Los nuevos rosados: Vinos con mayúsculas
En múltiples ocasiones, hemos podido escuchar a muchos supuestos aficionados al mundo del vino hablar de los vinos rosados como si se tratarán de los "hermanos pobres" de la familia. Algo así como el quiero y no puedo en el mundo de la enología (ni blanco ni tinto). La evidencia de que esto no tiene nada de cierto la tienes cuando te deleitas con un buen vino rosado hecho con esmero y dedicación, y observas sus características propias, su idiosincrasia, su capacidad de transmitir sensaciones tan o más estimulantes que las de cualquier otro vino, ya sea blanco o tinto.
A mí, personalmente, me agradan especialmente aquellos que aprovechan el potencial de los varietales autóctonos de cada zona. Este es el caso de los rosados hechos con bobal en la Comunidad Valenciana, que tanto éxito están teniendo recientemente, o los realizados con garnacha en Navarra, o con tempranillo en La Rioja o con tinto fino en la D.O Cigales, por poner algunos ejemplos. No obstante, también valoro aquellos elaborados con varietales foráneos pero que se han adaptado perfectamente en diferentes zonas vitivinícolas españolas. Así, por ejemplo, citaría algún rosado hecho con merlot, cabernet sauvignon o, incluso, syrah de las D.O. Somontano, Penedés o Tarragona.
En esta línea, Carlos Delgado escribió recientemente un artículo titulado "Tintos de corazón blanco" (publicado en el apartado de El Viajero del periódico El País el día 15-abril-2001), en el que reflexionaba sobre la favorable evolución en limpieza, aroma, cuerpo y calidad de los vinos rosados españoles, estableciendo notas de cata y puntuaciones de seis vinos de algunas de las D.O. mencionadas. Se trataban, por orden de puntuación, del Gran Caus Merlot (D.O. Penedés), Roigenec (D.O. Tarragona), Mas Contal (D.O. Penedés), Gran Feudo (D.O. Navarra), Marqués de Cáceres (D.O. Rioja Calificada) y Doce Tañidos (D.O. Cigales).
Por otra parte, en la reciente cata-concurso Baco, organizada por la UEC, en el apartado de rosados han triunfado especialmente los procedentes del Levante español junto a los vinos de la D.O. Somontano y alguna otra de reciente creación. Así, mientras la medalla de oro se le concedió al vino Altos del Cabriel (de la Cooperativa San Antonio Abad de la D.O. Manchuela), la de plata la consiguió un clásico, el Montesierra rosado de Bodegas Pirineos (D.O. Somontano) y la de bronce fue compartida por dos vinos de la D.O. Utiel-Requena, donde la bobal triunfa con su color pálido y su aterciopelado aroma frutal. Se trata de El Parreño, de Latorre Vinícola, y Las Lomas, de Bodegas Schenk.
Otra información relevante referente a una D.O. clásica en la elaboración de vinos rosados nos la ha proporcionado nuestro amigo Roberto Monreal, propietario del Bar-Restaurante Baserri de Pamplona y Secretario del Club de Sommeliers de Navarra. En concreto hace referencia a la entrega de premios realizada el pasado 16 de mayo por parte del mencionado Club de Sommeliers al mejor Rosado de Navarra de la cosecha 2000. En este caso, el vino elegido, por segundo año consecutivo, fue el Viña Sardasol de la Bodega Cooperativa Virgen Blanca de Lerín. Los vinos finalistas fueron: Gran Feudo (de Bodegas Chivite), Castillo de Javier (de Vinícola Navarra), Homenaje (de Bodegas Marco Real), Malón de Echaide (de Cooperativa Nuestra Señora del Romero) y Viña Valdorba (de Bodegas Valdorba). Esta última bodega, inaugurada hace apenas unos meses, parece que fue la gran novedad del acto, ya que consiguió llegar a la final con el primer rosado que elabora.
Según palabras del propio Roberto Monreal, lo curioso de este concurso es que se desarrolla mediante cata ciega, utilizando tanto copas negras como transparentes y mediante eliminatorias. Al final se llegan a catar y calificar los vinos finalistas hasta 22 veces para llegar al resultado final. En mi opinión, un motivo más que suficiente para confiar en dicho resultado, convirtiéndose en una tentadora invitación a probar tanto estos como los anteriores buenos rosados citados de otras D.O.
