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Bodega Vicente Gandia Plá

Si tuviera que utilizar un solo calificativo para definir nuestra visita a la Bodega Vicente Gandía Plá el pasado día 31 de marzo, éste sería el de espectacular. De hecho, espectacular fue el clima de un día primaveral que en un entorno netamente mediterráneo invitaba al ocio. Espectacular es el proyecto empresarial en el que se asienta esta Bodega y, como no, sus instalaciones. Espectacular fue la atención prestada por nuestros anfitriones, a través de la persona de Javier Gandía, en un permanente desvelo por agasajarnos de la mejor forma posible. Espectacular fue la comida que nos ofrecieron Rafa y Mª Carmen del Restaurante Pelegrí de Chiva (Valencia) en la Finca Hoya de Cadenas que la propia Bodega posee en Las Cuevas de Utiel (Valencia). Y, también, espectacular fue el último paseo vespertino por la propia Finca en el que el aire fresco y el paisaje de la serranía nos permitieron despejarnos de los últimos vapores del apreciado Fusta Nova, haciéndonos percibir con cierta melancolía que la hora del regreso había llegado. No obstante, vayamos por partes.

Visita bodegas gandía

Cuando tomas el desvío de la salida 327 de la A-3 en dirección a Madrid y derivas hacia el municipio de Cheste, ya percibes con cierta impresión la magnitud de las instalaciones de la Bodega Vicente Gandía Plá. Llegados a la puerta de acceso, todavía resultan mucho más impresionantes los enormes depósitos de almacenamiento de vino de granel que, como auténticos guardianes metálicos, vigilan frontalmente la llegada de cualquier visitante. Como después nos comentó Javier Gandía, la histórica especialización en la comercialización de este tipo de vino de granel, antaño línea principal de la bodega, ha ido dando paso a través de cuatro generaciones de esta empresa centenaria (fundada en 1885), a otra de vino embotellado cuyo destino principal ha sido, y sigue siendo, el de los mercados exteriores (algo más del 90% de la producción). De hecho, esta Bodega ostenta una posición privilegiada entre las principales españolas exportadoras de vino embotellado por número de botellas.

Probablemente sea su larga trayectoria exportadora y la necesidad de competir en los mercados de un elevado número de países lo que justifique el enorme dinamismo que caracteriza a sus dirigentes y, por extensión, al proyecto empresarial de la Bodega Vicente Gandía Plá. De hecho, resultaba ciertamente embriagador escuchar a Javier Gandía el relato histórico desde la fundación de la Bodega por su bisabuelo en unos locales próximos al Grao de Valencia, hasta el cierto empecinamiento de su padre en embotellar parte del vino comercializado, lo que daría origen a la adquisición de unos terrenos en Chiva y posterior construcción de las actuales instalaciones. O, también, como la idea de producir un vino de calidad con viñedos propios les llevó hasta la adquisición de la Finca Hoya de Cadenas en el municipio de Utiel, finca que hoy cuenta con 200 hectáreas de viñedo de diversos varietales y que todavía se encuentra en proceso de crecimiento.

Visita bodegas gandía

La visita a las instalaciones de la bodega en el municipio de Chiva rompieron muchos de los moldes que nos habíamos creado en anteriores visitas a otras bodegas de muy inferior dimensión y capacidad productiva. Tal como nos indicó Javier, la necesidad actual de abastecer una demanda anual próxima a los 50 millones de botellas, exige una organización de la producción poco usual en otras bodegas más pequeñas. Y todo ello, con el deseo de no renunciar a lo bueno y entrañable que pueda derivar del planteamiento de una bodega de ámbito familiar. La subdivisión de las fases del proceso de producción del vino desde que llega la uva hasta que las botellas son embarcadas para su distribución, en este caso eran tanto más notorias por la propia y, en ocasiones, distante localización física de las naves y maquinaria con que se abordaban dichas tareas. La perfecta conexión entre las diversas zonas de la bodega con tuberías que iban y venían, unas veces subterráneas y otras por superficie, recuerdo que provocaron algún comentario simpático estableciendo símiles estéticos con los de una refinería de petróleo.

En definitiva, pienso que mecanización y tecnificación, control de calidad, preocupación por la innovación permanente (recuerdo un cierto proceso de filtrado del vino, elaborado y patentado por la propia empresa) y una gran capacidad de organización son conceptos que podrían resumir el proyecto empresarial y las instalaciones de esta Bodega en el municipio de Chiva. No obstante, aún nos quedaba mucho por ver.

A continuación, nos desplazamos hasta Las Cuevas de Utiel para observar la extensión de la bodega en la Finca Hoya de Cadenas. En un punto estratégico de la finca se encuentra la Masía de principios del siglo XIX desde la que se domina la mayor extensión de los viñedos. En la parte superior de su portalón de entrada se encuentra el escudo que sirve de emblema a los vinos procedentes de la Finca. De nuevo, la apuesta por la tecnificación y la calidad destacan en esta apuesta empresarial. Como ejemplo, podríamos citar las 200 hectáreas de viñedo plantadas en espaldera y con un sistema de riego por goteo separado por pagos y varietales específicos, perfectamente controlado desde la caseta de riegos. O, también, la construcción de una nueva bodega en la propia Finca para la elaboración de los vinos de crianza y de gama más alta, cuya finalización se estima en unos dos años y a cuya inauguración tenemos el orgullo de estar ya invitados.

Tras el correspondiente paseo por los viñedos y la observación in situ de la nueva bodega en construcción, nos desplazamos a la masía donde nos esperaban agradables sorpresas. La primera fue la posibilidad de catar en primicia, algunas semanas antes de salir al mercado, un nuevo producto de esta empresa. Se trataba del vino Madredeus, un vino joven del 2000 elaborado cien por cien con monastrell en unas instalaciones localizadas en la D.O. Alicante. De nuevo, otra apuesta de futuro. En cata resultó ser un vino de color rojo picota oscuro con ribetes morados, muy cubierto, enormemente glicérido, destacando en boca su carácter afrutado con claras notas de frutas rojas del bosque y de lácticos. Llegamos a la conclusión de que su mejor temperatura de servicio sería entorno a 14-15% (dada su untuosidad) y que sería perfecto para acompañar aperitivos, quesos con poca crianza, carnes blancas e, incluso, algunos postres.

La segunda de las sorpresas fue el menú de degustación que nos habían preparado Mª Carmen y Rafa, del Restaurante Pelegrí de Chiva, en perfecto maridaje con los vinos de la bodega que íbamos a probar. Los platos presentados y los vinos degustados merecen la pena su relato comentado:

Visita bodegas gandia

Las entradas, compuestas por Ravioli de Boletus con Huevas de Trucha y Yema de Erizo, una cucharada de Esgarrat con tomate confitado y un sugerente Gazpacho de Fresas, fueron seguidas de un primer plato de Tartare de Pintada y Faisán con Pistachos. Todos ellos regados con el Hoya de Cadenas Chardonnay y Sauvignon Blanc Fermentado en Barrica, un vino sutil, en el que se combinan de forma novedosa estos dos varietales.

• A continuación degustamos un segundo plato de Alcachofa con huevo y Trufa con el Fusta Nova Moscatel, lo que permitió aportar ideas nuevas a la eterna discusión sobre el difícil maridaje de la alcachofa y el vino.

•  El tercer plato, un Salteado de Verduras con Setas, lo apreciamos con la degustación del tinto Hoya de Cadenas Reserva Privada. Este vino es una de las principales novedades de la Bodega que algún miembro de la Peña La Verema ya había tenido el gusto de catar durante las II Jornadas de presentación de los Vinos Valencianos realizada recientemente en el Club Diario Levante. Entre sus características visuales destaca como un vino muy cubierto y con una buena estructura en boca. Se trata de un vino moderno, fácil de beber y que creemos que va a ser muy competitivo en el segmento de precios en el que va a estar ubicado.

•  El siguiente plato, una Merluza con Verduritas y salsa Romescu lo combinamos con el vino ya conocido y apreciado por nuestra Peña, el Ceremonia Crianza del 96 (Cabernet Sauvignon, Tempranillo y Monastrell. Qué podemos decir de este caldo que ya ganó la cata a ciegas número 85 de la Peña La Verema, compitiendo con vinos importantes de otras D.O. españolas muy valoradas. Sólo quiero recordar su impresionante nariz y lo bien integrada que tiene la madera en su estructura.

•  A continuación, nos obsequiaron con un quinto plato de Conejo relleno con verduras y Semolona con una reducción de merlot y pimienta de melón, al que le maridamos un tinto Ceremonia Reserva 97 (Cabernet Sauvignon, Tempranillo Monastrell y Merlot). Este resultó ser un vino que, aunque en nariz nos llamó algo menos la atención que su hermano de crianza, en boca mostraba un gran equilibrio y una muy buena estructura con unos taninos vivos aunque pulidos y nada astringente. En resumen el calificativo que más se repitió entre los presentes fue el de su enorme elegancia.

• El siguiente plato, al que Rafa calificó como pre-postre, consistió en un Crujiente de queso con tomate confitado con canela. Este plato, que degustamos con tinto Ceremonia y con Fusta Nova al alimón (según gustos), dio lugar a un comentario entrañable sobre la tradición familiar en la elaboración de la confitura de tomate. En concreto, Rafa recordó como su abuela María, a la que le dedicó este plato, le obsequiaba en sus meriendas de chaval con una rebanada de pan con esta confitura y un trozo de queso fresco de cabra, lo que les había llevado a recuperar parte de esta tradición en algunos de sus sugerentes platos.

•  El postre consistió en un Tocino de Cielo con sopa de Quefir y Gelatina de Fusta Nova regado, como no, con ese apreciado moscatel de esta Bodegas.

•  Por último, casi tres horas después de haber empezado la degustación, pudimos "rebajar" la comida con el Gin-Tonic de Mª Carmen. Se trata de una conjunción de productos helados en copa que, sin nada de alcohol, consigue imitar con notable perfección los sabores del afamado combinado. Lo cierto es que consiguió su objetivo y nos permitió levantarnos de la mesa con una agradable sensación que eliminaba cualquier resquicio de pesadez por la abundancia de lo ingerido.

Tras el ágape, nos permitimos el último lujo: un paseo hacia la zona más boscosa de la Finca desde la que se percibía un hermoso paisaje de la sierra en un atardecer de primavera mediterránea. La suave y fresca brisa de montaña nos hizo recuperar la consciencia de que la hora del regreso había llegado.

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