Poco que añadir a la nota de cata anterior de EuSanz, la cual comparto totalmente, se trata de un vino que en nariz combina elegancia, mineralidad y complejidad hasta extremos casi únicos, en una gran añada. En boca su magnífica acidez rodeada por tantas sensaciones le transmite elegancia, estructura y sobre todo una mineralidad que te traslada a sus suelos en una integración carbónica maravillosa.
Para descubrirse y gozar. Un placer
Catado en formato mágnum.
Dorado pálido brillante, burbuja media y escasa.
Nariz de media intensidad, no muy directa, de esas que atesora una enorme profundidad y hay que buscar poco a poco. Elegante y tremendamente mineral, es puro terroir, notas florales, frutas blancas ligeramente maduras, frutos secos, trazas anisadas. Impresionante su definición y sobre todo la sutilidad aromática que posee.
En boca es un cañón, un vino lleno de porte y elegancia, de corte algo austero y vertebrado por la tremenda acidez que caracteriza a los blanc de blancs de aquella mítica añada. Largo, persistente, equilibrado, sutil, deja en el final de nuevo los recuerdos minerales y de frutos secos amargos, con un carbónico perfectamente integrado.
¡Qué delicia! Cada vez que probamos un vino de la añada 96 no hacemos más que confirmar que es una de las mejores de todos los tiempos, aquí hay un tremendo armazón con una gran profundidad, es un vino joven y más en mágnum, es de los que hay que ir a buscar, no es un vino sencillo pero resulta apasionante. Uno de los mejores vinos de la historia de Delamotte.
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