Gota a gota en Verema

Fiesta de La Vendimia 2011, Querétaro (México)

 

Después de por lo menos diez años, he vuelto de visita a la Finca Doña Dolores (Freixenet), en tierras queretanas, pasando primero a la Vinícola La Redonda. Empresa que otrora surtía de uva a Casa Martell y la legendaria bodega de Vinos Hidalgo. Dentro de su repertorio encontramos una gran diversidad con la línea La Redonda de siete vinos; tres blancos, un rosado, dos tintos y un espumoso dulce. La línea Orlandi, también de siete vinos; un blanco, un rosado, dos tintos y tres espumosos. Por último su línea Sierra Gorda, dos tintos con la diferencia del roble, uno americano y el otro francés, además de un blanco. Con una altura sobre el nivel del mar de 1950 m sus viñedos se extienden poco más de 160 Ha, donde se encuentran plantadas las siguientes variedades: Merlot, Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Malbec, Chenin Blanc, Trebbiano y Sauvignon Blanc. 
 
Encontré dos mesas con todos los vinos de la casa, por desgracia sólo se podían ver, no había muestras, ni siquiera estaban descorchados. Hay situaciones anti-comerciales que aún no logro entender, a cambio había catas en diferentes horarios, con duración de una hora que costaban alrededor de $150.00. (9€). Dadas las circunstancias me formé en una larga fila por mi copita marca Crisa, con el logo de la bodega, para que me sirvieran el Orlandi rosado seco, de cabernet sauvignon, único vino de muestra; color salmón, brillante y con una nariz corta, diluido y de acidez justa, con recuerdos de cítricos no muy definidos. Al no haber muestras, me jugué un volado y compré el merlot cabernet de la misma línea, Orlandi 2008. Un vino de 12,5 grados de alcohol, frutal, dominando la cabernet con leves notas de pimiento y ciruela madura, firme en boca y de buena acidez, se deja beber y marida muy bien con la pizza que sirven en el patio coronado de olivos. Aunque no hubo forma de que la pizza no saliera del horno un poco quemada de la pasta, la devolvimos una vez, pero para la segunda decidimos comer un poco, aunque estuviera tostada. 
 
Después de un corto recorrido a pie por los viñedos, subimos al coche y nos enfilamos a la Finca Doña Dolores. Una bodega mucho más hecha, cuya entrada es más ordenada, se llega a un claustro donde venden comida, por estas fiestas, además de la tienda donde ofrecen los distinto vinos de la casa y uno que otro souvenir. Viña Doña Dolores cabernet sauvignon malbec 2008, me pareció rústico, frutal y falto de nervio, otro vino de 12,5 de alcohol como los de antaño. Para ser franco, eso de andar entre la muchedumbre, sin mucha libertad y haciendo colas para todo, no es lo mío, así que después de un rato nos regresamos al hotel. No creo que mi relato sea muy ilustrativo para quienes piensen venir a la vendimia, pero sí les puedo decir que por la cercanía a la Ciudad de México, vale la pena la visita, quizá no precisamente en estas fechas.
 

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