Placeres vinícolas

Experimentos en casa: quesos, blanco y generoso.

Ya sé que mucha gente no da importancia, o incluso menosprecia la cuestión del maridaje o "emparejamiento" entre vinos y comidas. A mí personalmente sí que me gusta buscar la mejor conjunción, y aunque suelo ser bastante clásico en lo que a elecciones se refiere, en ocasiones me apetece probar y experimentar cosas. Creo que un buen entendimiento entre los platos servidos y el vino potencia sabores, realza sensaciones y aumenta el disfrute, que a fin de cuentas es de lo que se trata.
 
Teniendo por casa algunos quesos, decidí preguntar al que llamo mi sanedrín vinícola en Twitter su opinión sobre los vinos que mejor irían con ellos, y la opinión mayoritaria giró en torno a blancos con cierto paso por madera y vinos del marco de Jerez que no fuesen las elaboraciones más básicas como finos o manzanillas. Así pues, y teniendo en cuenta que la tabla de quesos iba a estar formada por queso de cabra semicurado, queso de oveja curado, mature Cheddar y Gruyere, me fui a por un par de vinos de los que me habían sugerido para ver cuál de ellos hacía mejor los honores a los lácteos.
Me habían propuesto un blanco con madera, y aunque quise ir a por Capellanía, un blanco que me gusta mucho, no lo pude encontrar en los dos sitios a los que fui, por lo que me traje a casa un Azpilicueta Blanco 2014 (DOCa Rioja, blanco con 3 meses de crianza, 100% Viura, Bodegas Azpilicueta). Resultó ser un vino blanco no muy complejo ni intenso, de color amarillo pálido con reflejos acerados; nariz fresca, con fruta blanca y flores blancas en primer plano y alguna nota cítrica, y que en boca se mostró frutal, con buena acidez y leves recuerdos del paso por la barrica. Un vino sencillo y fácil de beber.
Siguiendo las sugerencias jerezanas, me traje a casa un Oloroso Alburejo (DO Jerez-Xérès-Sherry, generoso 100% Palomino, Bodegas Pilar Aranda). Me encontré con un vino de color caoba de bapa media baja, con una nariz menos intensa de lo que me esperaba, donde destacaban los aromas a maderas y avellanas sobre un fondo yodado, y que en boca se mostró seco, con recuerdo de frutos secos y ebanistería, intenso y potente.
Pasando ya al tema que nos ocupa, la reunión con los distintos quesos mostró diferencias significativas. El blanco riojano se llevó muy bien con el queso de cabra semicurado, realzándose sensaciones gustativas y táctiles, y bastante bien con el queso de oveja, con el Cheddar la cosa no fue tan agradable, ya que se marcaba mucho amargor en el vino, y con el Gruyere la verdad es que no destacaría nada. En cuanto al oloroso, es cierto que no se llevaba mal con ningún queso, pero su potencia sápida era tal que casi borraba de la boca cualquier recuerdo del queso degustado inmediatamente antes; quizá con el mejor con el Gruyere.
Me gusta hacer estos experimentos de maridaje en casa, y en este caso si tuviese que elegir uno de los dos vinos para estos quesos me quedaría con el blanco, aunque como también me sugirieron en la red social mencionada, un blanco más potente, tipo el Capellanía que originalmente buscaba, hubiese completado mucho más el conjunto.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar