las edificaciones.

Siguiendo hacia el sur, llegamos a Fuencaliente, sede del Consejo de la Denominación de Origen, donde nos atienden con profesión y cariño, y ansiosos nos vamos a buscar esas tierras que cubrió el volcán, hace muchos años, y vemos viñas sobre las cenizas negras del volcán. En ellas se hace una caja para descender hasta dos metros de profundidad, donde se encuentra la tierra amarilla. Posteriormente se hacen los muros que constituyen en su conjunto los bancos de viña, que hallamos en el término de Los Llanos Negros, al lado del Volcán de San Antonio, cuya erupción en 1667, modificó radicalmente el paisaje. Son viñas muy bajas, que quieren con su escasa altura evitar los vientos reinantes y estar sus frutos próximos al suelo para que el calor les haga madurar, y ser la base para esa excelente malvasía aromática que se cría en esa zona, o la desconocida “sabro”, aunque encontramos variedades con nombres como marmajuelo, baboso blanco, y gual.

Pero vemos otras variedades en el campo y en la bodega de Juan Matías Torres, que visitamos por conocer sus dos lagares de madera de pino tea, en los que todavía se prensaba la uva a primeros de noviembre, degustamos un oloroso albillo, muy interesante. Con respecto a las fechas de vendimia, en ellas podemos entender la variedad de la viña insular, ya que hay zonas en las que se comienza la recolección a mediados de julio y en otras a primeros de noviembre.

A barlovento de Fuencaliente, se encuentra otra zona privilegiada que son Las Machuqueras, donde la viña es más rastrera y  también está protegida por los muros que hallamos a sotavento.

Sobre el pueblo entre los pinares, que sufrieron un lamentable incendio, suben las viñas hasta los 700 metros de altitud, con otra técnica de cultivo, más parecida a las cepas de norte; es donde crece el albillo, oloroso y frutal.

Si seguimos por esa carretera perimetral, llegamos a Las Manchas, habiendo pasado por el bodegón Tamanca, donde luce una prensa y se degustan los vinos con los alimentos tradicionales de la isla. Quedan restos de viñedos, con suelo agrícola, sin cubierta volcánica, y descendemos para conocer el Museo del Vino donde se guardan los objetos de la elaboración del vino y hay un excelente ejemplo de prensa.

Atravesamos Los Llanos de Aridane, donde los palmerales son el cultivo más impresionante, y generan un paisaje confuso e irreal, pero rentable. Tomando cuestas y recorriendo cerros nos atrevemos a buscar los viñedos más altos de la isla en la Cruz de la Traviesa, a más de 1550 metros de altitud, entre pinos canarios de alto porte y con pluviometría de más de 1500 mm/m2. La finca del Ayuntamiento de Tijarafe, en Tinazara, en el término de El Quinto, es la finca de viñedo más alta de la isla.

 Encontramos un sistema de aprovechamiento aterrazado siguiendo las curvas de nivel, en el que no crece más que una cepa, en vaso, muchas veces ayudada por horquillas y soportes. Según los informantes es una forma de cultivo reciente, ya que no tiene más de 70 años. En su  infancia, hace 60 años, recuerdan las cepas rastreras, y extendidas cubriendo toda la banda de viña, con plantaciones en hilera. Para facilitar el cultivo llegó del sur, de las zonas altas de Fuencaliente, esa forma de poda en vaso, que hoy facilita que entre las cepas pueda entrar un pequeño motocultor con el que se hacen las tareas de la tierra.

Sorprende la altitud a la que se encuentran los viñedos, entre brumas atlánticas, y rodeados de pinos canarios, de los que salen las piezas de las prensas. En las laderas surgen algunas bodegas interesantes como “El Níspero” donde podemos degustar el vino de tea, esa singularidad del norte de la isla obligada por la abundancia de la madera de pino para fabricar los envases vinarios. Sus vinos blancos son sensacionales y el albillo es una delicia, a esa altura.

 Atravesando los barrancos se observan antiguas construcciones agrícolas tradicionales y otras nuevas con escaso gusto constructivo, no faltan  cruces que hacen persignarse al caminante y hoy admirarlas el senderista. La zona está recorrida de senderos, excelentemente bien señalizados, y además con una ocupación que no hemos visto en ninguna otra parte de España. Esos senderos podrán convertirse también en caminos del vino, explicando por medio de paneles a los excursionistas los valores que la viña tiene en la cultura y en paisaje palmeño.

El descenso hasta Puntagorda es impresionante por los barrancos que hoy son accesibles y que en el pasado sería costoso su recorrido y el transporte de los racimos, por lo que surgieron esas bodegas en las laderas. Bajo el pueblo, casi en el mar se ven parrales que nos anuncian nuevos cultivos, que encontraremos a Barlovento.

Recorremos ese norte de la isla, donde los bosques son la constante y el mar a sus pies, viendo los dragos centenarios, que parecen de fábulas con animales fantásticos. Al llegar a esa localidad septentrional de Barlovento, que nos recuerda a navíos y piratas, vemos que la tierra y el clima han cambiado. En Los Sauces surgen las cepas altas en parrales y continúan en La Cuesta en sus laderas, y en las zonas más bajas, casi pegados al mar los cerramientos para el cultivo del plátano.

Estructuras de madera, fuertes y resistentes, sujetan un sistema único en la isla, que va a llegar hasta la capital. La altura llega a 80 cm., y se forman mesas de unos 3 m. con larguras de 6 y 8 m.

El viñedo va perdiendo extensión y quedan pequeñas manchas entre los plátanos, en las zonas más bajas cercanas a la costa, en el enclave señalizado de El Taboco en dirección a la Playa de Los Nogales. Siempre nos sorprende la versatilidad de la viña, que crece entre urbanizaciones, al lado de los frescos ñames, junto a los plátanos, y bajo los pinos, o cercana a los bosques de laurisilva.

En las medianías se mantiene esta formación de parral  incluso por encima de la capital hasta unirse con las tierras de Mazo, donde la piedra hace su aparición.

El recorrido por la isla nos ha cautivado, con esa mezcla de formaciones volcánicas, que se encuentran con la vegetación natural y comparten el territorio con los cultivos tradicionales y con los actuales para la exportación.

Pero lo que más nos ha sorprendido es el interés por el tema del paisaje no solo en la Denominación de Origen, sino también en las instituciones vinculadas a la agricultura, al turismo y al desarrollo regional, y sobre todo a partir del excelente trabajo que sobre el paisaje de la isla está realizando el equipo de la Reserva de la Biosfera.

Han pasado casi dos meses otoñales, realizando las encuestas para el Atlas del Cultivo Tradicional del Viñedo, que patrocina en Instituto del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura,  y hemos conocido una variedad de paisajes agrícolas que es difícil de encontrar en otras zonas del mundo. El carácter insular, las diferencias de altitud, la disparidad de suelos y las distintas procedencias de las influencias culturales migratorias, nos dan como producto una forma de cultivos de viñedo que han generado excelentes productos y espectaculares paisajes. Naturaleza y producto unidos como un valor cultural propio de este territorio, que se ha de convertir en un recurso más para su potente actividad turística.

 

Luis Vicente Elías Pastor. Dptmo. Documentación y Patrimonio Cultural. Bodegas R. López de Heredia. Haro La Rioja.

 

 

  1. #1

    Dani C.

    Extenso y didáctico artículo sobre los vinos de Canarias, Luisvi. Un lujo volner a contar con tu colaboración.

    Me están entrando ganas de coger las maletas y hacer la ruta que cuentas.

    Un saludo
    Dani

  2. #2

    Moonlight

    Hay una cosa que no entiendo sobre los viñedos más altos de Europa: dejando aparte los mencionados en este artículo, ¿por qué se dice que son los de Visperterminen, a 1150 metros, si en las Alpujarras hay unos viñedos a 1370 metros (Cerro de las Monjas)?

  3. #3

    Jony Campe

    Muy buen artículo. Un saludo desde La Casa Museo del Vino "Las Manchas" en la isla de La Palma.
    SALUD!!

  4. #4

    Luis Vicente Elias

    en respuesta a Jony Campe
    Ver mensaje de Jony Campe

    Gracias a ti Jony que nos atendiste en tu museo. Un cordial saludo.
    Luis Vicente Elías

  5. #5

    Masequera

    Me parece que el título "Los vinos de Canarias" se queda grande cuando sólo se hace una breve mención de esta tradición en Gran Canaria. Bastante completas las otras islas con muchísima diferencia. Que triste que se sigan viendo tan obviamente las competiciones isleñas por parte de algunos individuos. Si pretendían ser profesionales con este artículo, me temo que no lo han sido, claramente!

  6. #6

    Antace

    en respuesta a Masequera
    Ver mensaje de Masequera

    Hombre! En Gran Canaria están haciendo ya muy buenas cosas, pero no me pude negar que empezaron hace muy poco. Hace quince años no tenían más quince Has de cultivo, lo que una explotación media en Lanzarote o Tenerife. Todo se irá haciendo poco a poco. El artículo está bastante equilibrado con la realidad y el titulo encaja correcta,ente, según mi criterio, de viticultor y enólogo desde antes de las DO. Un saludo, sin polémica.


Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar