Gota a gota en Verema

Dos fiestas, dos vinos y mucho color...

Pozole verde con taco dorado de papaTláloc nos ha regalado una tregua, quizá tan esperada como las mismísimas fiestas del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana. El gobierno ha echado la casa por la ventana, organizando una serie de coloridos y alegres desfiles, con fuegos artificiales y un espectáculo nunca antes visto por estas tierras, cantantes y orquestas, una presentación con rayo láser teniendo como pantalla la Catedral Metropolitana, así como una serie de carros alegóricos por toda la avenida Reforma, la más ancha y hermosa de México, con una clara influencia europea. Tentado estuve a hacerme presente, pero la muchedumbre, el temor de quedar empapado en medio de la torrencial lluvia y no poder salir del embrollo en cuanto se me pegara la gana, me hicieron recapacitar y quedarme con la familia cómodamente en casa para disfrutarlo por la TV. El menú, para mi pesar cambio radicalmente. En vez de chileatole y tamales, hubo pozole verde y tacos dorados de papa y requesón. El pozole es de los pocos antojitos mexicanos que no me hace muy feliz. 

Ante tal acontecimiento, el vino debía ser mexicano, así que escogí un Viña Liceaga Chenin Blanc 2007, del Valle de San Antonio de las Minas en Baja California. Amarillo pálido con reflejos verdosos. La primera nota es de barro y cera, para después dar paso a fruta amarilla no muy definida y cítricos, mucho limón. En boca tiene una excelente acidez cítrica, limpio y refrescante. Un vino que sin duda repetiría. Además me atrevo a decir que sino ha maridado a la perfección, tampoco ha hecho corto circuito en el paladar. Y éso ya es mucho decir ya que el pozole es un platillo hecho a base de: maíz pozolero (más grande que el normal), tiras de carne de cerdo, además se le agrega; lechuga, rábanos, cebolla picada, chile de árbol en polvo, aguacate, chicharrón, tamales de sesos (en algunos lugares), y una pizca de orégano, para que no caiga mal al estómago, según la tradición. Por si fuera poco, es un platillo que se come generalmente por las noches, así que recomiendo un buen recubrimiento de titanio, previo a la ingesta de este platillo para todos los extranjeros, pero eso sí... pruébenlo por favor. 

El tinto fue otra historia muy diferente. Tramonte Tempranillo - Cabernet Sauvignon 2007, de la bodega Roganto, uva de tres valles: San Jacinto, San Vicente y Ojos Negros también de Baja California. Se trata de un vino saturado de alcohol y madera, sus 13,8 grados son pocos para lo que huele y sabe. Madera nueva a raudales con notas de pimiento asado. Son pocas, poquísimas las ocasiones cuando cruza por mi cabeza agregar un poco de agua a la copa, el resultado no puede empeorar con lo que ya tengo. 

Por último: pan, piloncillo, uvas pasa, nuez y queso de cabra, el resultado un exquisito postre llamado Capirotada. De repente me vino a la mente maridarlo con un PX muy viejo y un buen habano... Lástima que no los tuviera a la mano. Así que me tuve que conformar con un cafecito.

Y así concluye la noche del grito de independencia en su Bicentenario una gran fiesta esperada por décadas... ¡Viva México!

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