Gota a gota en Verema

Incoherencias en una tarde de domingo

letreroLas mentiras producto de la mercadotecnia son de todos muy conocidas, aunque algunas pasan sin la menor advertencia, ni crítica, están tan bien hechas que muy poca gente se da cuenta de la tomadura de pelo. Pero hay otras que rayan en lo elemental y ridículo. Pasaba por la calle cuando me encontré con el letrerito de la primera foto. Lo primero que surgió de mi cabecita fue la siguiente pregunta: ¿los franceses hacen barbacoa? quizá peque de ignorante, pero hasta el momento me es imposible relacionar la barbacoa con la cocina francesa, y si nos vamos a la tradicional barbacoa de chivo o de cabra envuelto en hojas de maguey, es todavía menos probable. Si pienso en la cocina gala me viene a la memoria la sopa de cebolla, el suflé, las crepas y uno que otro platillo delicado. Así que por muy buena que sea esa barbacoa creo que está fuera de contexto. Pero las incoherencias no sólo son externas, hay otras que salen solitas de mis adentros. Saqué un vino de la cava, algo que había comprado hace un par de semanas. Se trata de un Moscato D´Asti. Las mujeres presentes, que además eran mayoria, se sintieron muy complacidas y halagadas con este blanquito espumante dulzón. No podía haber escogido un vino más adecuado para ellas en una tarde calurosa de primavera. Bosc Dla Rei 2006, de Beni di Batasiolo, un vinito cuya espuma es más artificial que el color blanco de Michael Jackson. Lo que pudo sorprenderme fueron sus 5,5 grados de alcohol y su precio. Pagar más de $200.00 se me hace excesivo, incoherente pagar semejante cantidad de dinero por algo de su clase, que dicho sea de paso, no llega con tanta frecuencia a México.
Debido a que se acabó tan rápido ante tantos paladares femeninos sedientos, y yo quería algo más genuino, husmeé en la bodega de las tías, y encontré un tinto, un Marqués de Cáceres crianza 1986. Marqués de Cáceres 86
Un vino que de joven es más bien de batalla, abunda en la mayoria de restaurantes que ofrecen vino, si su precio estuviera abajo del rango de 10 dólares sería una muy buena opción, pero nada que pueda levantar suspiros. Después de 23 años de guarda, no muy rigurosa, resultó sorprendente. Color ocre muy opaco casi turbio, con mucho sedimento, no sólo por la precipitación de taninos sino también de tartratos, un vino con todas las características de lo que puede hacer el paso del tiempo. Aromas muy marcados de reducción, pero que con un poco de aire se vuelven complejos; caza con pelo, ahumados, fruta roja madura, tabaco de pipa y piedra mojada. En boca se repiten muchos aromas, es amplio y con una acidez que ya quisieran muchos jovenzuelos. Una gran sorpresa de un crianza que por la edad debería estar ya en la tumba. Otra incoherencia más de este apacible domingo. Esta última muy afortunada, ya que este vino me hizo la tarde y lo pude disfrutar trago a trago.

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