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Vertical de Clos Martinet y Cims de Porrera

Una noche mágica en Reus

Hace ahora un año, con motivo de nuestra visita a la feria de Falset y a causa de ciertas dudas surgidas en el foro de Verema respecto a la longevidad de los Priorat, Josep Lluis Pérez nos ofreció la posibilidad de realizar una cata vertical de los vinos que ha elaborado en la última década. La organización de la cata correspondió a Quintín en el hotel NH de Reus y fue perfecta: vinos decantados con el tiempo suficiente siguiendo las indicaciones de Josep Lluis, a la temperatura correcta, múltiples copas para catar en perfecto estado, etc.

Aquella mágica noche del 4 de mayo de 2002 catorce personas disfrutamos durante varias horas catando y escuchando la historia de la evolución de los nuevos vinos del Priorat durante los últimos quince años. La experiencia de hacer una vertical de seis Clos Martinet (90, 92, 93, 95, 96 y 2000) y cuatro Cims de Porrera (96, 97, 98 y 99) con su elaborador fue todo un lujo. La noche se convirtió en una clase de historia vinícola del Priorat, en la que Josep Lluis, con su característico entusiasmo y pasión, nos fue desgranando las características de cada cosecha y elaboración en cada uno de los vinos catados.

Josep Lluís insistió en que ha habido un largo proceso de aprendizaje en viticultura y procesos enológicos del que se están beneficiando los Priorats de las añadas más recientes. Hay un abismo del planteamiento conceptual que tenían inicialmente al actual. Al respecto comentó: “En 1981 no sabía lo que era hacer vino cuando llegué a la Escuela de Enología de Falset. Tenía una formación de biólogo y creía que dos más dos eran cuatro. Por ejemplo, pensaba que 12,5 grados de alcohol era lo que había que obtener porque en Rioja los vinos tenían esa graduación. También pensábamos que las garnachas y cariñenas no valían nada porque se oxidaban con facilidad.”

René Barbier, que tiene raíces familiares en la Cote du Rhône, es el visionario de una zona en aquel momento deprimida y pobre y les explica la filosofía del nuevo tipo de vinos a elaborar. En las primeras añadas (de 1989 a 1991) elaboran todos juntos: René, Josep Lluis, Álvaro y Carles Pastrana. El problema principal de los nuevos Priorats del periodo inicial (1989-1993) es, según Josep Lluís, que aún no enfatizaban lo suficiente la recogida de la uva con el punto de maduración adecuado: “Todos mirabamos a los tintos de Burdeos. A partir del 94 nos damos cuenta que hay que dejar madurar más la uva. Fui a Pesquera porque me había gustado mucho su vino. Alejandro Fernández me dijo que empezaba a vendimiar como lo habia hecho siempre su padre, después de la Pilarica (12 de octubre).” Y añadió “Hoy en la Fira he encontrado tres vinos en las catas del 2000 que son como los 1990 nuestros: se nota que la uva no estaba suficientemente madura.”

Josep Lluis fue una de las personas clave para convertir a la viticultura del Priorat en el factor fundamental a la hora de obtener un gran vino. Se redescubrieron las viejas viñas de Garnacha y Cariñena de "coster", plantadas en empinadas laderas de licorella, con el complemento de plantaciones jóvenes de famosas variedades internacionales, cuya capacidad de aportar estructura y evolución en botella está suficientemente contrastada.

Además, el conocimiento del arte de la crianza en barricas de roble era prácticamente inexistente. Empezaron comprando las barricas que sus pocos ahorros les permitían (“nadie tenía ni un duro cuando empezamos”) y su calidad ha ido mejorando con los años. Además se sustituye progresivamente las barricas de roble americano inicial por roble francés.

La cata de los vinos

Hacer una cata vertical de Clos Martinet como la realizada es hacer un recorrido por la capacidad expresiva y de envejecimiento, sobre todo, de la garnacha que va ganando en porcentaje en el vino con el paso de los años. Clos Martinet 1990 es el mismo vino que Clos Mogador, Dofí o Clos de L'Obac en esa añada. Estamos en los comienzos de la nueva etapa de esta histórica zona vinícola. Cosecha en la que todavía elaboraban todos juntos, en la que no tenían marcados los objetivos de calidad que tienen todos hoy día, vino con un tanino secante que probablemente nunca desaparecerá.

La calidad del tanino va aumentando a medida que discurren los años y en 1996, con la incorporación de su hija Sara Pérez como responsable de enología, hay un punto de inflexión en la filosofía de elaboración. Se busca más la madurez de la uva y hay más fruta y complejidad, en definitiva, más vino. Apreciamos un cambio hacia una mayor elegancia en la vinificación a partir de la añada 1999. Estos nuevos prioratos han evolucionado hacia vinos con unos taninos importantes pero bien integrados, con aportaciones finas de buena madera y que siguen siendo concentrados, con más armonía y personalidad. La añada 2000 es la culminación de toda esa historia hasta la fecha.

Con Cims de Porrera el recorrido es más corto, como el propio proyecto de los cooperativistas de Porrera, pero aquí la garnacha cede el protagonismo a la cariñena, especialmente la que procede de cepas viejas plantadas en inverosímiles “costers” de licorella. Se nota que el 96 es la primera añada, pero que el proyecto promete mucho. Sugerente el comentario que hizo Dominic de este Cims 96: "un vino que parece fluir de la piedra". 1997 es un año difícil, malo en el Priorat, pero fue, curiosamente, el Cims que más nos gustó: vino difícil, complejo, miles de perspectivas cada vez que el vino acude al encuentro de nuestra nariz y entra en la boca. 1998 es la redondez, la perfección, qué maravilla. Acabamos con Cims 1999, otro año muy difícil y el vino que recoge lo mejor y lo peor de la cosecha. Vino contradictorio donde los haya que, quizás, nos puede deparar en el futuro sorpresas agradables como la que nos encontramos con el 97.

¿Tienen una vida corta los Priorats?

En este momento no podemos más que aventurar hipótesis sobre la capacidad de evolución futura de los nuevos vinos del Priorat. Algunos factores debemos tener en cuenta:

  • ¿Cómo se han conservado los vinos? No se puede obviar los graves problemas de conservación que sufren los vinos en la mayoría de tiendas españolas. Por ello, juzgar la evolución de vinos con varios años que no han sido comprados cuando han salido al mercado y conservados en condiciones adecuadas (ya sabéis, idealmente a 12-14 grados Celsius y con un elevado grado de humedad relativa) puede ser un juicio más al que lo ha conservado que al vino en sí.
  • La evolución en la composición varietal (primando cada vez más los varietales autóctonos como la garnacha y la cariñena) y en el tipo de crianza en barrica (aumentando su permanencia y apostando por el roble francés) desde las primeras añadas hasta el 2000 . La evolución que ha tenido el Clos Martinet 1990 que probamos no tiene por qué tener nada que ver con la del 2000: uva recogida en un momento de maduración más adecuado, más garnacha y menos cabernet, roble francés y técnicas de vinificación (a cargo de Sara Pérez) diferentes, etc.
  • Harán falta muchos años de cata y añadas producidas para tener suficiente perspectiva histórica. En la cata nos sorprendió la complejidad que había desarrollado el Cims 1997 en una añada teóricamente mala. Cuando un vino de terruño se conoce bien a través de muchas añadas se pueden intuir rasgos de su evolución futura. Por ejemplo, en la vertical de La Tache resultó sorprendente el comentario de Aubert de Villaine (co-gerente del D. Romanee-Conti) cuando dijo de La Tache 97: “Este tono vegetal va a evolucionar a pétalos de rosa. Ahora aún no es un vino grande. Resulta algo herbáceo pero ya veremos como está dentro de diez años.”

Vinos que parece que están en fase terminal pueden ser vinos machacados por una mala conservación o que pasan por una “fase tonta” donde se muestran inexplicablemente cerrados como les pasa a tantos grandes vinos de Burdeos, Borgoña o el Ródano. En esa “dumb phase” (como la llaman los anglosajones) los vinos parecen haber perdido su fruta, haciéndose monolíticos, neutrales y ocasionalmente oxidados. Sin embargo, a los diez o quince años de la añada reemergen mágicamente. A lo mejor ese Priorat tomado al poco tiempo de salir al mercado y que nos parecía tremendamente frutal y goloso (lo que los anglosajones llaman la etapa de "puppy fat") se cierra completamente (aunque se oxigene mucho) y creemos que ya está casi muerto sin darle la posibilidad de que pueda “resucitar” inesperadamente dentro de unos años, ofreciéndonos nuevos niveles de complejidad.

En definitiva, estos vinos, estando bien conservados, pueden tener una larga vida en botella mientras no se demuestre lo contrario y para demostrarlo, en su caso, harán falta muchos años. Mientras tanto, a nuestro juicio, hay que concederles el beneficio de la duda a unos elaboradores que apenas llevan una docena de años trabajando en la zona, con una primera etapa en condiciones muy precarias y con escasa experiencia previa en viticultura y enología. Sólo la evolución de estos vinos en las últimas añadas podrán dar una respuesta a esta incógnita dentro de unos cuantos lustros.

En cualquier caso, nosotros acabamos esa noche felices, con la sensación de haber compartido un pedacito de la historia reciente del Priorat con uno de sus principales impulsores. ¿La evolución de los vinos? Ojalá siga sirviendo de excusa para nuevas catas como la de esta mágica noche de mayo.

Los diez vinos catados

Clos Martinet 1990

Este vino estaba muy entero. Color picota cubierto con ribete terroso. Nariz de cierta complejidad (fruta en licor, ciruelas, cuero). Vino con un tanino secante, poco pulido, que probablemente nunca se vaya. Taninos que en palabras de Josep Lluís no se integrarán con el tiempo, que nunca madurarán porque provienen de una uva no suficientemente madura. Buena acidez. Vino algo rústico, que nunca será fino por ese final secante.

Clos Martinet 1992

Primera añada en la que vinifican por separado. Fue un año excelente en el Priorat. Llovió bastante y el vino salió muy bueno. Fue lo que le hizo pensar a Josep Lluis en la importancia del agua para conseguir un buen vino. Nariz más compleja que la de la añada 1990. Ciruelas en compota, cuero y esos recuerdos minerales que acompañan a este vino. En boca los taninos están menos marcados, más suaves, ya no tiene esos taninos secantes del 90. No acaba de ser carnoso y redondo. Es complejo aunque aún algo rústico y no excesivamente largo, pero tiene un fantástico retronasal.

Clos Martinet 1993

Este vino está muy joven para estar a punto de cumplir nueve años. En nariz hay notas herbáceas aromáticas, menta, pastelería, maderas nobles. Es una nariz golosa, compleja, con más fruta que en el 90 y 92. En boca los taninos siguen secantes, pero tiene estructura y mucho recorrido. Hay más equilibrio global que en los anteriores.

Clos Martinet 1995

De precioso color rubí brillante, la nariz se ve enmascarada por un ligero toque de corcho. Se aprecian, no obstante, los frutos rojos, las notas mentoladas, la buena madera y los especiados. En boca se asemeja mucho al de 1993. Quizás, apuntan algunos de los presentes, con más amplitud que el de 1993. Mucha complejidad y buen equilibrio.

Clos Martinet 1996

Nariz muy poderosa, en intensidad y matices: toffe, tostados, fruta madura, con esos característicos rasgos minerales presentes. En boca la entrada es suave, como con timidez, pero después se muestra amplio, carnoso, con el tanino vivo y masticable. Es suave, y muy largo.

Clos Martinet 2000

La garnacha ya forma parte del 50% de este vino. Este es ahora un vino muy joven, con una nariz explosiva, plena, pero ya rica en matices: fruta (plátano, arándanos, moras), minerales, esas notas balsámicas embriagadoras y regaliz. En boca se muestra pletórico, con la fuerza y la suavidad de un tanino de enorme calidad. Con una estructura poderosa, con equilibrio, complejidad, recorrido, elegancia. La culminación (hasta la fecha) de este vino que hemos catado.

Cims de Porrera 1996

Vino muy poderoso, marcadamente mineral, con notas de tinta china e incienso, poca fruta. Poderosa estructura con taninos duros y muy marcados desde la entrada en boca, con buena acidez aunque no muy elegante. Será interesante ver cómo evoluciona en unos años.

Cims de Porrera 1997

A pesar de ser una añada difícil en el Priorat, fue el Cims de la cata vertical (96, 97, 98 y 99) que más nos cautivó por su complejidad esta noche. Vino difícil, con muchas caras y perspectivas cada vez que el vino acude al encuentro de nuestra nariz y entra en la boca. Nariz frutal (ciruelas, balsámicos, minerales). En boca presenta una gran potencia en la entrada, siendo estructurado y armónico, con múltiples matices complejos y cambiantes que invitan más a sentir que a escribir. Retronasal profundo y sutil. Un vino cuya evolución en botella le ha dotado de una sorprendente complejidad y que consagra el buen hacer de un elaborador.

Cims de Porrera 1998

Gran nariz, intensa y compleja: fruta negra, chocolate, minerales, leves toques del tostado de la barrica que se integran perfectamente con la fruta. En boca es redondo, la perfección de los taninos, más mineral, goloso, con acidez que mantiene la frescura en el vino. Retronasal largo y concentrado, sin aristas ni altibajos. Es algo menos complejo y tiene menos personalidad en este momento que el Cims 97.

Cims de Porrera 1999

Color picota profundo y ribete violáceo. La nariz es intensa, con notas licorosas, chocolate, frutas negras, regaliz y notas especiadas. Muy potente en la entrada en boca, con carga tánica noble. Es extraño porque entra maduro y acaba verde (toques herbáceos), con un final que te deja algo desconcertado. Vino contradictorio en una añada difícil. Será interesante seguir su evolución para ver si puede desarrollar la complejidad que hemos encontrado ahora en la también difícil añada 97.

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