Francesa por España

Cursos de cata... ¿Qué hace la diferencia?

En los últimos años he hecho algunos cursos. El primero, el más extenso, lo realicé en Francia. 3 sesiones por semana durante 2 meses. Un curso bueno para aprender bastantes cosas. Eso sí, muy centrado en los vinos y regiones de Francia. Luego en vinotecas cercanas de aquí y allá, en Londres, Burdeos, Paris, Frankfurt y Madrid, he hecho más cursos, normalmente monográficos. Me encanta ir a cursos de cata de este tipo. 3 horas, catas unos vinos que no conoces, escuchas a gente que suele saber bastante y aprendes… por lo general.

Creo que los mejores cursos de este tipo ocurren cuando tienes en frente a una persona que es un apasionado de sus vinos, de su bodega, o de una región. El brillo en los ojos se hace notable y las palabras, tal vez algo tímidas al debut de la sesión, se convierten poco a poco en explicaciones repletas de sentido común y que iluminan a quien las escucha por unos momentos. Puede parecer algo absurdo para quien no tiene gusto por el vino, pero para mi resulta siempre muy especial escuchar a alguien que muestra un gran conocimiento y orgullo por su producto.

El otro caso, el que es mejor evitar, se produce cuando el curso de cata lo imparte alguien que no tiene historia que contar. Hay desgraciadamente casos así, y he tenido la mala suerte (o buena, según se mire, luego lo explicaré) de asistir a alguno de estas sesiones desgraciadas. ¿Cómo reconocer estos casos? El discurso es plano, o se habla bien pero sin que se cuente nada especial. Los peores casos que he visto son aquellos en que se saca unos folios y se habla con un papel delante que parece la ficha de un vino. Un poco triste. No se trasmite nada, no entran ganas de probar, ni degustar. Da la sensación de que se trabaja allí como en cualquier otro lugar, y que se habla de un vino como si fuera una mezcla de cualquier parcela… Tal vez sea así y los que hablan son en realidad sinceros. Si es el caso suele ser vinos que no interesan. Pero en ocasiones los vinos son buenos y el discurso malo. Esos son los casos que menos y peor entiendo. Sales del curso de cata o de la sesión con una sensación pobre. Lo bueno de esto es, tal y como anticipaba, que cuando se va a una sesión de cata bien planteada el resultado es, al compararse, muy rico y positivo.

Por desgracia (o fortuna mejor dicho) apenas tengo tiempo para ir a un curso de este tipo actualmente. El trabajo, la familia y las miles de cosas del día a día hacen muy difícil encontrar esas horas que permiten escuchar a alguien que habla de su trabajo y beber el fruto del mismo. Pero cuando se presenta la ocasión, qué bueno!

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