De vinos, redes y Lanzarote

De Lanzarote a las Rías Baixas: paisajes opuestos, misma pasión

Rías Baixas

Hace unos días regresé de una escapada mínima a mi tierra, Galicia, a ver a la familia. Y a probar vinos, claro. No se puede visitar los dominios de la Denominación de Origen Rías Baixas en plena Festa do Albariño y no empaparse de sus vinos y de sus paisajes.

Así que cámara en mano me pateé viñas por Cambados, Meaño, Xil, Meis... Recorrí buena parte del Val do Salnés. Viñas verdes, frondosas, camino de la vendimia y con buen aspecto, rodeadas de bosques verdes, frondosos, majestuosos. Un escenario de enoturismo verdaderamente impactante.

Y, claro, enseguida me vinieron a la cabeza las diferencias enormes que hay entre mis (adorados) paisajes gallegos y nuestros (adorados) paisajes lanzaroteños. En dos horas y poco de vuelo pasé del negro-lava-verde-malvasía conejero al verde-bosque-azul-albariño pontevedrés, del clima árido de aquí al frescor húmedo de allá, del feroz (y feraz) manto volcánico que desde Timanfaya envuelve La Geria a los interminables valles, bosques y montes que perfilan las comarcas de las Rías Baixas.

Diferentes cultivos, uvas, densidades...

Las diferencias no se limitan a los paisajes. Es una obviedad decirlo, pero el clima condiciona las características de la producción en ambas zonas. En Lanzarote, ya hemos contado muchas veces cómo es casi un milagro que de la lava salgan unos vinos tan ricos. Pero ocurre, y el hombre se adapta a lo que la naturaleza le ofrece, cultivando la vid en hoyos y zanjas, protegiendo a la planta del alisio y realizando la vendimia prácticamente a mano.

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Cuando llega la vendimia, La Geria, en Lanzarote, se viste de verde y negro
 
Y en las Rías Baixas todo es diferente: las características climatológicas y geográficas casi te piden a gritos que plantes la vid, en una explosión de verdor y fertilidad que sobrecoge. Las parras recorren metros y metros de alambre en plantas con una densidad impensable por estos lares. Incluso en el jardín de mis padres encontré uva, plantada años atrás y que sobrevive sin apenas cuidados, invierno tras invierno, verano tras verano.
 
2.000 hectáreas cultivadas frente a 4.000, 1.700 viticultores registrados frente a 6.700, diecisiete bodegas frente a 177, un millón de litros embotellados frente a doce millones... Estos datos, correspondientes a 2012 y que se pueden consultar en las webs de los Consejos Reguladores de Lanzarote y de las Rías Baixas, dan idea de que lo que nos entra por los ojos, tan extrañamente distinto, es lo que se materializa en cada una de las dos zonas.
 
Diferentes culturas, técnicas de cultivo, uvas... Diferentes paisajes, climas y personajes. Diferentes retos y desafíos. Pero en definitiva una misma pasión y dedicación: sacar de las entrañas de la tierra el mejor vino posible, ese que hace que, allí o aquí, seamos felices compartiendo una botella en torno a una mesa. Allí o aquí.

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