Fue una curiosidad. Dentro de una cata ciega lo presentamos, a cara descubierta (o sea, a etiqueta vista). Dudabamos mucho de el estado en el que estaría aunque nos consta que el que lo tenía y me la regaló, trató la botella con mimo. Las cosas empiezan bien y el corcho está en buenas condiciones y sale de una pieza. El nivel de la botella era muy bueno y al trasluz no presentaba precipitados ni se veía turbio.

En copa:
Tiene un color ambarino, caramelo, muy limpio y brillante. Vamos bien...
En nariz está de inicio bastante opaco, pero resultan interesante esas notas de caramelo de fresa (después de 40 años!!!), mieles, membrillos, orejones y esa frutita roja envolviendo todo el conjunto. Mejoramos...
En boca es fino,ligero, manteniendo acidez aún. Es como un tinto muy fino, no excesivamente largo, casi diría corto, pero mientras dura una delicia. Mantiene aún en boca esas notas de fruta roja, de fresas... Impresionante.

Una gozada, de vez en cuando, llevarte sorpresas así con estos vinos viejos. Nos demuestra una vez más lo bien que se trabajaba en rioja hace unas décadas y los solidos cimientos que tiene la DO. Una lástima que no se sigan haciendo muchos vinos así.