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Bodegas Montecillo, una larga trayectoria desde 1870

Aprovechando mi viaje a La Rioja para participar en la 3ª Edición de La Cata del Barrio de la Estación (donde Verema fue colaborador oficial del evento), me quedé unos días para visitar algunas bodegas de la zona y mi primera parada fue en Bodegas Montecillo. Ésta es una bodega con una larga historia que he de reconocer que me hacía mucha ilusión visitar por cuestiones emocionales. No en vano los Viña Cumbrero y Viña Monty de las añadas de los 70s y 80s fueron algunos de los vinos que formaron parte habitualmente de las primeras catas de La Peña La Verema a finales de los años 80 y principios de los 90 y que tanto dieron que hablar durante aquellas sesiones. Me encanta rememorar y recordar aquellas etiquetas que forjaron mi pasión por este maravilloso mundo del vino.

Haciendo un poco de historia, hay que recordar que Bodegas Montecillo fue creada en 1870 en Fuenmayor por Don Celestino Navajas Matute, un apasionado que apostó con convicción por el método de producción bordelés con la voluntad de trascender los límites del mercado nacional.  Una década después, Don Celestino demostró una gran visión de futuro: envió a sus hijos, Alejandro y Gregorio, a estudiar enología en Burdeos. Con el paso del tiempo, ambos hermanos crearían la razón social Hijos de Celestino Navajas, con la idea de proseguir la obra de su padre. La tercera generación de la familia, encarnada en José Luis Navajas –hijo de Alejandro–, también se educa fuera, esta vez en Beaune (Borgoña) y en el Penedés. De este modo, en 1943, José Luis se convierte en el gestor de la bodega familiar e impulsa decisivamente la calidad y el éxito de sus vinos. Es en esta época cuando introduce técnicas innovadoras en Rioja como la vinificación en frío, y es también el momento de adoptar para la posteridad la denominación Montecillo.

José Luis Navajas no tenía descendencia y decidió poner el legado de sus ancestros en las mejores manos posibles. Así entabló relación con otra centenaria familia vitivinícola, Osborne, quien adquiere Montecillo en 1973. Desde entonces, Osborne ha intentado potenciar las grandes virtudes de la bodega de Fuenmayor: la calidad, la tradición y el saber hacer. La primera decisión de importancia fue la construcción de unas nuevas instalaciones de elaboración allá por el año 1975, más espaciosas y funcionales entre los pueblos de Fuenmayor y Navarrete. Es la actual bodega Montecillo, concebida para una vinificación cuidadosa y para elaborar vinos de larga guarda. Algunos hitos importantes a partir de los años 2000 serían: 1) la introducción los innovadores depósitos Ganimede® al proceso de elaboración de los vinos Montecillo, gracias a los que se obtiene una extracción más selectiva y eficaz de los componentes aromáticos del vino; 2) la renovación constante del parque de barricas, que hoy dispone de más de 20.000 barricas de roble francés y americano; 3) el relanzamiento en 2016 de la gama clásica de Bodegas Montecillo así como el cambio de imagen, modernizándose y simplificando los mensajes, a la vez que se inaugura una nueva era en su comunicación, con una nueva web y un nuevo mensaje de marca: “Reenamórate de lo auténtico.”

Mi visita estuvo guiada por la enóloga de la bodega, Mercedes García Rupérez, quien está al mando de la Dirección Técnica de Bodegas Montecillo desde hace más de una década. Para aquellos que no la conozcan, Mercedes es una persona dinámica que desde el primer momento destila naturalidad y simpatía. Me llamó la atención que durante la visita nos cruzamos con un buen número de trabajadores a los que saludó uno por uno por su nombre y, por las caras y el tipo de respuesta de los mismos, se percibía un clima de camaradería y “buen rollo”, algo fundamental en una bodega donde hay momentos con picos de trabajo muy altos que suelen generar bastante estrés.

La visita la iniciamos en la nueva tienda con Sala de Catas de la bodega construida en 1975 en Navarrete, punto clave en el nuevo proyecto de enoturismo con visitas guiadas a la bodega. El nuevo color corporativo verde pastel (que rememora el de las etiquetas antiguas de sus vinos) marca una impronta en el espacio así como botellas de todos los vinos y diferentes artículos de packaging con mucho gusto (¡mis felicitaciones al equipo de marketing de la bodega!).

Pasando a la zona de elaboración, lo primero que me llamó la atención fueron los 20 depósitos de 100.000 litros para la fermentación alcohólica de los vinos tintos con tecnología Ganimede® que aprovecha el enorme potencial natural del gas de fermentación (40/50 litros de CO2 por cada litro de mosto) para obtener una extracción delicada y eficaz únicamente de las sustancias nobles (este tipo de tecnología tan sólo la había visto en una ocasión en otra bodega de La Rioja). En este tipo de depósitos se realiza un único remontado al día pero de diez vueltas. En los depósitos que no incorporan este tipo de tecnología Ganimede®  los remontados diarios son varios pero cortos. Posteriormente, el vino pasa por gravedad a 60 depósitos de cementos de muy diversos tamaños donde harán la fermentación maloláctica. Para los vinos blancos la fermentación se realiza en barricas de roble y para el rosado utilizan otros depósitos más pequeños de 20.000 litros con tecnología de micro oxigenación.

La producción anual de la bodega es aproximadamente de unos 5 millones de kilos de uva procedentes de unas 700 Has de viñedo que en ningún caso son propiedad de la bodega. Lo que se tienen son acuerdos estables con viticultores, en muchos casos de varias décadas ya, a los que se les orienta y asesora en viticultura, teniendo todas las fincas geolocalizadas y clasificadas por tipos de suelos, orografía, orientación,..y, lo más importante, por su edad ya que más del 50% de todas esas Has. son de viñedos de más de 30 años. De ahí que en la bodega también sea muy importante la figura del responsable de campo y de la relación con los viticultores que recae en la persona de Carmelo Espinosa Muga perteneciente a una joven generación que cuida, entiende y ama las vides riojanas como lo hacían sus antepasados.

El siguiente punto de la visita es la impresionante sala de barricas con un parque de 20.000 barricas de roble americano (70%) y francés (20%) donde los vinos irán madurando con dos trasiegos anuales. Todos los años se compran un cierto número de barricas nuevas de un elevado número de toneleros y tostados diferentes para crear una zona de “experimentación” que, tras múltiples catas, permitirán tomar la decisión de la compra más importante de las barricas que se incorporarán al parque ese año. Según Mercedes, ésta es una de las tareas más interesantes y divertidas que realizan desde la Dirección Técnica que marcará la línea de los vinos en los próximos años.

El último punto de la visita por lo que respecta al proceso de elaboración fue a los botelleros donde, en este momento, descansan unos 3 millones de botellas de vinos de crianza y reserva si bien, lo que más impresiona, es el stock de botellas de vinos de Gran Reserva donde descansan más de 750.000 unidades de las añadas 2011, 2012 y 2015 dispuestas ¡a mano! en un verdadero mar de botellas. Además, también hay una zona de guarda para selecciones especiales de las añadas 1970 a 2005 donde reposan unas 200.000 botellas.

Finalizamos la visita a estas instalaciones visualizando un muy bien elaborado vídeo corporativo (de nuevo, mis felicitaciones al equipo de Marketing) y de ahí nos desplazamos a Fuenmayor a visitar la bodega original de 1870.

En esta bodega de 1870 no se realiza ya ningún tipo de elaboración, ya que está destinada a zona social, si bien se mantienen intactos los antiguos calados y, lo más emocionante, el cementerio de botellas donde se guardan botellas de añadas que se remontan a 1926, el mismo año de creación de la Denominación de Origen Calificada Rioja. Sin duda, un magnífico colofón a una visita que me hizo recordar con emoción mis primeros pasos de aprendizaje en este apasionante mundo del vino.

 

© José Luis Contreras


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